Bruselas

Es una de las lunas de miel más breves que se recuerdan en Bruselas. Del alivio el pasado domingo por la derrota de la ultraderechista y eurófoba Marine Le Pen y la euforia y las buenas palabras tras el triunfo de Emmanuel Macron, al que se consideraba capaz de resucitar la Unión con su entusiasmo europeísta, los dirigentes comunitarios han pasado en cuestión de horas a leerle la cartilla al nuevo presidente francés y a ponerle deberes. La tarea más urgente: controlar el gasto público y reducir el déficit.

Macron volverá a escuchar el mismo mensaje durante su primera visita como presidente a Berlín el próximo lunes. Allí se reunirá con la canciller, Angela Merkel, a la que tiene previsto exponerle algunos de sus planes para reformar la UE, según ha adelantado el Financial Times. Pero lejos de darle un espaldarazo, tanto Alemania como la Comisión Europea han acogido con frialdad las propuestas del líder centrista de La République En Marche.

El primero en abrir fuego contra Macron ha sido el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. Lo hizo ya el lunes, cuando no había transcurrido ni un día de su elección como presidente, y simbólicamente desde Berlín, donde asistía a la presentación de un libro del ministro de Exteriores alemán, Sigmar Gabriel. "Con Francia nos enfrentamos a un problema particular. Los franceses gastan demasiado dinero y gastan en los lugares equivocados", dijo Juncker.

"Los franceses consagran entre el 53% y el 57% de su producto interior bruto al gasto público y teniendo en cuenta el nivel relativamente alto de su deuda, eso no puede funcionar de forma sostenible", alega el político luxemburgués. En concreto, el nivel de gasto público de Francia ascendió al 56,2% del PIB el año pasado y es el más alto de toda la UE, según Eurostat. La deuda pública está en el 96% del PIB y seguirá subiendo en los próximos años.

Para el presidente de la Comisión, es imprescindible que el futuro Gobierno francés haga "un gesto" hacia el resto de socios europeos poniendo en marcha las reformas y ajustes necesarios. Juncker no mencionó expresamente a Alemania, pero uno de los principales factores que explican el bloqueo del motor franco-alemán y la posición subordinada que París viene ocupando respecto a Berlín durante la última década es el estancamiento de la economía gala y su incumplimiento sistemático de las reglas de déficit de la UE.

Macron, dispuesto a rebajar el déficit

El propio Ejecutivo comunitario ha vuelto a añadir leña al fuego del debate con sus previsiones económicas de otoño publicadas este jueves. Bruselas empeora sus pronósticos sobre el déficit francés tanto para este año como para el que viene. El desfase presupuestario será del 3% en 2017, justo en el límite que marca el Pacto de Estabilidad, pero volverá a rebasarlo con el 3,2% en 2018. Francia se destacará entonces como el país con el déficit más alto de la eurozona.

El comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, que ya votó por Macron durante la primera vuelta de las presidenciales pese a pertenecer al partido socialista, dice que el nuevo Gobierno francés todavía está a tiempo de corregir la situación y escapar de una multa de la UE. "Mi mensaje no es un mensaje de presión, en ningún caso un mensaje de sanción, es un mensaje de confianza y de bienvenida", aseguró Moscovici en rueda de prensa.

La gran paradoja de estos avisos que desde el minuto uno le lanza la UE es que es el propio Macron el que se ha comprometido a bajar el gasto público y cumplir el déficit para poder entonces discutir en pie de igualdad con Alemania. En concreto, su programa prevé un recorte de 60.000 millones de euros en cinco años, con medidas como la supresión de 120.000 puestos de funcionarios. 

"Francia es el país de la UE que gasta más dinero público, lo que crea una deuda considerable y manifiestamente no es bueno para la economía porque si fuera la solución, Francia debería ser también el país más próspero de Europa y no es así", ha dicho en una entrevista a la radio suiza RTS la eurodiputada liberal Sylvie Goulard, asesora de Macron en temas europeos.

"Si decimos que en cinco años queremos reducir el gasto público en dos o tres puntos, eso no es austeridad sino buena gestión", sostiene Goulard. La eurodiputada acompañó al candidato Macron durante su anterior visita a Berlín en marzo, durante la que también hubo reunión con Merkel, y ahora su nombre está en todas las quinielas para entrar en el Gobierno.

Berlín y Bruselas dicen no

Pero el nuevo presidente francés quiere combinar los recortes en casa con una política económica más expansiva a escala de la UE. Y es ahí donde choca con Berlín y Bruselas. La propuesta estrella de Macron para Europa es crear un ministro de Economía y un Parlamento de la eurozona, pero sobre todo un presupuesto federal para los Estados que comparten la moneda única, que sirva para prestar asistencia financiera urgente a los países en crisis.

Es una medida que ya está sobre la mesa desde hace años, pero que Alemania veta porque teme que se convierta en el primer paso hacia los eurobonos y las transferencias constantes de dinero del norte al sur. "¿Cuánto nos costará Macron?", clamaba en portada el popular tabloide Bild el pasado martes.

Merkel quiere "ayudar" al nuevo presidente francés, especialmente a reducir el paro en Francia. Pero a la hora de la verdad, no está dispuesta a cambiar de política económica, ni en Europa ni aumentando la inversión en Alemania. Su ministro de Economía, Wolfgang Schäuble, ha dicho en una entrevista a La Repubblica, que los planes de Macron obligarían a una reforma de los Tratados de la UE, de la que nadie tiene ahora apetito en las capitales comunitarias.

El otro motivo de choque temprano entre Macron y Bruselas ha sido la política comercial. En teoría, el presidente electo y la Comisión están de acuerdo en la necesidad de ayudar a los perdedores de la globalización. De hecho, el Ejecutivo comunitario acaba de presentar un plan para repartir mejor los beneficios de la apertura exterior. El problema viene a la hora de aterrizar. Bruselas no propone de momento medidas concretas, pero dice que las de Macron no se ajustan a la legislación de la UE.

El presidente electo francés quiere reservar el acceso a los mercados públicos europeos a las empresas que localicen al menos la mitad de su producción en Europa. Una Buy European Act que recuerda al America First del presidente estadounidense Donald Trump.

"Si quiere fijar cuotas para que las autoridades públicas compren productos y servicios basándose únicamente en el origen geográfico, independientemente del precio y la calidad, eso no se ajusta bien a nuestros principios de licitación pública, cuyo objetivo es proteger los intereses de los contribuyentes", le ha contestado esta semana el vicepresidente de la Comisión, Jyrki Katainen.

Pese a las críticas de Bruselas, Macron no desiste y la Buy European Act será una de sus principales propuestas para Merkel el lunes, según el FT. Falta por saber si la canciller se mostrará esta vez más receptiva.

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