Bruselas

"Todo comienzo está lleno de magia". Con esta cita del escritor Hermann Hesse la canciller Angela Merkel recibió al entonces nuevo presidente francés, Emmanuel Macron, en su primera visita a Berlín el año pasado. Once meses después, Merkel y Macron se han reunido de nuevo este jueves en la capital alemana. ¿Se conserva la magia?, le han preguntado a la canciller. El retraso en la formación de Gobierno en Alemania desde las elecciones de septiembre la eclipsaron, pero "ahora la magia está volviendo", responde Merkel.

Los dos mandatarios han reiterado su compromiso de llegar a un pacto de mínimos sobre la reforma de la eurozona de aquí a junio. Pero la reunión se ha saldado sin resultados concretos. "Por supuesto que siempre hay diferentes puntos de partida en las opiniones de Alemania y Francia", ha admitido la canciller, que ha vuelto a enfriar las ambiciones de Macron de refundar la unión económica y monetaria. El Gobierno de Merkel teme que las propuestas del presidente galo se traduzcan en una transferencia constante de dinero desde Alemania a los países del sur, que Berlín se convierta en el pagador de último recurso de la UE.

La canciller admite que la eurozona "no es bastante sólida para resistir a nuevas crisis". Pero reclama un "debate abierto" que concluya al final con "la capacidad de llegar a un compromiso". Y sigue resistiéndose a poner en marcha un sistema europeo de garantía de depósitos, el pilar que falta de la unión bancaria. Alemania no se cierra a esta idea pero, frente a la urgencia que reclama Francia, la sitúa en "un futuro más alejado".

Merkel y Macron reafirman voluntad de lanzar propuesta común para reformar UE

Al lado de Merkel, Macron se ha mantenido firme en la exigencia de más "solidaridad" entre los países que comparten la moneda única. "Tras la crisis hemos construido elementos de responsabilidad y hay que preservarlos. Pero hay elementos de solidaridad indispensables en una unión monetaria. Ninguna unión monetaria sobrevive si no hay elementos de convergencia", alega el presidente francés.

Una oportunidad frustrada

¿En qué momento se torció una oportunidad única para blindar definitivamente la eurozona frente a futuras crisis? Hace apenas unas semanas todos los planetas parecían haberse alineado para desbloquear las reformas. Tras meses de parálisis en Berlín, Merkel lograba reeditar un Gobierno de Gran Coalición con los socialdemócratas con un programa cuyo eje central era dar un nuevo impulso a la integración en la UE. Su pareja de baile en París no sólo ganó las elecciones presidenciales con un programa desacomplejadamente europeísta, sino que además tiene un plan claro para el euro y ha demostrado ya que está dispuesto a liberalizar la economía francesa, tal y como le pide tradicionalmente Alemania.

El presidente francés, durante su discurso en la Eurocámara Vincent Kessler/Reuters

En su primer discurso ante la Eurocámara el pasado martes, Macron volvió a defender su programa para la eurozona: completar la unión bancaria con un fondo común de garantía de depósitos, transformar el mecanismo de rescate de la UE (MEDE) en un auténtico Fondo Monetario Europeo y crear un presupuesto de estabilización bajo control de un superministro de Finanzas. Sin estas reformas, el euro -que ya estuvo a punto de naufragar durante la Gran Recesión de 2008 a 2012- no sobrevivirá a la próxima crisis, sostiene.

Durante el periodo de interregno entre las presidenciales francesas de mayo de 2017 y el acuerdo de Gran Coalición en febrero, la canciller se mostró receptiva a las ideas de Macron, dispuesta a flexibilizar el no de Berlín a cualquier idea que suponga compartir riesgos en la eurozona. Las expectativas de un gran pacto entre Alemania y Francia se dispararon cuando los socialdemócratas (SPD) lograron hacerse con el ministerio de Finanzas. Un cargo que durante ocho años, los peores de la crisis, había ejercido con mano de hierro Wolfgang Schäuble, el adalid de las políticas de austeridad en la UE.

Sin embargo, el nuevo ministro de Finanzas socialdemócrata, Olaf Scholz, antiguo alcalde de Hamburgo, fue el primero en verter un jarro de agua fría en las aspiraciones de Macron. "No queremos ni podemos pagar por todos", avisó Scholz en una entrevista el mes pasado al diario Süddeutsche Zeitung. Allí aseguró además que no piensa apartarse de la política rigurosa de Schäuble. "Un ministro de Finanzas alemán es un ministro de Finanzas alemán, independientemente de su afiliación política", sostiene Scholz.

