"Si bien nos satisface el acuerdo alcanzado, no olvidemos que el reto más difícil está por llegar". El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha sido el primero en echar un jarro de agua fría sobre las celebraciones del pacto de divorcio que han alcanzado este viernes la UE y Reino Unido. Los auténticos problemas empiezan a partir de ahora, en la segunda fase del brexit: las negociaciones sobre la relación futura entre Bruselas y Londres y el periodo transitorio de adaptación.
"Todos sabemos que cualquier ruptura es difícil, pero mucho más difícil es romper y construir una nueva relación", insiste Tusk, en una metáfora que equipara el brexit a cualquier divorcio: es muy complicado que los excónyuges sigan siendo amigos. Para colmo, se ha dedicado "muchísimo tiempo" a la parte más fácil de la tarea, la firma de los papeles de separación, que cubren los derechos de los ciudadanos, la factura de salida y la frontera con Irlanda. Y todo para que la primera ministra británica, haya acabado capitulando ante todas las exigencias de la UE.
El resultado es que ahora apenas quedan 10 meses para las negociaciones comerciales y la transición. El acuerdo de salida de Reino Unido debe estar listo en octubre de 2018 para que dé tiempo a su ratificación parlamentaria a ambos lados del Canal de la Mancha. El brexit ocurrirá el 29 de marzo de 2019. "Las próximas etapas van a ser evidentemente muy difíciles", ha resaltado también este viernes el negociador de la UE, el conservador británico Michel Barnier.
Para empezar, en esta segunda fase del brexit se activa ya el veto que la UE ha dado a España para todas las cuestiones que tienen que ver con Gibraltar. La situación del Peñón no se ha abordado en la primera etapa: estaba claro que no goza de ningún estatus especial y que se irá al mismo tiempo que el resto de Reino Unido.
Pero a partir de ahora, ni la transición ni el nuevo pacto comercial cubrirán a Gibraltar si el Gobierno de Mariano Rajoy no lo autoriza. "Cualquier acuerdo futuro al que se llegue con Reino Unido sólo se aplicará al territorio de Gibraltar si hay un pacto entre Reino Unido y España", ha recordado este viernes un alto funcionario comunitario. De momento, Londres y Madrid están en una fase de "tanteo", aunque todavía no han entrado en detalles. "La predisposición es buena", señalaban recientemente fuentes diplomáticas.
El Gobierno de May no sabe lo que quiere
Pero quizá la principal dificultad para hablar de las relaciones futuras es que el Gobierno de Theresa May está profundamente dividido y aún no sabe lo que quiere. Algunos ministros, encabezados por el titular de Finanzas, Philip Hammond, apuestan todavía por un brexit suave para amortiguar el impacto negativo en la economía y la City de Londres. Otros, cuyo líder más visible es el jefe de la diplomacia, Boris Johnson, quieren una ruptura total con la UE. El resultado es que la cuestión ni siquiera se ha discutido formalmente en el gabinete.
"No todo el mundo ha comprendido aún que hay puntos que no son negociables para la UE", se ha quejado este viernes Barnier, en un dardo dirigido al equipo de May. El negociador de la UE no se cansa de repetir que no se puede estar mitad fuera y mitad dentro del mercado único. No se puede poner fin a la libre circulación de personas y querer conservar la libre circulación de mercancías, servicios y capitales. No se puede querer salir del mercado único y continuar dictando sus reglas. No se puede salir de la unión aduanera y querer beneficiarse de un comercio sin fricciones con la UE.
Por eso, lo primero que harán los líderes de los 27 en la cumbre que celebran la semana que viene es pedirle al Gobierno británico que "aclare su posición". "Reino Unido ha fijado una serie de líneas rojas, pero lo que ha dicho hasta ahora sobre las relaciones futuras con la UE es contradictorio y no nos parece realista", señalan las fuentes consultadas. No es posible un traje a la medida para Londres, como parece sugerir May. De hecho, otros socios comerciales de la UE ya han avisado a Bruselas de que no aceptarán que se conceda a Reino Unido condiciones más favorables que al resto.
Según Barnier, con las líneas rojas que ha marcado el Gobierno británico, el único modelo de relación futura posible es un acuerdo de libre comercio como el que la UE ha cerrado con Canadá. Londres quiere abandonar tanto el mercado único como la unión aduanera porque su prioridad es acabar con la libre circulación de personas y la tutela del Tribunal de Justicia de Luxemburgo (TJUE). En esas condiciones, es muy difícil un pacto más ambicioso que el de Canadá, como el que reclama la primera ministra.
A falta de concreción por parte del Gobierno británico, las negociaciones comerciales propiamente dichas vuelven a retrasarse. Los líderes europeos adoptarán la semana que viene las directrices negociadoras para la transición. Pero las referidas al pacto de libre comercio no se aprobarán al menos hasta febrero o marzo, siempre que Londres haya aclarado lo que quiere.
La transición, el peor de los mundos para Londres
Lo que va a empezar a negociarse de inmediato es el periodo transitorio de dos años de adaptación que ha pedido May. Y esta prórroga es el peor de los mundos para Londres. Durante la transición -es decir, entre 2019 y 2021- Reino Unido deberá respetar todas las normas de la UE, incluyendo la nueva legislación. Además, tendrá que seguir pagando al presupuesto comunitario como hasta ahora (alrededor de 10.000 millones al año que se suman a la factura del brexit) y estará bajo la jurisdicción del TJUE.
La gran diferencia con la situación actual es que Londres ya no tendrá ni voz ni voto en la toma de decisiones. Serán los 27 los que aprueben los nuevos reglamentos y directivas, pero Reino Unido estará obligado a aplicarlos. Todo lo contrario de la recuperación de la soberanía que alegan los partidarios del brexit. No habrá un comisario británico, ni diputados británicos en la Eurocámara, ni ministros británicos en el Consejo de la UE. Y quedará automáticamente excluido de los acuerdos de libre comercio que la UE tiene suscritos con el resto de socios internacionales. Pero al mismo tiempo no podrá firmar todavía sus propios pactos hasta el fin de la transición.
Ni siquiera es seguro que el nuevo acuerdo de libre comercio entre la UE y Londres esté concluido al final de la prórroga. El pacto con Canadá ha tardado 7 años en negociarse y estuvo a punto de descarrilar en el último minuto por el veto del parlamento regional de Valonia. Los papeles de divorcio del brexit ocupan 15 páginas y ha costado nueve meses consensuarlos. El pacto con Canadá tiene más de 1.000 páginas.