Peter Blenkiron tenía 11 años cuando su profesor de un colegio católico del municipio australiano de Ballarat abusó sexualmente de él. La forma en que Edward Dowlan, miembro de la comunidad de los Hermanos Cristianos, entraba por las noches en las habitaciones de los alumnos la ha contado ya demasiadas veces. Entre otros a la Comisión Real australiana, un órgano creado por las autoridades de aquel país para investigar los cientos de casos de pederastia que afectan a su Iglesia. Al teléfono desde allí, lo último que le apetece a Peter es revivirlo, simplemente señala que “fue muy doloroso”, que ha pasado “muchos años de sufrimiento” él y su familia.
Ocurrió en 1974, la década en la que comenzaron a multiplicarse los abusos a menores en iglesias y comunidades religiosas australianas. Sólo en el colegio de Peter hubo 281 casos. En la Iglesia del país oceánico en su conjunto 4.444 hasta 2015, un 7% de todo el cuerpo de sacerdotes estuvo implicado, según los datos de la Comisión Real. Cientos de estos episodios se produjeron en Ballarat, ciudad natal del cardenal George Pell y en la que trabajó en distintas instituciones religiosas desde 1973 a 1987.
Este miércoles, el todavía ministro de Finanzas vaticano se ha sentado en el banquillo para responder a las acusaciones que lo señalan en varios de estos casos. Su abogado, Robert Richter, ha apuntado que "el cardenal se declara inocente de todos los cargos y mantendrá esa presunta inocencia". En una citación que duró solo seis minutos, el tribunal dictó que la Policía deberá entregar a los abogados de Pell todas las pruebas por escrito antes del 8 de septiembre y citó de nuevo a todas las partes el 6 de octubre, cuando se decidirán los pasos a seguir.
El contenido de las denuncias se ha llevado con total secretismo por parte de la policía del Estado de Victoria (Australia), que llamó a Pell a declarar después de llevar a cabo una investigación. Durante los últimos años la prensa informó de al menos tres episodios en los que el cardenal habría abusado de menores, mientras que se le podría inculpar también por no haber apartado a curas pederastas desde 1996 a 2014, periodo en el que ejerció como arzobispo primero de Melbourne y después de Sidney.
Las víctimas del cardenal
Las presuntas víctimas del cardenal se encuentran protegidas, se les han prohibido las declaraciones a la prensa. Y ni siquiera Blenkiron –que no tuvo relación directa con Pell- ni las distintas asociaciones para la protección de menores surgidas en los últimos años conocen qué delitos se le imputarán al procesado. La abogada de la acusación, Ingrid Irwin, declaró a los medios de su país que los denunciantes está “exultantes” ante la posibilidad de que décadas después se vean escuchadas sus demandas.
Benkiron espera que “el proceso sirva para cambiar la cultura del silencio que ha dominado en Australia”. “Simplemente queremos que no ocurra de nuevo y para eso es necesario que las víctimas sean escuchadas, que sientan apoyo y no compasión”, añade. Asegura que la Iglesia de su país ha pagado “mucho dinero en indemnizaciones [80 millones de euros, según los últimos datos de la Comisión Real], pero ha prestado muy poca atención a los afectados. “Hay gente que lo ha perdido todo, suicidios, muchos casos de alcoholemia, ha sido un daño inmenso”, sentencia.
Esperamos que el proceso sirva para cambiar la cultura del silencio que ha dominado en Australia
El año pasado un colectivo de víctimas llamado ‘Supervivientes de Ballarat’ se desplazó a Roma para asistir a la última de las tres ocasiones en las que Pell ha declarado ante la Comisión Real. Allí estaba un hombre llamado Anthony Foster, cuyas dos hijas fueron violadas por un sacerdote de Melbourne. Una se suicidó de sobredosis y la otra –adicta a la bebida- arrastra una discapacidad mental tras haber sido atropellada. Ante Anthony y otra decena de afectados Pell declaró entonces que “se habían cometido muchos errores” y que la cultura de la Iglesia de su país en aquella época era “no prestar demasiada atención a estos casos”.
Que esos errores sean o no constitutivos de delito para el alto cargo vaticano lo tendrá que determinar un juez. Aunque, también al teléfono desde Australia, la portavoz de la asociación de víctimas CASA (Centro Contra el Asalto Sexual, por sus siglas en inglés), Carolyn Woorth, subraya que lo positivo es que Pell “tendrá que prestar atención ahora por todo aquello”. Rechaza hacer valoraciones hasta que no haya una sentencia, aunque destaca que “las víctimas están sufriendo un fuerte estrés porque se debe valorar legalmente todo el sufrimiento que han padecido durante años”.
