Bruselas

Cuando Bruselas y Mercosur -bloque formado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay- lanzaron en el año 2000 las negociaciones para un acuerdo de libre comercio, la Unión Europea todavía estaba formada por 15 países y en España se utilizaba la peseta. A punto de cumplir 18 años, la mayoría de edad, el diálogo entra la semana que viene en una fase decisiva. En la trigésimo primera ronda de conversaciones que se celebra en Bruselas hasta el 8 de diciembre, las dos partes deben confirmar si es posible cerrar el pacto antes de fin de año, tal y como habían prometido. Pero la batalla por el vacuno latinoamericano y por los coches y maquinaria de la UE amenaza con provocar nuevos retrasos: son los principales escollos para un compromiso.

"Para la Unión Europea, esta negociación tiene una gran importancia geoestratégica y política. Si no es capaz de alcanzar un acuerdo con Mercosur, quedará desplazada por China, que sí está haciendo una política intensiva de presencia y relaciones comerciales con América Latina", explica a EL ESPAÑOL la eurodiputada socialista Inmaculada Rodríguez-Piñero, experta en cuestiones comerciales. La UE debe tejer alianzas con países con los que "comparte principios y valores", como Brasil y Argentina, con el fin de diseñar "una estrategia común en los organismos internacionales para gobernar la globalización" y reducir la dependencia respecto a Estados Unidos y China, defiende Rodríguez-Piñero.

Los 28 y Mercosur coinciden en destacar los enormes beneficios económicos que tendría un acuerdo de libre comercio. La UE exporta al bloque latinoamericano 66.000 millones de euros en bienes y servicios cada año. Una liberalización de los intercambios podría duplicar estas cifras, según el estudio de impacto de la Comisión. Y es que en la actualidad existen muchas barreras comerciales entre Brasil y Argentina y Europa. Los exportadores comunitarios pagan más de 4.000 millones al año en aranceles, a lo que hay que sumar las dificultades de acceso al mercado o a los contratos públicos.

Pero además, los europeos aspiran a ser el primer bloque en el mundo que firme un pacto con Mercosur, uno de los últimos territorios vírgenes para el comercio internacional, que supone un mercado de más de 275 millones de personas. También pretenden enviar una señal política a favor de un comercio abierto y basado en reglas en un momento de auge del proteccionismo desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

"La Comisión Europea sigue comprometida con el objetivo de un acuerdo ambicioso que sea muy beneficioso para todos y hará todos los esfuerzos para alcanzarlo antes de fin de año", explican a EL ESPAÑOL fuentes comunitarias. En la ronda negociadora que se celebra en Bruselas se ultimarán los textos de todos los capítulos, incluyendo productos, servicios, licitaciones públicas, medidas sanitarias y fitosanitarias, propiedad intelectual, indicaciones geográficas, pymes, barreras técnicas al comercio y mecanismo de resolución de disputas.

Las dos partes preparan además un nuevo cruce de ofertas de reducción de aranceles para mejorar el acceso a sus respectivos mercados. Tras varios años de parón negociador, la UE y Mercosur resucitaron el diálogo con un primer intercambio en mayo de 2016. Bruselas completó en octubre su oferta para los productos que considera más sensibles: la carne de vacuno (plantea una cuota adicional de 70.000 toneladas libre de tarifas) y el etanol (600.000 toneladas). Una propuesta que para Argentina y Brasil es totalmente insuficiente, peor incluso que lo que ha estado sobre la mesa en otros momentos de esta larguísima negociación.

La UE no tiene intención de mejorar ahora su oferta sobre vacuno y etanol. Eso quedará para la fase final de las negociaciones y sólo si Mercosur hace su parte. Los países latinoamericanos se resisten a reducir los aranceles para productos industriales como coches o piezas de automóviles. El otro gran escollo para Mercosur es la apertura de sus licitaciones a las empresas europeas en todos los niveles de la administración, central, regional y local. Bruselas quiere que puedan competir en igualdad de condiciones con las compañías locales por contratos públicos en sectores como la construcción.

Moneda de cambio

En materia agrícola, la UE no sólo tiene intereses defensivos, sino también ofensivos en sectores como el vino, que ahora tiene aranceles de hasta el 30% para entrar en Brasil o Argentina, o el aceite de oliva. También aspira a obtener una mayor protección en Mercosur de las marcas de calidad europea, las denominaciones de origen como el jerez o el queso manchego. Pero sin duda la carne de vacuno es el problema más importante para los europeos. Algunos países, como Francia o Irlanda, han amenazado con bloquear las negociaciones. Consideran que la oferta de la UE es demasiado generosa y pone en riesgo la supervivencia de los ganaderos comunitarios, sin imponer a Mercosur los mismos requisitos de calidad.

"La oferta de la UE en vacuno equivale a dos hamburguesas por habitante y año. Entre lo que ofrece la Unión y lo que pide Brasil se puede encontrar un punto de equilibrio razonable", señala Rodríguez-Piñero. Eso sí, reclama también reforzar los controles aduaneros para garantizar que las importaciones cumplen todos los estándares europeos, algo que ahora no siempre sucede.

Frente a las reticencias de Francia e Irlanda, el Gobierno de Mariano Rajoy ha sido -junto con Portugal, Alemania o Italia- uno de los mayores impulsores del acuerdo con Mercosur, sobre todo por la voluntad de tener puentes entre Europa y América Latina. Para España es especialmente importante la apertura de las licitaciones de contratos de obra públicas, ya que tanto Brasil como Argentina aplican muchas restricciones a las empresas extranjeras, destaca Rodríguez-Piñero. También se beneficiará de la reducción de los aranceles a la maquinaria o de la protección de las denominaciones de origen.

Pero el pacto plantea también problemas a los agricultores españoles. "Estamos volviendo a cerrar acuerdos comerciales a la antigua, haciendo que el sector de las materias primas agrícolas sea moneda de cambio en beneficio de otros sectores económicos de la UE", asegura a EL ESPAÑOL José María Castilla, representante en Bruselas de la organización agraria Asaja.

"Es absurdo que la UE presente concesiones sustanciales en vacuno, azúcar y etanol cuando el mercado comunitario no precisa de estas materias primas agrícolas y ni siquiera conocemos los resultados de las negociaciones en torno al brexit.  Igualmente, nos preocupa y mucho que se vaya a incluir el zumo de naranja. A día de hoy ya se importan cantidades ingentes de dichos países, sin obtener ningún tipo de reciprocidad", se queja el representante de Asaja.

Al final de la próxima semana quedará ya claro si es posible o no cerrar el acuerdo de libre comercio entre la UE y Mercosur antes de que acabe 2017. Las dos partes quitan hierro a la posibilidad de un nuevo fracaso. Se pone como ejemplo el pacto entre la UE y Japón, que no pudo concluirse en el plazo fijado de finales de 2016, pero luego se cerró rápidamente en primavera de este año. Sin embargo, hay factores que podrían complicar las negociaciones en 2018, como las elecciones en Brasil o el brexit. Perder la actual ventana de oportunidad política podría significar nuevos retrasos indefinidos.