La caída de la alcaldesa italiana de los refugiados
La alcaldesa de Lampedusa espera que su derrota electoral no se interprete como el final de la solidaridad y la acogida con los inmigrantes.
14 junio, 2017 03:57Hace menos de dos meses recibió el Premio Houphouet-Boigny por su compromiso por la paz que otorga cada año la Unesco. Giuseppina Maria Nicolini fue elegida alcaldesa de Lampedusa en 2012, cuando la isla comenzaba a recibir a los primeros refugiados que huían de Libia ante un limitado interés mediático, y terminó por aupar a los poco más de 6.000 habitantes de este pedazo de tierra en candidatos al Nobel de la Paz.
Giusi, como es conocida por todos, convirtió la acogida en bandera, pero ahora esos mismos habitantes le han dado la espalda en las elecciones municipales celebradas el pasado domingo, en las que ha quedado en tercer lugar.
Al teléfono de la alcaldesa saliente no responde nadie, tampoco al email. Desde el Ayuntamiento de Lampedusa aseguran que todos los miembros de su equipo están fuera y no regresarán hasta la próxima semana. En la prensa italiana señalan que el día después de las elecciones estuvo recluida en su despacho “fotocopiando documentos delicados” con el único apoyo de dos de sus colaboradores, en lo que interpretan como la “imagen de la soledad” en la que se encontraba.
El diario La Repubblica fue capaz de realizar una entrevista, en la que Nicolini no ocultaba su decepción y aseguraba que espera que “la caída no sea interpretada como la derrota de los alcaldes que predican la acogida solidaria de los migrantes”.
Antes incluso de ser elegida, el Gobierno italiano ya había activado la llamada Emergencia Norte de África. Tras el terremoto de las primaveras árabes, más de 50.000 personas llegaron a Lampedusa en 2011, la mayoría tunecinos que salían desde Libia. Se calcula que Italia gastó cerca de 1.000 millones de euros para poner en marcha un sistema de acogida, que ha ido variando con el paso de los años. Sin embargo, los migrantes continuaban arribando –en aquel momento desembarcaban por sí mismos, sin necesidad de ser rescatados-, hasta que tras un naufragio con una veintena de muertos en noviembre de 2012, la alcaldesa apareció en televisión llorando: “Basta. ¿A qué estamos esperando? Es un horror continuo, es la vergüenza y el deshonor de todos. Estoy escandalizada por el silencio de Europa”.
Nacida en Lampedusa, 49 años en aquella fecha y pasado ecologista, había llegado a la alcaldía bajo la sombra de la corrupción de la anterior administración. Concurrió bajo una lista ciudadana, aunque encontró sintonía con el socialdemócrata Partido Democrático (PD), que desde entonces hasta hoy gobierna el país. Se desgañitó pidiendo fondos y tratando de convencer a la población de que “no había ninguna invasión, sino una crisis humanitaria”.
La imagen de la acogida
Un grito que quedó en evidencia en octubre de 2013, cuando se produjo aquel naufragio a pocos metros de las costas de Lampedusa, en el que murieron 360 personas. Después, muchos más. La puesta en marcha de la Operación italiana Tritón, la visita del papa, el operativo europeo Mare Nostrum, el centro de primera acogida, la identificación… Siempre con la edil al frente, como queriendo decir: ‘Os lo advertí’.
Nicolini se convirtió en la ‘alcaldesa de los refugiados’. La imagen de la acogida, de la Italia que se bate el cobre, que desde el Gobierno trataron siempre de exportar. Tanto que el ex primer ministro, Matteo Renzi, experto en arrimarse a sus héroes nacionales, le dio un puesto en la secretaría general del PD, pese a que ella no tenía siquiera carné del partido. Se especuló con que concurriría a las próximas elecciones regionales en Sicilia –de la que depende Lampedusa- y el expremier culminó sus honores invitándola a la cena de gala en la Casa Blanca, que el pasado octubre Obama había preparado para Renzi y el grupo de personas selectas de las que éste se quisiera rodear.
Tocada o no por el gafe del ex presidente del Gobierno, que poco después se vio abocado a dimitir, Nicolini se ha visto envuelta en una lucha intestina muy italiana. Con el apoyo de la dirección nacional, pero no local, perdió las elecciones ante otro candidato del entorno del PD que, sin embargo, se presentaba bajo una lista cívica. Así se tejen las cosas en este país. La alcaldesa saliente no atiende al teléfono, pero sí su adversario, Salvatore Martello, quien ya fue, por cierto, primer edil durante dos legislaturas hasta 2001.
“A partir de ahora, el Ayuntamiento de Lampedusa no se ocupará sólo de la acogida de modo mediático”, acusa Martello desde la isla. Según el vencedor de los comicios, Nicolini ha sido la cara visible de la crisis, pero “ni ha invertido en la ciudad el dinero que ha ido otorgando el Gobierno ni ha habido un modelo migratorio serio”. El alcalde electo declara que “será necesario revisar la gestión migratoria” y aunque subraya que no pretende acabar con la tradición de acogida, sí que repite que no es tolerable que el actual centro de identificación de migrantes esté siempre lleno y que será necesario reubicar a los recién llegados en otras ciudades.
A diferencia de lo que ocurría al inicio de la crisis, quienes salen de África no llegan ya por sus propios medios a Lampedusa. Y precisamente ante el gran número y la escasez de recursos, la mayoría son transportados a Sicilia y no a esta pequeña isla, en la que el único centro ya no es de acogida sino de identificación. Martello, que también es presidente del Consorcio de Pescadores de Lampedusa, una de las principales actividades económicas de la isla, asegura que la política migratoria “lo ha absorbido todo, por lo que la alcaldesa ha olvidado los verdaderos problemas del territorio”.
Una opinión compartida por el presidente de la Asociación Hotelera de Lampedusa, Giovanni Lombardo, que asegura que debido a su situación geográfica “el transporte, la sanidad o la gestión de los recursos son asuntos que han quedado en un segundo plano”. Según los datos de su asociación, el 80% de los habitantes de la isla dependen de una forma u otra del turismo, un sector que lógicamente ha sufrido en estos años. Lombardo no culpa en este sentido a la ex alcaldesa, pero advierte que “los problemas en estos campos son enormes y si los ciudadanos ven que eso no cambia, es normal que se sientan abandonados”.
Las cifras que maneja el colectivo señalan que hasta 2014, los hoteles estuvieron al 20 o 25% de su capacidad, mientras que ahora ya van por el 60%. “Cuando la acogida se entiende como una emergencia, es una catástrofe para nosotros. Los refugiados no atraen a los turistas”, señala Lombardo. Ahora, “si la imagen que se transmite es la de Lampedusa como lugar de hospitalidad, sí debería ser positivo”, agrega. Acogida sí, pero que otros afronten también el problema, es lo que parece transmitir el nuevo alcalde. Más o menos lo que le reclama Italia al resto de Europa tras seis años de crisis.