La primera ministra británica había planeado su discurso en Florencia como una oportunidad para apretar el botón de reinicio en las negociaciones de divorcio con la UE. Tras seis meses de divergencias y bloqueo en el brexit, Theresa May se ha presentado este viernes con un catálogo de concesiones, empezando por un pago de 20.000 millones en concepto de factura de salida. Una oferta de paz cuyo objetivo es iniciar cuanto antes el diálogo sobre la relación futura entre Londres y la UE. Pero el tiro le ha salido por la culata. Los dirigentes europeos han acogido con escepticismo sus palabras y le acusan de falta de concreción.
"En el fondo, la primera ministra May no aporta más claridad sobre las posiciones de Londres. Ahora estoy incluso más preocupado", ha escrito en su cuenta de Twitter el presidente del grupo popular en la Eurocámara, el alemán Manfred Weber, un estrecho aliado de la canciller Angela Merkel. "La cuenta atrás está corriendo y el tiempo se acaba más rápido de lo que cree el Gobierno de Londres", avisa Weber.
Cuatro son las principales novedades del discurso de May en Florencia. La más importante es que por primera vez pone una cifra a la factura de salida que está dispuesta a pagar: Reino Unido cubrirá en 2019 y 2020, después del brexit, el agujero que deja su marcha en el presupuesto comunitario. Es decir, 10.000 millones de euros al año, 20.000 millones en total. Todavía muy lejos de los 100.000 millones que le exige Bruselas.
En segundo lugar, la primera ministra británica ha pedido a sus socios europeos un periodo transitorio de dos años para dar tiempo a ciudadanos y empresas a adaptarse al divorcio. Entre 2019 y 2021, Reino Unido continuará en el mercado interior y la unión aduanera y por tanto deberá mantener la libre circulación de personas y estará sujeto al control del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE). La diferencia es que ya no tendrá ni voz ni voto en la elaboración de los reglamentos europeos que deberá cumplir. Una situación que disgusta a los miembros del Gobierno británico partidarios de la ruptura total con la UE, como Boris Johnson.
De hecho, el discurso de May supone una victoria de las tesis más moderadas, como las que defiende su ministro de Finanzas, Philip Hamond. Lo mismo ocurre en el caso de los derechos de los ciudadanos europeos que residen en Reino Unido. La primera ministra insiste en que serán los tribunales británicos los garantes de que se respeten. Pero acepta que éstos aplicarán la jurisprudencia del TJUE en caso de incertidumbre. La cuarta novedad es que Londres rechaza el pacto de libre comercio con Canadá como modelo de sus relaciones con la UE y pide un acuerdo más ambicioso, cortado a medida.
¿Un paso adelante?
El negociador de la UE para el brexit, el conservador francés Michel Barnier, ha sido mucho más diplomático que Weber en su respuesta a May. Pero también ha dejado clara su inquietud por la falta de concreción de sus planes. Barnier elogia el "espíritu constructivo" y la "voluntad de avanzar" que demuestra el discurso de Florencia. Pero ve insuficientes sus propuestas sobre los tres temas del divorcio: los derechos de los ciudadanos, la factura de salida y la frontera con Irlanda.
En cuanto a los derechos de los ciudadanos, el político galo cree que la oferta de May "es un paso adelante, pero ahora debe traducirse en una posición negociadora precisa". Por lo que se refiere a Irlanda, Barnier resalta que Londres es uno de los garantes del Acuerdo de Paz del Viernes Santo en el Ulster. Y le reprocha que "no aclara cómo asumirá su especial responsabilidad por las consecuencias de su salida de la UE para Irlanda". El negociador de la UE tampoco ve clara la propuesta de la primera ministra británica sobre la factura del brexit.
En todo caso, la UE se mantendrá inflexible. Hasta que haya "progresos suficientes" en estas tres cuestiones, no aceptará discutir sobre el futuro acuerdo comercial con Londres, la prioridad para May. En principio, los líderes europeos habían fijado octubre como la fecha para pasar a esta segunda fase del brexit. Pero el atasco en la separación ha puesto en peligro este calendario.
Barnier ha dejado claro también que Bruselas no aceptará el traje a medida que reclama Reino Unido. "La relación futura deberá basarse en un equilibrio de derechos y obligaciones. Tendrá que respetar la integridad del orden jurídico de la Unión y su autonomía en la toma de decisiones", avisa.
El próximo lunes comienza en Bruselas la cuarta ronda de conversaciones de divorcio. "Esperamos que los negociadores de Reino Unido nos expliquen las consecuencias concretas del discurso de May", ha reclamado el negociador de la UE.
Desde que la primera ministra británica activó el 29 de marzo la cuenta atrás de dos años para el brexit, han pasado ya seis meses sin apenas avances. Y se necesitarán otros seis meses para ratificar un posible acuerdo. Eso significa que, en la práctica, sólo queda un año para pactar el divorcio, la transición y un esbozo de las relaciones futuras. Lo que está en juego es si el brexit será ordenado o caótico. El discurso de May en Florencia no ha servido para despejar las dudas de Bruselas.