Tragedia en el hotel Rigopiano: “Vi caer la montaña”
Unas 30 personas continúan desaparecidas después de que un alud sepultara el hotel en el centro de Italia.
20 enero, 2017 02:19Noticias relacionadas
“Giampiero y el resto de huéspedes habían pagado y estaban listos para salir una vez que vinieran la máquinas quitanieves. Les habían dicho que llegarían sobre las 3 de la tarde, pero después lo pospusieron hasta las 7”, dijo a los medios italianos Quintino Parete, jefe de Giampiero, uno de los dos supervivientes del alud.
Quintino aseguró que había recibido una llamada de su empleado sobre las 17:40 en la que “pedía ayuda desesperadamente”. Un golpe de suerte le hizo salir del establecimiento poco antes de que la nieve sepultara el hotel Rigopiano, un alojamiento de lujo para esquiadores, situado en la localidad de Farindola, en la cordillera central de los Apeninos.
Giampiero se refugió en su coche y esperó a que llegaran a sacarlo los equipos de rescate, que sólo fueron capaces de acceder hasta el lugar con esquíes, horas más tarde de la avalancha de nieve. “Vi caer la montaña”, dijo al Corriere della Sera.
El resto de los huéspedes no consiguieron aguantar. Se estima que eran unas 30 las personas que se encontraban dentro, 22 clientes –entre ellos cuatro niños- y ocho trabajadores del hotel. El Rigopiano era un establecimiento de cuatro estrellas, en el que solían hospedarse italianos y extranjeros que acudían a las pistas de esquí cercanas. Ahora la Fiscalía de la provincia de Pescara ha abierto una investigación para determinar si pudo haber homicidio culposo por parte de los dueños.
La carretera que va hacia el hotel del alud está cerrada porque hay una capa de nieve de 3,5 metros
Lo cierto es que con terremoto o sin él –y fueron cuatro los movimientos sísmicos por encima de una magnitud 5 que se produjeron este lunes- la situación en la zona era ya crítica debido a las fuertes nevadas de los últimos días. Una vez pasado el último de los túneles que lleva de la carretera principal al Gran Sasso, el macizo montañoso más alto de la Italia central, se abre un camino con nieve a unos dos metros de altura, que las máquinas quitanieves han logrado abrir.
Hasta allí se había desplazado el Ejército en los últimos días. Aunque no había rastro de él en Colledara, una pequeña localidad a unos 30 kilómetros del hotel, que se presenta como el último punto cercano al establecimiento al que se puede llegar en coche.
Siempre hay alguno que está peor
A la gasolinera de la entrada del municipio, las colas dan una imagen de desabastecimiento. Llevan días sin agua caliente, calefacción ni luz. A unos 10 grados bajo cero por las noches.
Los propios vecinos apartan con palas la nieve de delante de sus casas, porque incluso el acceso para las máquinas es casi imposible. El vicealcalde de la localidad, Gesidio Frale, que insiste en ofrecer una visita guiada por las nevadas calles del pueblo, asegura que “la carretera que va hacia el hotel del alud está cerrada porque hay una capa de nieve de 3,5 metros”.
Los equipos de rescate intentan acceder desde otras vías, desde la carretera que llega desde Pescara, al este. En Colledara se lamenta la situación de los huéspedes del Rigopiano, pero también tienen lo suyo. El único hotel que hay en esta localidad “está siendo habilitado para los ancianos, niños y enfermos, ya que allí tienen generadores eléctricos”, sostiene el vicealcalde.
Nunca ha sucedido un desastre de ese tipo que yo recuerde
Mantiene Gesidio que no se recordaba una nevada así en décadas. Y utilizando un pseudo-latinisimo, dolcis in fundo –que viene a decir que lo bueno viene al final-, asegura que ya les tocó vivir los terremotos del pasado verano, que hubo entonces 300 evacuados y que ahora tienen que lidiar con otro movimiento sísmico, que somete a una zona en la que habitan más de 80.000 personas.
“Siempre hay alguno que está peor”, asegura Adriana, una mujer de unos 50 años, que sale a la calle, ni siquiera del todo abrigada, para sacar a su perro. Se refiere a quienes han quedado sepultados en el hotel de Farindola, a los que ya casi se da por perdidos.
“Nunca ha sucedido un desastre de ese tipo que yo recuerde”, añade Bernardo, otro vecino del pueblo. “Las carreteras están bloqueadas, no podemos llamar por teléfono, es como si hubiéramos vuelto a una situación de hace 50 años”, opina. Al caer la noche, el humo de los coches se hace más visible entre la nieve y la gente intenta buscar refugio cuando comienza de nuevo la ventisca.