Aunque pocos dirigentes europeos se atreven a decirlo en voz alta, el referéndum sobre el apoyo o no a las cuotas de refugiados en Hungría este domingo ha causado indignación general en Bruselas. La consulta es una “provocación” del primer ministro conservador Viktor Orban -impulsor de una férrea política antimigratoria- basada en “argumentos falsos” para manipular a los votantes y sólo servirá para ahondar la división entre la Europa Occidental y la del Este sobre las políticas para hacer frente a la crisis de los refugiados, según ha dicho el presidente de la Eurocámara, el socialista alemán Martin Schulz.
La analista del Centro para la Integración y Democracia Euro-Atlántica (CEID) en Hungría, Edit Inotai, coincide con su diagnóstico. Comenta a EL ESPAÑOL que no cree que el referéndum resulte válido, pues todas las encuestas indican que no acudirá a votar el 50% mínimo que exige la ley para ello. El propio Gobierno ya no habla del resultado, pero lo comunicarán como una victoria igualmente, dictamina, porque “la gente que vaya a votar será la que diga no, los demás se quedarán en sus casas”.
“La UE se basa en el compromiso y no en la confrontación. Si Orban elige el camino de la confrontación, no hay que aceptarlo”, ha dicho Schulz en una entrevista conjunta con el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, en la cadena France24. Más comedido en las críticas se manifiesta el propio Juncker, que fue el primero en proponer las cuotas para mostrar la “solidaridad” de Europa ante el éxodo de refugiados sirios. Para el político luxemburgués, al celebrar un referéndum Orban no sólo se enfrenta a Bruselas sino también al resto de Gobiernos europeos, que aprobaron el reparto de demandantes de asilo.
El más beligerante ha sido el ministro de Asuntos Exteriores de Luxemburgo, el socialista Jean Asselborn, que a principios de septiembre llegó a pedir la expulsión de Hungría de la UE por tratar a los refugiados “peor que a animales salvajes”. Pero como ya ocurriera con el referéndum sobre el brexit, la consigna en el Ejecutivo comunitario en las horas previas a la consulta ha sido mantener un perfil bajo para no dar más munición a Orbán. Los portavoces eluden hacer valoraciones, ni siquiera fuera de micrófono, sobre lo que pasará cuando se conozcan los resultados.
Abusos documentados
Orban ya ha anunciado que acudirá la semana que viene a Bruselas. “Quiere mostrar que los húngaros no quieren tener inmigrantes. Es un sinsentido: en primer lugar, no tenemos inmigrantes en Hungría; en segundo lugar, no quieren venir aquí”, destaca Inotai. Se refiere en rasgos generales. Pues, a pesar de todo, Hungría tiene alrededor de 1.200 personas registradas como solicitantes de asilo y casi el 60% de ellas se encuentran detenidas, según un estudio de Amnistía Internacional publicado esta semana.
El organismo de derechos humanos recuerda que las entradas irregulares se han tipificado como delito en el país. Además una ley aprobada en junio permite la devolución inmediata a Serbia de personas solicitantes de asilo encontradas a una distancia de hasta 8 km de la valla fronteriza, en territorio húngaro, por ser “un país seguro”. La zancadilla que puso aquella camarógrafa de un medio húngaro hace un año al refugiado sirio que llevaba a su hijo en brazos y que dio la vuelta al mundo ha ido a juicio, pero parece que no es la única que recibe así a los solicitantes.
Entre las 143 personas entrevistadas por Amnistía Internacional entre Serbia, Austria y Hungría, hay algunos demandantes que han denunciado golpes y patadas de la propia policía magiar. Según su relato, uno llegó a espetar: “Podemos hacer lo que queramos: si os quejáis, nadie os va a escuchar”.
La información de Médicos Sin Fronteras, que atiende a refugiados en los Balcanes, coincide. La ONG asegura que el cierre de la ruta de los Balcanes y la “militarización” de las fronteras en estos países, incluida Hungría, “ha dado lugar aun colosal aumento de la violencia”. Casi uno de cada tres pacientes que visitan las clínicas de la organización cuentan casos de abuso y violencia, incluidos niños.
“La situación se tornó tan grave a finales de agosto que los equipos de MSF en Serbia se vieron obligados a referir a algunos de sus pacientes a hospitales debido a la gravedad de sus heridas”, ha indicado en un comunicado. “Si bien los traficantes pueden ser responsables de muchas de estas situaciones de violencia, los pacientes mencionan que al menos la mitad han sido perpetradas por autoridades estatales”, subraya, al tiempo que critica la connivencia de los demás Estados miembros.
