La heroína del metro de Londres conoció a su amado cuando la salvó del laberinto de un centro comercial. “A mí me gusta mucho viajar. Vine a pasar unos días a Londres… y yo me pierdo más que la 10-11”, recuerda con su natural gracejo andaluz Kilian, sentada junto a su marido Jubaer. “Estaba en Stanford Center. No sé qué pasa ahí, que tiene tantas tiendas, que me mareo; y no sabía encontrar la salida. Y nada, le pregunté. Me acompañó hasta la salida, estuvimos charlando y ahí es donde comenzó todo”.
Lo que iba a ser un viaje de ida y vuelta a la capital británica tornó en un flechazo que acabó en boda el año pasado. Su bonita historia de amor prosiguió en 2016, cuando una hazaña de Kilian saltó a las portadas de los medios británicos, bangladesíes y españoles. Ella es la mujer que no dudó un instante cuando un hombre con acento británico propinó tal puñetazo a su marido en la estación de Upton Park, que le dejó noqueado, y salió corriendo tras el agresor para poder denunciarle. Poco le importó que el tipo estuviera “bien fuerte”.
“Yo lo acorralé. Salí del tren, corriendo detrás de él. Le dije racista en inglés y en español, ya le llamé de todo. Estuve hablando con él. Le dije: '¿Por qué has tocado a mi marido? Si él estaba hablando por teléfono, no te ha hecho a ti nada'. Y él: 'Cállate, cállate. No digas nada'. Cuando llegó la policía, se hizo la víctima”, rememora Kilian.
Asegura que el hombre se intentó defender diciendo que eran Kilian y Jubaer los que le habían hecho bullying. Pero el testimonio y vídeo de otro pasajero insultado por la misma persona salió en su defensa y el acusado quedó en libertad a la espera de que este lunes la Policía decida si le imputan cargos. Jubaer, bangladesí residente en Reino Unido desde 2011, comenta que “por supuesto” se siente “orgulloso” de su mujer.
Antes de la agresión física, cuenta la pareja, el hombre había estado insultando -simplemente por tener otro tono de piel- tanto a Jubaer como al hombre negro africano que grabó la escena. El presunto agresor racista “estaba como a 10 metros, diciéndole de todo a mi marido. Al ver que yo era blanca y estaba con él, se puso más encendido. Se mosqueó más cuando yo estaba haciéndole carantoñas a mi marido para que se riera y no se pusiera más estresado”, habla con ternura la valiente treintañera. “Le pegó un puñetazo, que vamos, un poquito más y me lo deja ahí: en el cristal”.
Se mosqueó más cuando yo estaba haciéndole carantoñas a mi marido para que se riera y no se pusiera más estresado
“Fue algo horrible, pero ahora estoy bien”, comenta Jubaer. El puñetazo estuvo a punto de producirle una fisura en la mandíbula. La tendinitis que tenía Kilian en la rodilla antes del incidente fue a peor y le han tenido que poner infiltraciones. Con razón su padre comentó por entonces, a finales de octubre a este diario, que aunque su hija "tiene su genio", no creía que fuera "capaz de correr tras un tío tan grande".
Ninguno de los dos quiere ser el centro de atención, pero la pareja ha accedido a conversar con EL ESPAÑOL para compartir su historia de amor, un cuento frente al racismo que tras el sí al brexit en Reino Unido ha provocado diversos episodios violentos en el país. Aún así… “quiero que se sepa más de quien agredió a mi marido, que de mí”, pide ella. Prefiere evitar dar demasiados detalles sobre su vida, porque no todo el mundo entiende su relación.
Este lunes la Policía Británica de Transporte ha citado al sospechoso a comparecer en comisaría y podría decidir si interpone algún cargo contra él o aplaza -sería la segunda vez- esta decisión. “Esperamos que interpongan cargos (contra él) y que no se repita este salvajismo. Para nosotros es un salvaje, un animal. No tiene derecho a pegarle. Él no le hizo nada, ni siquiera le estaba mirando. Era yo la que le miraba, porque estaba asustada”, recuerda Kilian. “Si sale libre, sin castigo, podrá volver a hacerlo”, advierte Jubaer, que espera que el posible “castigo” sirva de lección y escarmiento a otras personas como el presunto agresor.
Esperamos que interpongan cargos contra él y que no se repita este salvajismo
Kilian es un torbellino de alegría. Sólo mes y medio tras aquel episodio, comienza a recuperar su vida habitual, pues es estos días cuando vuelve a su trabajo en el sector turístico. A pesar del paso del tiempo, tanto ella como su marido siguen teniendo miedo por la calle. "Es normal", opina Kilian.
“Claro que sí” ha conseguido meterle el miedo en el cuerpo aquel hombre, confiesa. “Pero no por mí, sino por él”, su “Manolito”, como llaman cariñosamente sus padres a Jubaer por la dificultad para pronunciar su nombre ('Yubaer').
Él es más tranquilo, lo que enamora y a la vez enerva a su enamoradísima esposa. “Mi marido es un cachito de pan y yo sé que él se queda quieto (si le acosan). Yo no, yo me lanzo. No quiero que le pase más nada”. Las primeras semanas tras la agresión a Kilian le costaba conciliar el sueño, preocupada porque a su marido le fuera a pasar algo si tenía que tomar el tren al día siguiente. Incluso le pide que conecte la cámara de su móvil cuando va por la calle para ver que está bien.
Mi marido es un cachito de pan y yo sé que él se queda quieto (si le acosan). Yo no, yo me lanzo
“Me cuida y me quiere mucho”, apunta Jubaer. “I love you crazy” (“Te quiero locamente”), responde ella con ternura. Es “muy tranquilo, paciente, muy parecido a mi padre”, comenta Kilian. El joven bangladesí estudió un máster en negocios y otro en marketing, habla bengalí, hindi, paquistaní, inglés y entiende árabe. Pero el español le cuesta, admite. Espera poder trabajar pronto. Algún día, quizá dentro de un par de años, la pareja espera ir a España a vivir. Mientras tanto, siguen pagando sus impuestos y sin pedir nada al Gobierno, “como todo el mundo”, recalca Kilian, que ya volvió al tajo.
A los racistas les diría que “no vale la pena, todos somos iguales. No veo yo por qué tienen que ser racistas con los demás. Cuando ellos vienen a nuestros países, nosotros no les hacemos nada y los tratamos muy bien”. Por cierto, ella también ha tenido que aprender a chapurrear algo de bengalí para poder comunicarse con su suegra, que también vive a miles de kilómetros en Bangladés. Jubaer tiene diez hermanos, de los cuales dos ya fallecieron, pero sueña medio en broma medio en serio con formar una familia numerosa junto a Kilian. Ella ríe: “Yo, uno: el del susto y ya”.
Se les nota compenetrados, felices, sin importarles las diferencias que incluso les obligan a comunicarse en un idioma que ninguno de los dos domina. El amor no les falta y si algo hace su distinto tono de piel, es dar color a su vida. Kilian ríe, Jubaer deja escapar también una risilla a su timidez. No necesitan nada más. Se han salvado mutuamente.