Desde que los primeros sondeos de las elecciones municipales de Portugal salieron a la luz, el destino del Partido Social Demócrata (PSD) y de su líder, Pedro Passos Coelho, parecía una tragedia anunciada. Pero, el domingo, tras el anuncio de los resultados, la realidad fue peor que cualquier escenario dibujado por los sondeos: de 308 municipios, el Partido Socialista (PS) se hacía con 159 y el PSD con tan sólo 98, el Partido Comunista (PCP) conseguía 24 y el Centro Democrático Social-Partido Popular (CDS-PP), 6.
En las grandes ciudades, el principal partido de la oposición consumaba su derrota: en Lisboa y Oporto el PSD se ha quedado en tercer lugar, empatando en número de concejales con el PCP en la capital. Passos Coelho, que antes de las elecciones había asegurado que “pase lo que pase no voy a dimitir”, no ha tenido más remedio que dar el paso. Durante la reunión de la Comisión Nacional del PSD, 48 horas después de las municipales, el ex primer ministro y líder del partido desde 2010 ha anunciado que no se presentará a la presidencia de la formación.
Es el final para el ex primer ministro que queda irremediablemente asociado a los años más duros de la troika en Portugal y que, desde que asumió la oposición del Gobierno de Costa había ido desapareciendo entre innumerables declaraciones desafortunadas, previsiones económicas que nunca se han hecho realidad y una actuación cada vez más relegada a un segundo plano, traducida en siete momentos clave que le han conducido hasta aquí.
La (no) formación del Gobierno
El 4 de octubre de 2015 el PSD y el CDS-PP ganaron las elecciones legislativas pero se quedaron a nueve diputados de la mayoría absoluta. Sin posibilidad de llegar a un acuerdo con el PS que viabilizara su Gobierno, el Ejecutivo de coalición de derechas tenía poco futuro. El entonces presidente de la República, Cavaco Silva, encargó a Passos la formación del Gobierno entre duras críticas a los partidos de izquierda a los que tildó de “antieuropeístas“ y “alternativa inconsistente”. Fue uno de los errores de cálculo de la derecha entonces. Al posicionarse tan declaradamente en contra de un Gobierno de coalición de izquierdas, el presidente de la República acababa de unir a partidos que, en un principio, tenían difícil entenderse.
Así, tras rechazar el Gobierno de Passos -que duró tan solo 11 días- en el Parlamento, António Costa se hacía con el Gobierno del país, con el apoyo del Partido Comunista y el Bloco de Esquerda, en una coalición de izquierdas inédita en Portugal.
Los desencuentros con Marcelo Rebelo de Sousa
El año de 2016 empezaba con las elecciones presidenciales que marcaron el fin de los mandatos de Cavaco Silva y dieron la victoria a Marcelo Rebelo de Sousa, ex presidente del PSD, entre 1996 y 1999. Passos de Coelho esperaba encontrar en Rebelo de Sousa un aliado contra el Gobierno de Antonio Costa, pero el presidente de la República no solo desdramatizó la coalición de izquierdas sino que también se dedicó a resaltar los resultados económicos del actual Ejecutivo, criticó medidas tomadas por Passos Coelho (como la supresión de algunos de los festivos) y garantizó, desde el primer momento, que la coalición tendría “estabilidad para gobernar”, apartando cualquier perspectiva de disolución del Gobierno.
“El PSD está bien liderado y el país también”, fue una de las frases del presidente de la República que más han irritado a la oposición. La tensión entre ambos fue creciendo hasta el punto de que, en declaraciones recientes, Passos no garantizaba que el PSD apoyara una segunda candidatura de Marcelo Rebelo de Sousa a la presidencia.
