La ciudad natal del filósofo alemán espera que la polémica estatua no empañe el buen momento de la relación germano-china.
“Todo lo que sé es que no soy un marxista”. Esas palabras se atribuyen a Karl Marx, autor del célebre libro El Capital. Las habría pronunciado a finales del siglo diecinueve. Sin embargo, algo más de un siglo después, resulta fácil imaginarse diciendo lo mismo a Wolfram Leibe, el alcalde de Tréveris. En esta pequeña ciudad del oeste alemán habitada hoy día por algo más de 100.000 personas nació Karl Marx en 1818. El próximo año se celebra el segundo centenario de ese nacimiento.
Leibe ha tenido que pelear lo suyo para convencer en su ayuntamiento de la conveniencia de aceptar un regalo de China que no es otra que un monumento a Karl Marx. Leibe ha logrado persuadir a la mayoría de sus ciudadanos de que es una buena idea instalar en la ciudad un monumento de homenaje a Marx procedente de China, una dictadura? comunista.
“La estatua medirá cinco metros y medio de alto, incluyendo la base. Esa altura se explica por la fecha de nacimiento de Karl Marx el 5 de mayo, 5 del 5, de 1818”, explica a EL ESPAÑOL Leibe. Él no es marxista. Es miembro del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). El SPD abandonó oficialmente los principios marxistas en 1959, mucho después de que lo hiciera el propio Karl Marx, quien en su vida “nunca se cansó de repetir que no era marxista”, según ha explicado el historiador germano Wolfgang Leonhard, uno de los grandes especialistas del marxismo que ha tenido Alemania.
En Tréveris existe una Casa-Museo de Karl Marx – de la que se ocupa la fundación de inspiración socialdemócrata Friedrich-Ebert –, pero falta una estatua dedicada al célebre filósofo. “Si hay algún lugar para albergar una estatua así, ese lugar es Tréveris”, dice el alcalde. Tréveris la visitan 4 millones de turistas al año. Una parte no desdeñable de turistas son chinos. Éstos, sin embargo, suelen estar siempre de paso. No duermen en la ciudad donde naciera el filósofo que idolatran las autoridades chinas.
“No hay ciudad en Europa con tantos lugares reconocidos como patrimonio de la UNESCO, pues suma hasta ocho conjuntos reconocidos por dicha organización internacional”, afirma orgulloso Leibe. Sin embargo, la ciudad, presentada por su regidor como uno de los puntos turísticos más atractivos de la geografía alemana, no tiene dinero para un monumento que sirva de homenaje a Marx.
En cualquier caso, Leibe reconoce que no hay fondos para costearse un monumento a Marx como el que les han planteado Pekín. Es un homenaje elaborado por el reputado artista chino Wu Weishan, director del Museo Nacional de China y miembro de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, un órgano consultivo del régimen comunista.
"LO PAGA CHINA"
“No podríamos haberlo pagado. No tenemos la capacidad para pagar algo así. El 100% lo pagan las autoridades chinas, la estatua y el viaje de la misma hasta aquí”, dice Leibe. El alcalde reconoce que ha vivido momentos “tensos” en los últimos meses. El pasado mes de marzo Leibe tuvo que defender en el pleno del ayuntamiento la decisión de aceptar el regalo. “Convenció al 80% de los presentes”, según sus cuentas.
“Reconozco que me he visto arrollado pero también es divertido tener que representar la ciudad de Marx, teniendo que ir a la televisión, por ejemplo. Nuestra decisión en el pleno del ayuntamiento sobre la aceptación de la estatua fue noticia en todo el país”, afirma Leibe.
Para muchos en Alemania, la estatua de Marx ha puesto a Tréveris en el mapa. Pero Leibe no ha convencido a todos en su ciudad. Tobias Schneider, concejal del Partido Liberal alemán y de la oposición en Tréveris, sigue sin estar a favor de la venida del monumento chino. No lo quiere ni regalado.
“Es un monumento que se va a utilizar con fines propagandísticos, por eso no lo queremos”, dice Schneider a EL ESPAÑOL. “En China no se trata con una perspectiva crítica cuanto hizo Karl Marx, China es un régimen represivo, poco democrático, que pisotea los derechos humanos y allí Karl Marx se considera uno de los padres del comunismo chino”, agrega.
¿FINES PROPAGANDÍSTICOS?
Leibe rechaza ese argumento. Se ha hecho una prueba en el lugar donde estará la estatua, situando un cartel impreso en forma de gran Karl Marx a uno de los lados de una de la plaza del Museo de la Ciudad de Tréveris. “La gente que pudo ver esta prueba ha dicho que eso no es propaganda”, dice el alcalde.