También a la espera están en el Vaticano. Pell no sólo ha declarado a los cuatro vientos su inocencia, sino que denunció ser víctima de la difamación. Aunque es poco probable que vuelva a ocupar su puesto en la Secretaría de Economía, uno de los cargos con más peso en la estructura de la Santa Sede, le pidió al Papa una excedencia para defenderse y éste se la concedió. El día que el cardenal australiano compareció ante la prensa para anunciar que iría a declarar, el Vaticano emitió una nota en la que mostraba su confianza en la Justicia de aquel país y remarcaba que “el cardenal Pell ha condenado pública y repetidamente como inmorales e intolerables los actos de abusos contra menores".
Hay gente que lo ha perdido todo, suicidios, muchos casos de alcoholemia, ha sido un daño inmenso
Que Francisco haya permitido que su ‘número tres’ se siente en un banquillo ha sido interpretado entre un sector de la prensa vaticana como un punto a favor. Que le diera un enorme poder cuando había una investigación abierta décadas atrás y hayan tenido que pasar tres años desde el desembarco del australiano en Roma para que acuda a testificar –antes se había negado alegando motivos de salud- es algo menos comprensible.
Tolerancia cero
Uno de los lemas de Bergoglio ha sido la “tolerancia cero” ante la pederastia, pero los resultados son algo más cuestionables. Hace unos días salió a la luz otro escándalo con la publicación de un informe de la Iglesia alemana que sostiene que 547 menores del coro de Ratisbona sufrieron abusos desde 1945 a 1990. Los hechos salpican directamente al hermano del papa Benedicto XVI, Georg Ratzinger, que ha negado saber “que se tratara de abusos sexuales” pese a haber dirigido el coro durante tres décadas; y de forma indirecta a quien fue después arzobispo de Ratisbona, Gerhard Ludwig Muller, que sostiene que fue él quien inició la investigación. Muller ha sido hasta hace menos de un mes el máximo responsable de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el órgano vaticano responsable de investigar los casos de pederastia.
Para hacer frente a estos casos, poco después de comenzar su pontificado Francisco creó la Comisión para la Tutela de los Menores, de la que es miembro el teólogo argentino Miguel Yáñez. El profesor de la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma considera que “cuando estallaron los primeros escándalos, la Iglesia no estaba preparada para afrontarlos, no sólo por la ignorancia de la especificidad del fenómeno, sino por el vacío legal”.
Firmeza contra la pederastia
Valora que “ha habido muchos avances, aunque queda camino por recorrer”, mientras que en materia legislativa, “Francisco ha completado los elementos necesarios para realizar los procesos judiciales que corresponden, considerando no sólo la figura del abusador, sino también la de los posibles encubridores, incluidos obispos, superiores religiosos y demás autoridades eclesiásticas”. Sólo queda, dice, aplicarlo con firmeza. Juicios por pederastia en el Vaticano sólo se ha producido uno, contra el exarzobispo Josef Wesolowski, que murió de forma prematura después de no presentarse a la primera sesión del proceso.
Yáñez acepta ser entrevistado siempre que no se toquen casos personales. Y además recuerda que la comisión en la que él trabaja es sólo un órgano consultivo, ya que de las denuncias se encarga la Congregación para la Doctrina de la Fe. Sin embargo, el antiguo Santo Oficio ofrece cifras sólo a cuentagotas y los últimos datos oficiales -4.000 denuncias de 2002 a 2012- están desactualizados.
La Comisión para la Tutela de los Menores trabaja para aconsejar al Vaticano y establecer los códigos de conducta que deben adoptar las conferencias episcopales de cada país. El padre Yáñez reconoce que su formación “creó grandes expectativas difíciles de responder”, ya que se trata de un “trabajo oculto, silencioso y a largo plazo”.
Precisamente la falta de resultados inmediatos motivó la dimisión de las dos víctimas de pederastia que integraron en un primer momento la comisión. “Ya quisiéramos que el abuso sexual de menores fuera erradicado de una vez por todas en la Iglesia, pero necesitamos tiempo para concientizar a todo un cuerpo social”, valora Yáñez, quien fue discípulo de Bergoglio. Cuando se conoció que George Pell viajaría a Australia a prestar declaración, Marie Collins, la última dimisionaria del comité vaticano, tampoco quiso entrar a valorar casos concretos. Aunque dejó dicho que la marcha del cardenal australiano “se debía haber producido mucho antes”.