Lisboa

Con al menos 64 víctimas mortales y más de 60 heridos, el incendio de Pedrógão Grande es el peor desastre de la historia reciente de Portugal. Durante las últimas 48 horas los portugueses han entrado en un estado de shock colectivo ante las noticias dantescas que les llegan desde las zonas más afectadas.

Incendio en Portugal, más de 60 muertos

Los ciudadanos del país vecino se muestran particularmente conmocionados por la muerte de medio centenar de personas –entre ellos, varios niños y numerosos turistas–, calcinados en sus coches mientras intentaban huir de las llamas en la carretera nacional 236.

En el primer acto de lo que sin duda será un largo proceso de recuperación, la noche del domingo el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, promulgaba el decreto de tres días de luto oficial –que comienzan hoy, lunes–, para marcar la muerte “indigna” de tantas personas inocentes.

“Esta tragedia ha alcanzado a los portugueses de los que menos se habla, los que pertenecen al mundo rural, aislado, de los más ancianos, los más difíciles de contactar, proteger y salvar”, declaraba el jefe del Estado. “Estamos unidos en un sentido de pesar ilimitado”.

Con las banderas a media asta por todo el país, más de 2.150 efectivos participan en la lucha contra las llamas, entre ellas una treintena de bomberos del cuerpo de Emergencia y Respuesta Inmediata de la Comunidad de Madrid (ERICAM), 200 brigadistas y seis aviones antiincendios. El incendio, que se inició la tarde del sábado, sigue sin estar controlado y durante la madrugada del lunes se expandió desde el distrito de Leiría a Coimbra y Castelo Branco.



Aunque las autoridades lusas mantienen la esperanza de que la acción conjunta pueda permitir que se controle el incendio –que actualmente tiene cuatro frentes activos–, el secretario de Estado de Administración Interna, Jorge Gomes, ha sido realista en su última comparecencia ante los medios: todo apunta a que el número de víctimas incrementará así consiguen acceder a las zonas que han estado cercadas por las llamas e incomunicadas desde el sábado.



Mientras continúan las labores de extinción, muchos se preguntan cómo es posible que un incendio forestal –uno entre los 25 que actualmente afectan el país vecino– se haya llevado a tantas personas por delante. La respuesta a esta incógnita es complicada.



Una combinación mortal



Aunque el 98% de los fuegos en Portugal son provocados por acciones humanas –la mayoría por accidente, y sin trasfondo criminal–, en este caso la Policía Judicial lusa tiene claro que el incendio comenzó como resultado de un rayo caído durante una tormenta seca que afectó la zona el sábado por la tarde. El rayo cayó sobre un árbol seco, en una zona forestal donde abundaban materiales naturales inflamables.



En otro momento del año estos factores no habrían tenido un desenlace tan mortal, pero las altísimas temperaturas registradas en Portugal este fin de semana, junto al fuerte viento seco, permitió la creación de un auténtico huracán de fuego que devoró todo lo que se encontró por delante. Testigos hablan de una tormenta de llamas que venía de todas direcciones, y de brisas calurosas que transportaban pequeños focos de fuego a todas partes.



La rapidez con la que se propagó el incendio fue tal que alcanzó a los conductores que se dirigían por la carretera nacional 236 mucho antes de que los bomberos llegasen a la zona, antes incluso de que estos pudieran cortar el paso a los vehículos. En palabras del alcalde de Pedrógão Grande, Valdemas Alves, “se dirigieron hacia una ratonera mortal”.

El fuego destroza la masa forestal.

Complicaciones geográficas

Aunque Portugal y España sufren de las mismas altas temperaturas en verano, una diferencia clave entre los países vecinos es la complicada topografía del centro y norte del país. Estas zonas, que cuentan con densos bosques, están llenos de valles aislados y vías que se adaptan necesariamente a un sinfín de montes. A diferencia de Galicia, estás zonas son secas, y este año de sequía convirtió un escenario ya peligroso en uno idóneo para grandes incendios.



“Estamos ante un escenario tremendamente complicado”, explicaba la ministra de la Administración Interna, Constança Urbano de Sousa, ante los medios el lunes. “Intentamos auxiliar a personas que están aisladas en aldeas de muy difícil acceso, muchas de las cuales sólo están conectadas con el resto del municipio a través de una última carretera, y rodeadas por montes que nuestros equipos no consiguen atravesar fácilmente”.



Estos paisajes, tan admirados por turistas rurales en otras épocas del año, se han convertido en el principal obstáculo para bomberos que intentan acceder a pequeñas aldeas, muchas de ellas pobladas casi completamente por personas mayores.



Otras particularidades separan al panorama luso del español en este ámbito. Portugal es uno de los países de la Unión Europea con el mayor porcentaje de bosques en manos privadas. Aunque existen leyes que obligan a los dueños de esas propiedades limpiarlas y dejarlas libres de los escombros naturales que sirven de combustible cuando se producen grandes incendios, en la práctica este tipo de reglamento se aplica poco.



Un problema adicional es la omnipresencia de árboles de eucalipto –una especie invasiva– por todo el territorio nacional. Empresarios lusos utilizan eucalipto para producir papel y otros bienes, pero estos árboles, que literalmente sudan oleo durante el verano, son lo que arden más fácilmente cuando existen las condiciones para producirse un incendio.



Los efectos de la crisis



La desastrosa crisis económica que devastó el país durante los últimos años también tiene su papel en esta tragedia, pues Portugal lleva más de una década a la espera de la aplicación del ambicioso Plan Nacional para la Defensa Forestal, cuya elaboración, increíblemente, fue responsabilidad del actual primer ministro y entonces ministro de la Administración Interna, António Costa.



El programa preveía todo tipo de medidas para evitar la propagación de grandes incendios y así no tener que depender tanto de los bomberos, la mayoría de los cuales son voluntarios. Técnicos de Instituto Superior de Agronomía elaboraron un plan que contaba con la participación de ingenieros militares para establecer grandes cortafuegos por todos los bosques lusos, y se contemplaba la reforestación de grandes zonas quemadas con árboles mucho más resistentes al fuego.

Además, se proponía la creación de una nueva unidad de alto nivel de los bomberos, zapadores forestales y militares, que se dedicarían exclusivamente a estos asuntos de manera independiente, sin la confusión actual que crea un sistema compartido entre el ministerio de Administración Interna y el de Agricultura. Los miembros de esta nueva unidad se dedicarían a luchar contra los incendios en el verano y preparar los bosques para evitar incendios durante los meses de invierno.

Un coche quemado por el incendio.



Aunque la propuesta fue bien recibida, su presupuesto de 700 millones de euros fue rechazado por el Gobierno del socialista José Sócrates, que ya comenzaba a sentir los efectos tempranos de la crisis económica que llevaría al rescate del país. El Plan fue archivado, y en vez de reforzar los servicios forestales encargados de prevenir incendios, estos fueron recortados. Actualmente el cuerpo de vigilantes del servicio forestal luso –que se encarga, entre otras funciones, de alertar cuando se producen incendios– cuenta con apenas 120 operativos para supervisar el estado de todas las zonas naturales del país vecino.

Aunque la tragedia de Pedrógão Grande fue el resultado de una tormenta perfecta de factores, esos mismos factores eran previsibles, y medidas podrían haber sido tomadas para evitar el fatal desenlace de aquel rayo. Una vez esté controlado el incendio, queda por ver si Portugal tomará medidas para remediar los errores del pasado, o seguir por el camino que llevó a tantas muertes este fin de semana.