La relación de Turquía con la Unión Europea no pasa por su mejor momento. Aunque en los últimos años no han faltado puntos de fricción -desde el acuerdo sobre los refugiados hasta el eterno debate que no lleva a puerto su adhesión al bloque europeo-, la escalada de tensión en plena campaña hacia el referéndum que decidirá si Turquía adopta un sistema presidencialista hace temer un mayor daño a largo plazo sobre las relaciones políticas y económicas.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha acusado este jueves a Europa de empezar una "cruzada" contra el islam refiriéndose a la decisión del Tribunal Europeo de permitir que las empresas prohíban el uso del velo islámico durante el horario laboral. "Han empezado una cruzada, no hay otra explicación. Europa se acerca a los tiempos antes de la II Guerra Mundial", ha asegurado el mandatario en un evento en la ciudad turca de Sakarya.
En la resaca de las elecciones generales de Países Bajos, país con el que Turquía tiene una herida diplomática abierta desde el pasado fin de semana cuando no permitió que se desarrollaran actos de campaña electoral de cara al referéndum turco del próximo mes, Erdogan ha vuelto a tachar de "fascista" al país y ha adviertido al primer ministro, Mark Rutte, que "han perdido la amistad de Turquía". Ante los primeros ataques, Rutte no dudó en tildar de "histérico, molesto e inaceptable" el tono que estaba adoptando Erdogan para gestionar el conflicto.
El primer ministro holandés no es el único que ha tratado de parar la verborrea del presidente turco, que ha llegado a pedir "sanciones internacionales, incluidas por parte de la UE" para Países Bajos.
El presidente francés, François Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel, han considerado "inaceptables" las alusiones al nazismo que ha hecho Erdogan en los últimos días y han coincidido en que los mítines de políticos turcos en sus respectivos países solo pueden ser autorizados si cumplen "de forma estricta" las normas de cada Estado. "Los actos podrán ser autorizados únicamente cuando cumplan unas condiciones concretas", han indicado. "Deben ser comunicados a su debido tiempo y de forma transparente".
Ante el apoyo que la UE ha dado en bloque a Holanda, las autoridades turcas han tratado de llevar la confrontación al plano religioso, ampliando sus amenazas al conjunto de los 28. El ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, ha añadido más madera valorando el resultado de los comicios holandeses y asegurando que Europa se dirige hacia una "guerra de religiones". "¿Adónde estáis llevando a Europa? La estáis arrastrando al abismo. Pronto empezarán las guerras de religión", ha dicho Çavusoglu.
La crisis estratégica de Erdogan
El próximo 16 de abril, Turquía votará para decidir si reforma su constitución para cambiar del actual sistema parlamentario a un sistema presidencialista que, además de suprimir la figura del primer ministro, reduciría la capacidad de control parlamentario sobre el poder Ejecutivo. Si gana el 'Sí', Erdogan asumiría el rol ejecutivo del que ahora carece y le permitiría permanecer en el poder una década más, algo que defiende como necesario para garantizar la estabilidad del país, sumido en dificultades económicas y una ola de atentados.
Para el gobernante Partido de Justicia y Desarrollo turco (AKP, islamista en el Gobierno), la comunidad turca residente en el extranjero es un importante caladero de votos que podría influir en el referéndum, cuyos resultados se presentan muy ajustados, de acuerdo con lo que indican las encuestas.
A un mes de la celebración del referéndum, los expertos plantean ya que el Gobierno de Erdogan esté tensando las relaciones con la UE en un intento de atraer el voto de los ultranacionalistas turcos que residen tanto en Europa como en Turquía.
Antes de que estallara esta crisis, el primer ministro turco, Binali Yildirim, había reconocido públicamente que la tensión por la campaña que ha desarrollado el ultraderechista Geert Wilders, del Partido por la Libertad, podría dificultar la celebración de mítines de campaña, por lo que veían necesario posponer los actos.
Sin embargo, el AKP de Yildririm dio un giro de timón y presionó para celebrar un mítin en suelo holandés a tres días de las generales, desencadenando una crisis diplomática que ha hecho sospechar a los expertos que se trata de un intento calculado de confrontación con las autoridades holandesas para atraer el voto de los ultranacionalistas turcos que residen tanto en Europa como en Turquía.
"La escalada de la crisis política entre Turquía y Países Bajos ha reforzado la preocupación de que el presidente Erdogan y el gobernante AKP buscan ganar fuerza política a corto plazo al coste de serios daños para las relaciones comerciales, económicas y políticas a largo plazo", explica el copresidente de la consultora Teneo Intelligence, Wolfango Piccoli, en un informe.
Los sondeos sugieren que el electorado turco está muy dividido, con alrededor de un 40% planeando dar un 'Sí' a la reforma de Erdogan, frente al 40% que se plantean el 'No'. El 20% restante están aún indecisos. Desde el Partido de Acción Nacionalista (MHP) han pedido a sus votantes que apoyen la reforma, aunque los sondeos apuntan que un 80% de su base de votantes estaría también indecisa.
El peligro para las relaciones a largo plazo
El tono de las autoridades turcas parece señalar una creciente brecha entre Turquía y la UE. La situación "va más allá de un mero desencuentro diplomático y es síntoma de un problema mayor", escribió Ibrahim Kalin, consejero y portavoz de Erdogan, en una columna publicada en un periódico turco el pasado martes. "Los políticos europeos están cayendo en el tipo de racismo y populismo antislamista que socava los principales valores de la democracia, urbanidad, multiculturalismo y derechos humanos".
En 2016, el 60% de los bienes que Turquía exportó tuvo como destino algún miembro de la UE. Europa representa dos tercios de la inversión extranjera directa que recibe el país, además de ser el destino turístico favorito de muchos ciudadanos europeos.
Holanda, el objetivo de los últimos ataques de Erdogan, destina por sí sola alrededor de un 14% de la inversión extranjera directa que recibe Turquía en un momento en que este flujo de dinero se ha reducido a la mitad, pasando de 12.100 millones de dólares en 2015 a 6.700 millones en 2016, según los datos del Banco Central turco. La economía no acompaña: el crecimiento ha sido negativo en el último trimestre y el Gobierno ha publicado esta semana el peor registro de déficit y desempleo desde los inicios de la crisis de 2008.
"La pregunta clave es si podemos romper las relaciones políticas sin dañar las económicas, y no creo que eso sea posible", explica la consultora Atilla Yesilada, de GlobalSource Partners, según Bloomberg. "No digo que Erdogan no pueda hacerlo, pero creo que es un farol. Necesitamos vender nuestros textiles y otros bienes a Europa, porque no somos una economía con recursos. No somos Rusia".