El aborto: la respuesta tolerante del papa Francisco a la Iglesia más conservadora
Haciendo oídos sordos a los críticos, el pontífice avanza en su reforma de la institución eclesiástica.
22 noviembre, 2016 02:14Noticias relacionadas
Se trata de uno de los temas más delicados para la Iglesia, pero la última expresión de Francisco no debe sorprender ya a los sectores más inmovilistas. Sobre todo porque su decisión de permitir a los sacerdotes “absolver a quienes hayan procurado el pecado del aborto” ya regía durante todo este año, coincidiendo con el Jubileo de la Misericordia. La gran novedad es que la decisión del Papa ha dejado de tener un carácter temporal para convertirse en permanente.
Hasta ahora los únicos autorizados a conceder el perdón a las mujeres que decidieran interrumpir el embarazo y al resto de personas implicadas en esta decisión eran los obispos. “Se trataba de un impedimento burocrático, porque si alguien que lleva ese peso en su corazón no podía confesarse en la iglesia, ¿cómo iba a acudir a una máxima instancia religiosa?”, afirma Lucetta Scaraffia, profesora de Historia Contemporánea y coordinadora del suplemento femenino del periódico vaticano L’Osservatore Romano.
Scaraffia remarca que se trata de “una solución misericordiosa”, porque la “Iglesia no puede ser una institución normativa que diga qué está bien y qué está mal, sino que debe ser una madre que acoge a los pecadores, los escuche y los perdone”. Subraya la expresión “pecadores”, porque eso es lo que dicta Francisco en su carta apostólica Misericordia et misera, que el aborto sigue siendo un “pecado grave”.
Así, no cambia la doctrina, pero sí que se modifica el Derecho Canónico, como revela el presidente del Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Rino Fisichella. Porque “en el momento en que hay una disposición del Papa que atribuye nuevos poderes”, en este caso a los sacerdotes, “debe cambiar el articulado legal”.
Se trata de una fórmula prácticamente idéntica a la elegida por el pontífice para referirse a los divorciados. En su última exhortación apostólica sobre la familia, Amoris Laetitia, Bergoglio argumentaba que “la integración es la clave de su acompañamiento pastoral, para que no sólo sepan que pertenecen al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, sino que puedan tener una experiencia feliz y fecunda”. Una lógica que también obedece a “los fieles que simplemente conviven o quienes han contraído matrimonio sólo civil”, se lee en este texto.
El Papa aplica también una argumentación similar a los gais, de los que en el último Sínodo de obispos sobre la familia, se decía que se les “debe reservar también una atención específica al acompañamiento de las familias en las que viven personas con tendencia homosexual”. Y por último, a quienes han solicitado la nulidad del matrimonio, para quienes el pontífice aprobó un decreto, en forma de Motu Proprio, para agilizar el proceso. Ahora los propios obispos pueden actuar como jueces en estos casos, mientras que antes la obligación de recurrir a un tribunal apostólico solía retrasar las nulidades durante meses o años.
El cambio está siempre enfocado a saltar obstáculos de la intrincada jerarquía eclesiástica y al “acompañamiento”. Es decir, a hacer que los pastores estén en contacto con el pueblo, como le gusta decir a Francisco, y que sean éstos quienes tomen las decisiones que afecten a los fieles. “La misericordia [que predica el Papa] quiere decir sobre todo cercanía”, sostiene Rino Fisichella, preguntado por EL ESPAÑOL.
Pero el cambio en la aproximación del Vaticano a estos colectivos, a los que Francisco los ha hecho saltar de la excomunión a la integración, no se ha traducido en una modificación del credo. Como el Papa reitera que el aborto es un “pecado grave”, también señala que sigue “firme el principio de la indisolubilidad del vínculo matrimonial” y que “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia”.
Aunque todavía hay quien piensa en la jerarquía eclesiástica que estos valores están amenazados. Porque sin ir más lejos, la semana pasada un grupo de cuatro cardenales, liderados por el estadounidense Raymond Burke, hizo notoria una carta en la que le pedían a Francisco aclarar ciertos puntos de su exhortación sobre la familia, alegando falta de claridad ante los divorciados. Burke llegó a denunciar después, ante la falta de respuesta del Papa que estaba dispuesto a recurrir a la “práctica de la corrección” del pontífice, debido a la “confusión” que estaba sembrando “entre obispos y sacerdotes”.
Según la profesora Scaraffia, estos cuatro cardenales “se equivocan”, ya que “tienen miedo a que un mensaje más misericordioso de Francisco abra la puerta a que los fieles hagan lo que quieran, cuando sus conductas se alejan de la Iglesia si la Iglesia se aleja de ellos”. Monseñor Fisichella añade que “no debería haber ninguna resistencia por dotar de más poder a los sacerdotes”.
En una reciente entrevista con el diario católico Avvenire, Francisco ya manifestó explícitamente que estas críticas “no le quitan el sueño”. Y mientras tanto continúa con su verdadera reforma. La presencia de los cardenales críticos cada vez es más marginal, mientras que 55 de los 121 electores que deben elegir al sucesor del pontífice ya han sido creados por Bergoglio.
De modo que el Consejo cardenalicio responde cada vez más a la imagen y semejanza del argentino. Tras la creación de los últimos 17 cardenales -13 de ellos electores- ganan peso América Latina o África, al tiempo que se reduce el todavía hegemónico poder eurocentrista del Vaticano. Discípulos de la “periferia” con los que emprender ese camino de tolerancia.