Matteo Renzi se presentó en televisión el pasado martes tratando de poner el acento en los hechos que marcaron su gobierno y no en los últimos fracasos electorales de su partido. Siempre telegénico, se mostró entero pese a atravesar su peor momento, conserva una elocuencia superior a la de sus rivales. El problema es que ni los italianos tienen una percepción tan positiva de lo que fue su mandato, que cada vez queda más lejos para aferrarse a él y que -en definitiva- ha dejado de ser creíble para el resto.
Obsesionado con la idea del liderazgo, el secretario general del socialdemócrata Partido Democrático (PD) pensaba disputar un cuerpo a cuerpo con el flamante líder del Movimiento 5 Estrellas (M5E), Luigi Di Maio. Se habían retado a un cara a cara, pero a última hora su oponente declinó el debate. Ambos se presentaban como perdedores de las elecciones del pasado domingo en Sicilia, donde se impuso una coalición de centro-derecha. Silvio Berlusconi celebraba la victoria, Di Maio replegaba velas y Renzi se retorcía al tener que dar explicaciones él solo.
El candidato del PD en Sicilia apenas obtuvo el 18% de los votos, por el 40% del ganador, de la coalición derechista. El partido de Renzi contaba de antemano con una derrota en esos términos, aunque su constatación no hizo más que apuntalar una serie de fracasos que se acumulan en el último año. “He vuelto”, pronunció Berlusconi, tras las elecciones locales del pasado junio en las que la derecha le arrebató a la izquierda históricos bastiones como Génova. En las encuestas el PD sigue disputándose el liderazgo con el M5E, aunque en realidad el Cavaliere está más presente que nunca desde que el referéndum constitucional del pasado año acabó con el gobierno de Renzi.
Los dos frentes del Cavaliere
El todo o nada del joven renovador terminó por darle una vida más a su viejo adversario de 81 años. “En el momento en que Renzi planteó su reforma quiso convertir al PD en el partido de la nación”, sentencia el director de la revista L’Espresso, Marco Damilano. Con el espectro conservador en horas bajas, exploró el camino hacia un sistema más presidencialista, pensando que en una pugna con la antipolítica del 5 Estrellas, el PD se convertiría en la formación hegemónica del sistema. Su gran error provocó que quien se mueve entre diferentes aguas saliera a flote. Y nadie mejor en ese ambiente que el viejo caimán.
Berlusconi comenzó a movilizarse en dos frentes, como hipotético apoyo imprescindible a un PD que necesita de una importante muleta parlamentaria o como alternativa real. Todo dependería de los resultados que fuera cosechando y de sus debates internos, porque a la derecha le hace falta coaligarse para ganar elecciones. Y eso implica que Berlusconi se tenga que poner de acuerdo con el líder de la Liga Norte, Matteo Salvini -quien también ansía el poder- y una tercera pata llamada Fratelli d’Italia, que juega la baza de la vía de en medio.
Sicilia: la antesala de las generales
Curiosamente Berlusconi es el más moderado del trío. Y aunque muchos observadores opinen que será complicado meter los egos en un cajón para alcanzar un bien común, estas formaciones ya gobiernan juntas en regiones como Lombardía, Véneto y ahora en Sicilia. El octogenario político ha hecho una radiante campaña por la isla, sin escatimar en excesos y baños de multitudes. Sicilia era el último experimento antes de las generales del próximo año y la derecha demostró que “si son capaces de presentarse juntos y elaborar un buen programa, pueden imponerse”, opina el politólogo de la Universidad Luiss, Giovanni Orsina.
La tercera condición que impone el experto es “que encuentren un líder presentable, que no sea Berlusconi o Salvini”. Después de todo, el magnate se encuentra inhabilitado por una ley italiana que lo sanciona tras haber sido condenado a cuatro años de prisión por fraude fiscal. La ley electoral le permite ser parlamentario, pero no primer ministro. Sólo la Corte de Derechos de Estrasburgo podría revocarlo, pero no se espera una sentencia antes de las elecciones.
El lastre de Matteo Salvini no es legal sino político, ya que su identificación con Marine Le Pen espanta a una buena parte del electorado y sus peticiones para una mayor autonomía del norte del país venden mal en el sur. Entre las soluciones de consenso se repite el nombre del presidente del Parlamento Europeo, Antonio Tajani, quien ha rechazado repetidamente la invitación.
Nueva ley electoral
El futuro político italiano se prevé aún más enrevesado que de costumbre por la ley electoral que se acaba de aprobar, que ante el fragmentado puzzle que componen los partidos exigirá una amplia coalición para poder gobernar. La gran tragedia de Renzi, sentencia Marco Damilano, es que “ha pasado casi un año desde su caída y no ha encontrado una estrategia alternativa”.
Ahora el ex primer ministro le hace guiños al sector más a la izquierda que terminó desgajándose de su partido, pero incluso entre los que se quedaron empiezan a pedir su cabeza. En la difícilmente descifrable política de este país, el día después de las elecciones de Sicilia, comenzaron a salir nombres entre los miembros del PD que podrían ser mejores candidatos que el actual líder de la formación. Quién sabe si en serio o para que el político florentino remarcara de nuevo que no hay nadie más capaz que él.
Giovanni Orsina considera que el caso de Renzi es algo “histórico”. “En sólo tres años, cuando los italianos lo perciben como alguien que promete resolver los problemas pero no lo hace, el ídolo se convierte en capo expiatorio, por lo que ahora intenta dar pasos adelante y lo que hace es meterse más en el fango”, añade.
Frente a él, se encontraría en este análisis, “un Silvio Berlusconi que también ha fallado, pero al que sus votantes han tenido más tiempo para exculparlo”. Agrega que la opción de Berlusconi se ve favorecida además por la ausencia de grandes líderes. En Sicilia su formación ganó las elecciones con varios cargos investigados y uno de ellos fue incluso arrestado por prevaricación el día después de los resultados.
El M5E parece consolidado como fuerza política, pero tiene muy complicado superar un 30%, que negándose a los pactos con otros partidos le hacen imposible gobernar. De ahí que el centro-izquierda de Renzi y el centro-derecha de Berlusconi compitan por recoger los votos de quienes huyen del experimento creado por Beppe Grillo.
El profesor de la Luiss sostiene que en un escenario de inestabilidad europea, “una coalición de derechas con la Liga Norte podría no ser del todo bien recibida en la UE, aunque se aceptaría por la falta de alternativas”. La solución ideal en Bruselas –reflexiona- sería “una gran coalición” entre Renzi y Berlusconi, aunque tras la experiencia alemana esta opción se ha ido desvaneciendo. Parece probable que los candidatos acudirán a los comicios y una vez se conozcan los resultados comenzará una intrincada negociación que requerirá un nuevo golpe de mano a la italiana.