"Es el momento de ponernos a trabajar y hacer que estas negociaciones sean un éxito". Los negociadores para el brexit de la Unión Europea, Michel Barnier, y de Reino Unido, David Davis, han iniciado este lunes en Bruselas la segunda ronda de conversaciones de divorcio en plena guerra civil dentro del Gobierno de Theresa May. Pese a que la cuenta atrás hacia el brexit -que se materializará el 29 de marzo de 2019- avanza imparable, el equipo de May sigue sin ponerse de acuerdo sobre cómo debe producirse la salida de Londres, lo que aumenta el riesgo de un final caótico.
El ministro de Finanzas, Philip Hammond, ha reclamado este fin de semana una transición suave para amortiguar el impacto económico de la separación. Y acusa a sus colegas de gabinete partidarios de una ruptura total, como Boris Johnson o Michael Gove, de tratar de perjudicarle con filtraciones interesadas. "Los únicos que se están riendo con esto están en Berlín y París", ha criticado el ministro británico de Comercio, Liam Fox, también defensor de un brexit duro.
En la primera ronda celebrada en junio, Bruselas y Londres se pusieron de acuerdo sobre el orden de las negociaciones: primero se abordará el divorcio y sólo cuando se hayan realizado progresos suficientes se pasará a las relaciones futuras. En esta segunda ronda, el objetivo es "ahondar en la esencia de las cuestiones", según ha dicho Barnier. "Necesitamos examinar y comparar nuestras respectivas posiciones para realizar progresos", sostiene el ex comisario y ex ministro francés.
"Para nosotros ahora es increíblemente importante realizar buenos avances e identificar las diferencias para poder resolverlas y las similitudes para reforzarlas", ha apuntado David Davis. La fotografía del equipo británico en la mesa de reunión sin ningún papel frente a una delegación europea pertrechada de documentos ha provocado una tormenta política en los medios de Londres. "Reino Unido parece tan poco preparado como siempre", ha escrito The Guardian.
Davis ha regresado a Londres a mediodía y ha dejado al mando a los expertos. Sólo volverá a Bruselas cuando termine la ronda, el jueves, para dar cuenta de los resultados en una rueda de prensa conjunta con Barnier. Los contactos de esta semana se centran en cuatro cuestiones: los derechos de los ciudadanos, la factura de salida, la frontera de Irlanda y otras cuestiones relacionadas con la separación.
LOS DERECHOS DE LOS CIUDADANOS
La UE ve insuficiente el plan de May para salvaguardar los derechos de los 3,3 millones de europeos que viven en Reino Unido, ya que considera que les convertiría en ciudadanos de segunda tras el brexit. La Eurocámara ya ha amenazado con vetar el acuerdo de divorcio si el Gobierno británico no mejora su oferta.
Bruselas reclama que los derechos adquiridos de los europeos residentes en Reino Unido (y de los británicos que viven en el continente) se mantengan de por vida y se extiendan también a los familiares. En contraste, May ha ofrecido crear un nuevo estatuto de "asentados en Reino Unido", que incluye los mismos derechos que los británicos en sanidad, educación, prestaciones sociales y pensiones. Pero no aclara qué pasa con los familiares ni cuál es la fecha de corte, pide muchos trámites burocráticos y rechaza que el Tribunal de Justicia de la UE sea el garante, tal y como pide Bruselas.
LA FACTURA DE SALIDA
Es la cuestión que ha provocado el primer choque de trenes entre Bruselas y Londres. La UE reclama a May una factura de salida de 100.000 millones de euros, que corresponde a los compromisos financieros asumidos por Reino Unido para el marco presupuestario 2014-2020. Se trata de ayudas regionales y agrícolas para los países del este o España que ya están apalabradas pero que se pagarán incluso después del brexit.
Boris Johnson dijo la semana pasada que los líderes europeos pueden "irse a tomar viento" si esperan que Londres se haga cargo de esta cantidad "exorbitante". "No oigo ningún viento. Lo que sí oigo es el reloj que corre", le ha replicado Barnier. Bruselas avisa de que si Reino Unido no acepta asumir sus compromisos financieros, no habrá ningún avance en el futuro acuerdo de libre comercio que reclama May. Otros miembros del Gobierno británico, como Hammond, sí reconocen que habrá que pagar una factura, aunque rechazan el importe de 100.000 millones. Londres no ha presentado ningún documento con su posición negociadora en esta cuestión.
LA FRONTERA DE IRLANDA
La UE y Reino Unido están totalmente de acuerdo en la necesidad de encontrar "soluciones flexibles e imaginativas" para evitar una frontera dura entre Irlanda e Irlanda del Norte. No quieren poner en riesgo el precario Acuerdo de Paz del Viernes Santo en el Ulster. Pero las dos partes coinciden en que será muy difícil si Londres abandona tanto el mercado interior como la unión aduanera.
A diferencia de lo que ocurre con Irlanda, la frontera entre Gibraltar y España tras el brexit no forma parte de las negociaciones de salida. El ministro principal del Peñón, Fabián Picardo, se reunió el pasado jueves con la número dos de Barnier para abordar esta cuestión. Y desde Bruselas le recordaron la posición oficial de la UE: esta cuestión se abordará tras el brexit en un diálogo bilateral entre España y Reino Unido. En el momento de la salida, la Verja se convertirá en una frontera exterior de la UE.
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