¿Qué ha ocurrido? Mientras el expresidente de la Eurocámara, Martin Schulz, resistió como líder del SPD y candidato a ocupar la cartera de Exteriores, el futuro de Europa era la prioridad absoluta de los socialdemócratas. Sin embargo, todo apunta a que se trataba de un proyecto personal no compartido por el resto del partido. Desde que Schulz se vio obligado a dimitir por los malos resultados electorales y la gestión de las negociaciones de Gran Coalición, la posición del SPD sobre la reforma de la eurozona se ha difuminado. El resultado es que pese a que Merkel acudía ya con plenos poderes, en la cumbre de marzo de la UE no hubo ningún avance sobre la reforma de la eurozona.

El partido de Merkel se rebela contra Macron

El golpe definitivo a los planes del presidente francés se lo ha dado esta misma semana el partido de Merkel, los democristianos de la CDU. Hasta ahora, la única cuestión en la que Francia y Alemania parecían estar de acuerdo era en la creación del Fondo Monetario Europeo (FME). Ya no. El lunes, un día antes del discurso de Macron ante la Eurocámara, la CDU filtró un documento interno en el que cuestiona las bases de este FME.

Como está en juego el dinero de Alemania, el nuevo órgano debe quedar bajo control de los Estados miembros y no de Bruselas y Berlín tiene que conservar el derecho de veto, sostienen los democristianos. Con estas premisas, la reforma se limitaría a un cambio cosmético de nombre del actual fondo de rescate de la UE.

Macron y Merkel, durante su rueda de prensa en Berlín Kay Nietfeld/Reuters

"La propuesta de la CDU y de sus socios bávaros de la CSU es una afrenta contra Francia", denuncia el eurodiputado verde alemán Sven Giegold. Pero los diputados de Merkel tampoco esconden ya su escepticismo sobre el resto de ideas de Macron. "Ya tenemos muchas instituciones, ¿para qué queremos otra? Y sobre el presupuesto, ¿por qué la eurozona debe tener un presupuesto extra, además del de la UE?", ha dicho el número dos de la CDU en el Bundestag, Ralph Brinkhaus, a la cadena ARD. Los democristianos acusan la presión del partido euroescéptico Alternativa por Alemania e incluso de los liberales, muy críticos con Bruselas.

Norte contra sur

La canciller no sólo se ha mostrado comprensiva con las dudas de su partido, sino que ha presentado una propuesta que tendría como resultado descafeinar el Eurogrupo. Este órgano informal -que reúne una vez al mes a los ministros de Finanzas de los 19 países que comparten la moneda única- es el que se ha encargado de gestionar los rescates de Grecia, Irlanda, Portugal, Chipre o España (para el sector bancario). Merkel quiere que a las reuniones se sumen también los ministros de Economía. Un foro con más gente y con menos poder de decisión. En lugar de concentrarse en cómo ayudar a los países en crisis, como defiende Macron, la canciller cree que el foco debe estar en mejorar la competitividad y la convergencia de las economías.

Esta idea de un 'Eurogrupo Jumbo' también ha sido defendida por el primer ministro holandés, Mark Rutte. Alemania se alinea así de nuevo con los países nórdicos, que en marzo firmaron una declaración conjunta rebelándose contra los planes de Macron. Estos países van todavía más lejos que Berlín y reclaman que los titulares de deuda pública asuman pérdidas en forma de quitas o reestructuraciones antes de rescatar a un país en crisis. En el extremo contrario se sitúan los países del sur, como España, Italia, Portugal o Grecia, que apoyan las ideas de Macron para la eurozona, como también lo hace el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker.

Visto este reparto de fuerzas y las diferencias irreconciliables entre el norte y el sur, las perspectivas de un acuerdo de aquí a junio son escasas. Incluso si París y Berlín alcanzan un pacto de mínimos, Holanda y el resto de nórdicos ya han dejado claro que no están dispuestos a sumarse de forma acrítica. La fase de bonanza económica que atraviesa la eurozona resta además urgencia a las obras de reparación. Lo más probable es que los jefes de Estado y de Gobierno aprueben en junio otra hoja de ruta (la primera data de 2012 y la mayoría de sus iniciativas aún no se han puesto en marcha) que retrase de nuevo las reformas. ¿Estará preparada la eurozona cuando estalle la próxima crisis?