Emmanuel Macron llegó al Elíseo hace menos de un mes prometiendo regenerar Francia. Exbanquero, exministro y exsocialista, el nuevo presidente galo le ha quitado el puesto a su mentor político, Hollande, intentando romper con todo lo que ha ensuciado la política francesa. Sin embargo, tan sólo dos semanas después de construir un Ejecutivo a medida, paritario y con una estudiada pluralidad política para ganar votos en las legislativas del 11 y el 18 de junio, Macron tiene un problema.
La mancha en su inmaculado expediente se llama Richard Ferrand, uno de los ministros que seleccionó cuidadosamente para evitar sorpresas. La Fiscalía de Brest ha decidido este jueves investigar formalmente al ministro de Cohesión Territorial por sospechas de nepotismo.
La Justicia francesa quiere aclarar si hay delito en una operación urbanística que se produjo a finales de 2010, cuando estaba al frente de una mutua de seguros, Les Mutuelles de Bretagne. Su pareja sentimental alquiló unos locales en la ciudad de Brest a este mutua. La operación le permitió obtener un crédito bancario de 400.000 euros que correspondía a la totalidad de esa inversión. Es decir, su aportación y el riesgo financiero que asumía eran prácticamente nulos.
Además, de ocupar un puesto destacado en el Gabinete de Macron, Ferrand es uno de los principales ‘fontaneros’ de la plataforma política que ha llevado al poder al presidente más joven de la V República.
Suya es la responsabilidad de haber articulado un partido político en tiempo récord para concurrir a unas elecciones que serán claves para la gobernabilidad de Francia. Ostenta la secretaría general de La República en Marcha, la marca electoral que, según los sondeos, tendrá la mayoría que necesita Macron en la Asamblea Nacional. También supervisó de manera exhaustiva la selección de las listas, un complicado equilibrio de miembros de la sociedad civil, políticos de segunda fila y ‘paracaídistas’ de otros partidos.
Rehén de sus palabras
Además de ser una figura clave en el Elíseo, Ferrand es prisionero de la ejemplaridad que quiere impregnar Macron. También es rehén de sus propias palabras. “Todo lo que he hecho en mi vida profesional es legal, público y transparente. No me preocupa la acción de la Justicia”, defendía el ministro horas antes de conocer la apertura de una investigación judicial.
La presunta combinación de negocios, familia y política en la que está envuelto recuerda al affaire de Fillon y los empleos ficticios para su mujer en el Parlamento. Un asunto que a punto estuvo de provocar su renuncia en plena campaña y que contribuyó en buen grado a empeorar los resultados electorales del partido conservador.
En este caso, están por verse las consecuencias políticas. Hasta hace unas horas, cuando el escándalo sólo estaba en los periódicos y no en los tribunales, Ferrand negaba cualquier posibilidad de dimitir del cargo. Este jueves ha guardado silencio y desde su equipo más cercano se han limitado a indicar que el ministro no tenía “actos previstos en su agenda pública” este jueves, informa Le Figaro. El presidente Macron también ha mantenido silencio.
El que sí se ha pronunciado es el ministro de Justicia, que tenía la papeleta de presentar, precisamente este jueves, la ley de moralización de la vida pública, una de las promesas estrella de Macron para luchar contra la corrupción. “Es una prueba de que la independencia judicial existe”, ha zanjado François Bayrou durante el acto. Tanto el primer ministro como el portavoz del Gobierno han mantenido prietas las filas. “La investigación judicial preliminar no es motivo para que Ferrand deje el Ejecutivo”, ha proclamado Édouard Philippe.
Abandone o no el Ejecutivo, Richard Ferrand se puede convertir en un peso más que incómodo para Macron. Especialmente cuando faltan 10 días para las legislativas. Si La República en Marcha no consigue una mayoría en la Cámara Baja su presidencia se complicará y se verá obligado a llegar a acuerdos puntuales con los partidos a su derecha y a su izquierda. No hay sondeos que recojan el impacto de la investigación al ministro pero los lectores del periódico francés Le Figaro lo tienen claro. Según esta encuesta, más del 80% cree que Ferrand debería dimitir.