El “diablo” que nunca llegó y el discurso catastrófico
Lo contaba este fin de semana, en declaraciones a este periódico, el analista Pedro Adão e Silva: “Passos Coelho se ha quedado rehén de su propio discurso. Bajó tanto las expectativas ante este Gobierno, insistió tanto en decir que sería catastrófico, que no sería capaz de sacar la legislatura adelante, que cualquier resultado más allá del desastre sería positivo para el Gobierno.” En julio de 2016, el líder de la oposición aconsejaba a los portugueses a disfrutar de las vacaciones porque, en septiembre, “vendría el diablo”. Según Passos Coelho, “la degradación del escenario macroeconómico sería visible antes de las municipales” y criticaba que el actual Ejecutivo desbaratara el capital de credibilidad conquistado por su Gobierno.
Nada de esto se cumplió. La economía seguía mejorando y los resultados aparecían. En la primera mitad de este año, Portugal ha bajado su déficit público hasta el 1,9%, frente a los 3,1% en el mismo periodo de 2016 y, en el segundo trimestre del año, el PIB portugués creció un 3%. Además, la agencia de rating Standard & Poor retiró a Portugal del 'bono basura' por primera vez en seis años. Esto, sumado a la mayor caída del paro desde 2008, hasta los 8,9%, dejaban a Passos en una posición extremadamente debilitada frente al electorado.
El fin de la austeridad
Durante los primeros meses de Gobierno, el ex primer ministro insistió en que Bruselas no aprobaría los Presupuestos Generales del Estado y acusó al Gobierno de “cambiar la prudencia por el irrealismo y el populismo”. Después de duras negociaciones con la UE, el Gobierno de Costa conseguía aprobar los presupuestos y, pese a la desconfianza de Bruselas, puso en marcha un conjunto de medidas destinadas a poner fin, o al menos disminuir, la austeridad de los últimos años.
Al mismo tiempo que cumplía con las exigencias de Europa, el Gobierno subió el sueldo mínimo de 530 a 557 euros en 2017,con el horizonte de los 600 al final de la legislatura, subieron también las pensiones y los sueldos de los funcionarios públicos y se redujo la jornada laboral de éstos para 35 horas semanales y se recuperaron cuatro días festivos. El IVA en la restauración bajó de los 23% al 13% y se paralizaron las privatizaciones de de los transportes públicos urbanos y de la compañía nacional de aviación TAP.
La estabilidad política
El líder de la oposición nunca pensó en que un Gobierno de coalición de izquierdas pudiera tener estabilidad para gobernar. Todo su discurso se centró en que, tarde o temprano, las pretensiones de los comunistas y del ala más radical del Bloco de Esquerda entrarían en colisión con los socialistas y terminarían generando una crisis política. “Passos Coelho apostó todo a la posibilidad de unas elecciones legislativas anticipadas”, analizaba Adão y Silva a EL ESPAÑOL este domingo. Algo que no ocurrió.
Los suicidios que no existieron
Este verano, el líder del PSD vivió un momento bochornoso, cuando tuvo que pedir perdón por unas declaraciones muy desafortunadas sobre los incendios en Pedrogão Grande, que mataron a más de 60 personas. Una situación que podría haber aprovechado para criticar y presionar a Costa, y que acabó volviéndose en su contra.
“Sé de víctimas indirectas de este proceso, de personas que han puesto fin a su vida, que se suicidaron por desesperación y que no recibieron a tiempo el apoyo psicológico que debería haber existido”, dijo Passos Coelho. El presidente del municipio desmintió la información y la opinión pública se indignó, acusando al líder del PSD de aprovechar las circunstancias para hacer estrategia política. Passos Coelho reconoció que estaba mal informado terminó pidiendo perdón.
La elección de los candidatos para Lisboa y Oporto
Passos Coelho fue ampliamente criticado por las elecciones de los candidatos a las municipales de Lisboa y Oporto. Teresa Leal Coelho y Álvaro Santos Almeida fueron elecciones personales de Coelho, muy contestados internamente, y que no ofrecían garantías de competitividad en las elecciones de las dos ciudades más importantes del país. Los resultados del domingo reflejaron las malas campañas de ambos y la displicencia con la que Passos preparó las elecciones.