No tiene la misma opinión Heike Holbig, experta en China e investigadora del Instituto Alemán de Estudios Globales y de Área (GIGA, por sus siglas en inglés). “Un monumento así está muy cerca del realismo socialista, un estilo artístico que conocemos de la Unión Soviética, su instalación recuerda a Mao, a Stalin y a la comunista República Democrática de Alemania”, dice Holbig a EL ESPAÑOL. “Es un ejemplo de esa línea propagandística que sigue el soft power chino”, añade esta experta, que alude así a la expansiva influencia del gigante asiático en la escena internacional.
Que ese monumento también resulte de este tipo esfuerzos políticos da cuenta que los ministerios de Asuntos Exteriores de Alemania y China hayan estado asesorando a la ciudad de Tréveris en este proyecto, cuya idea original surgió hace tres años. “No sólo tenemos como punto de contacto con China el tema de la estatua de Karl Marx. En la Universidad aquí tenemos aquí un departamento de Sinología, hay en la ciudad un jardín germano-chino y mucha cooperación con el Instituto Confucio. Las relaciones con China no empiezan de cero”, plantea Leibe.
El alcalde parece no haber consultado con la Universidad de su ciudad a la hora de decidir sobre el monumento. Al menos no con Christian Soffel, profesor de Sinología en Tréveris. Él ha apuntado en la prensa local que el regalo chino se inscribe en un “contexto de propaganda”. Con la estatua, “China quiere demostrar, entre otras cosas, lo que potente que es”, según Soffel.
RELACIÓN GERMANO-CHINA
Sea o no propaganda, el alcalde de Tréveris ha conseguido que haya una mayoría en su ciudad que vea que “no es algo malo” recibir un regalo de China. Contribuye a que Leibe se haya podido salir con la suya el particular buen momento que viven las relaciones germano-chinas.
Tras la llegada al poder de Donald Trump en Estados Unidos, Alemania mira a otros puntos del planeta para encontrar cooperación en asuntos internacionales donde el inquilino de la Casa Blanca no parece estar dispuesto a colaborar. La reciente decisión del presidente estadounidense de retirar a su país del Acuerdo de París para paliar los efectos del cambio climático es uno de los muchos puntos que complican la tradicionalmente buena relación entre Berlín y Washington.
Donald Trump no goza de buena imagen en Alemania. La revista mensual conservadora Cicero ha llegado a publicar un sondeo en el que sólo un 2% de los preguntados considera como “algo bueno” que el magnate sea el presidente de Estados Unidos. En este contexto, el presidente chino, Xi Jinping, “parece que se ha convertido en el hijo predilecto de los alemanes en la escena internacional”, dice Holbig. “Cuando uno compara a Jinping con Trump, con Erdogan o con Putin, resulta que Jinping es un representante serio”, abunda esta experta.
En 2016 China se convirtió en el principal socio comercial de Alemania. El intercambio de bienes y servicios entre ambos países totalizó el pasado ejercicio 169.000 millones de euros. Esa relación pesa más que la franco-alemana (167.200 millones de euros) y la germano estadounidense (164.700 millones). En consecuencia, no sorprende que la canciller Angela Merkel y el primer ministro chino Li Kequiang manifestaran su deseo de estrechar lazos durante la reciente visita a Berlín del responsable gubernamental asiático.
“China se ha convertido en un socio estratégico más importante”, manifestaba la canciller en la rueda de prensa conjunta que mantuvo con Kequiang. “Vivimos tiempos de incertidumbre global, y vemos que tenemos la responsabilidad de expandir nuestro partenariado para empujar a favor de un mundo basado en la ley”, abundaba la canciller.
DIFERENTES VALORES
Según Holbig, son muchos los ámbitos en los que en China puede verse un socio más estable que los volubles Estados Unidos de Donald Trump. A saber, en hacer avanzar el libre comercio a nivel mundial, la construcción de una arquitectura financiera más estable o la necesaria reforma de instituciones globales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.
“Estos temas económicos son centrales para Alemania y Europa”, dice esta experta. El aislacionismo de Trump, las sanciones económicas a Rusia por su implicación en el conflicto de este de Ucrania o la deriva autoritaria de Erdogan en Turquía, hacen de China ahora un socio internacional especialmente interesante.
Sin embargo, “no hay que olvidar que las bases europeas y chinas son diferentes, es distinto cómo se entienden los valores universales y el propio sistema político”, subraya Holbig. Aquí, la polémica por la escultura de Tréveris resulta anecdótica. Cause polémica o no en el momento de su instalación el próximo año, “la estatua de Marx en Tréveris no va a influenciar la cooperación entre Alemania y China”, concluye esta experta.