Osama Abdul Mohsen, el sirio al que la camarógrafa agredió, tuvo la suerte de ser árbitro de fútbol y con ayuda de la federación española del gremio acabó trabajando en Getafe (Madrid), donde ahora trata de reunir a toda la familia (su mujer y dos hijos están refugiados en Turquía).
El ‘no’ ya ha calado
La analista húngara cree que ni siquiera si el Ejecutivo de Orban fuera menos estricto con los demandantes de asilo -por ejemplo, si no hubiera levantado las vallas fronterizas hace un año para evitar su paso masivo- estas personas habrían seguido su camino fuera de Hungría. De hecho, unas semanas antes de aquella medida, las imágenes de la atestada estación de tren Keleti en Budapest llenaban las páginas de los periódicos de medio mundo: eran demandantes de asilo que querían proseguir su camino hacia Alemania y los países nórdicos, pero las autoridades magiares se lo impidieron por unos días.
Inotai no duda de que todos -migrantes o refugiados- prefieren ir a Europa Occidental, porque “tienen mejores condiciones de vida y familia o una red”. Además apunta al problema de aprender el magiar, idioma harto difícil, y las pocas posibilidades de empleo. “El sueño europeo de los migrantes es Alemania o Suecia. En el caso de los refugiados, probablemente irían a cualquier sitio donde se encuentren seguros, pero también donde tengan una red [familiar o de contacto]”.
Orban y su equipo “están creando un ambiente contra los extranjeros en la sociedad húngara. Sea cual sea el resultado, el daño está hecho”, lamenta la experta. Un demandante de asilo procedente de Afganistán contó a Amnistía Internacional: “Cuando llegué, pensé, bueno, Hungría es Europa, a lo mejor está bien. Pero me di cuenta de que aquí nos odian”. Aunque no sea un sentimiento generalizado, según Inotai, el mensaje de Orban ha calado en los futuribles refugiados.
El comisario de Inmigración, el conservador griego Dimitris Avramopoulos, ha optado por la cautela, aunque niega estar inquieto por el referéndum. “No es mi trabajo dar lecciones sobre lo que los ciudadanos húngaros deben hacer. Son maduros y la democracia en Hungría funciona bien. Cuando llegue el momento escucharemos el veredicto, con pleno respeto a lo que van a votar y decidir”, ha dicho esta semana.
Consecuencias europeas
Eso sí, la Comisión interpreta que la consulta húngara sólo puede afectar a decisiones futuras sobre cuotas y en ningún caso cuestiona el reparto de 160.000 refugiados ya aprobado. “La legislación de la UE no es optativa y lo que los Estados miembros han decidido juntos debe aplicarse”, señala Avramopoulos. El Gobierno de Orbán coincide en que el referéndum se refiere al futuro, pero sigue sin aceptar la cuota de 1.294 demandantes de asilo que se le asignó hace un año. Es más, ha recurrido el reparto ante el Tribunal de Justicia de la UE, con el apoyo de Eslovaquia. La sentencia no se espera hasta el año que viene y Hungría asegura que no acogerá a ningún refugiado antes de conocer el fallo.
El resultado del referéndum húngaro afectará a los socios europeos a nivel práctico sobre todo de cara al nuevo sistema de cuotas permanentes de reparto de refugiados que la Comisión propuso en mayo para hacer frente a futuras crisis. “Este plan todavía está sobre la mesa”, asegura el comisario de Inmigración. Pero en los seis meses que han transcurrido desde que se presentó, las negociaciones entre los países miembros apenas han avanzado. Y el propio Juncker ha sembrado dudas sobre su futuro. “Sé que la solidaridad debe ser voluntaria, que debe provenir del corazón, que no puede ser forzada”, dijo recientemente en la Eurocámara.
La cuestión de fondo para la Unión Europea es que Hungría no está sola en su rechazo a las cuotas obligatorias de inmigrantes. Polonia, Eslovaquia y República Checa le secundan y apuestan por una “solidaridad flexible”. Y el Gobierno español en funciones también se resiste a un mecanismo permanente por temor a que genere un efecto llamada.
Pero incluso los países que defienden el reparto, como Alemania, avanzan también muy lentamente. Un año después de la decisión de relocalizar a 160.000 refugiados, los países miembros sólo se han repartido a 5.821, el 3,6% del total. Aunque el triunfo real del ‘no’ en el referéndum húngaro -con más de la mitad de los votantes acudiendo a las urnas- es poco probable según los sondeos, la “victoria” del ‘no’ entre quienes sí acudan a votar pondría más piedras en el camino a la relocalización permanente que pretende Bruselas.