Mujer, criada en la Alemania del Este, en el seno de una familia luterana, licenciada en Física y divorciada. En la biografía temprana de Angela Merkel (Hamburgo, 1954) no se atisba a primera vista vocación política alguna. Pero quizá fue todo lo anterior lo que despertó su interés y propició su entrada en el partido conservador CDU poco después de la caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana.
El trayecto de Angela Dorothea Kasner hasta convertirse en la canciller Merkel es una historia de trabajo y trabajo, marcada por su austeridad, tenacidad y la máxima discrección. Una actitud que ha guiado su ascenso a la cúspide del poder, en el que se estrenó de la mano de Helmuth Kohl, el canciller -recientemente fallecido- que obró la unión de las dos Alemanias.
En las elecciones de diciembre de 1990 Angela Merkel se hizo con un escaño al tiempo que se abría hueco rápidamente en la organización interna del partido. Su mentor político Helmut Kohl la colocó poco después como ministra de la Mujer y la Juventud, una cartera con poco peso político que contrastó con su habilidad para manejarse en el aparato del partido conservador. También se ocupó de la cartera de Medio Ambiente. En 1991, ‘das Madchen’ -la muchacha- dio otro salto de gigante al convertirse en la vicepresidenta federal del partido. Tenía 37 años y no fue un nombramiento a dedo, el Congreso del partido lo decidió así.
Su asalto al liderazgo del partido llegó con el nuevo milenio y gracias a su hábil juego de tronos cuando estalló un escándalo de corrupción que salpicó a los grandes nombres de la CDU, incluido Helmut Kohl. Su valiente -algunos dirían desleal- tono hacia su padrino político le hicieron soltar amarras y su camino se allanó a la presidencia del partido primero y a la cancillería después tras ganar a Schroeder en 2005.
Doce años después, Merkel sigue en los carteles electorales. “Por una Alemania mejor en la que vivir bien y ser feliz” ha sido su eslogan durante esta campaña con la que la mujer más poderosa del mundo ha revalidado su trono en la cancillería alemana. “Un 90% de los alemanes asegura que está satisfecho con sus vidas y la mayoría de la sociedad se ubica ideológicamente en el centro del espectro político”, asegura Miguel Otero, investigador del Real Instituto El Cano.
Pero la aparente satisfacción y la reticencia al cambio de los alemanes no es la única razón de la victoria de Merkel este domingo. Otero analiza que la “gran capacidad de la canciller para situarse en el centro político” hace el resto junto a la gestión eficaz y responsable de las finanzas durante su etapa: 12 años que va a convertir en 16, acercándose al récord de Kohl.
Al margen del hito de lograr un cuarto mandato consecutivo, Merkel ha conseguido algo aún más extraordinario: ganar unas elecciones casi por aburrimiento en la que ha fiado todo a la carta de no cambiar y dejar las cosas prácticamente como están.
La estabilidad y la prosperidad son de hecho sus mayores avales para los próximos cuatro años en el poder. Nada ni nadie cambia a Merkel, aunque sí lo hace el paisaje que le rodea. Tomó la decisión de presentarse a un cuarto mandato poco después de la victoria de Trump, en teoría para frenar la ola del populismo y evitar la volatilidad. “Es una de las pocas líderes que aún tiene las agallas y el instinto para defender los valores de Occidente”, asegura el periodista alemán Stefan Kornelius en el Washington Post.
Pero el escenario, también en Alemania, no es el mismo. Con el ‘efecto Schulz’ cautivo y desarmado, el paseo electoral de Merkel era seguro. Sin embargo, la guerra por el tercer puesto -el verdadero campo de batalla de los comicios celebrados este domingo- antoja que la formación de Gobierno no será una tarea tan fácil para la canciller.
El fuerte ascenso de la ultraderecha de AfD, el empujón de los liberales de Lindner y las reticencias de los socialdemócratas hacen que la reedición de una gran coalición entre el SPD y la CDU sea más compleja. “Es el mejor escenario para Merkel pero Schulz ya ha avisado que consultará a las bases del partido antes de tomar ninguna decisión”, recuerda Miguel Otero. Las otras opciones sobre la mesa son una alianza con los liberales y los verdes -bautizada como coalición jamaicana por los colores de los tres partidos, iguales que los de la bandera de la isla- o un gobierno en minoría.
Tras su victoria en las urnas, Merkel seguirá siendo la canciller alemana y la mujer más poderosa del mundo. Jacqueline Boysen, autora de una de sus biografías, descarta que la ambición por hacer historia entre en los esquemas mentales de la ‘mutti’ -la madre, como le apodan algunos germanos-. “No hace nada pensando sólo en ella, el sentido del deber es lo que le guía y no quiere irse del escenario hasta que la obra haya terminado”.