“Siempre quiere tener la última palabra, como si fuera un monarca autoritario”. Así definía a Emmanuel Macron la periodista francesa Anne Fulda, colaboradora de Le Figaro y autora de Un joven tan perfecto, una biografía del mandatario francés que narra el ascenso al poder del presidente más joven de la V república francesa.
Un año después de ganar las elecciones con un buen puñado de votos prestados para frenar a la ultraderecha de Marine Le Pen, Macron se ha dejado por el camino muchos puntos en las encuestas de popularidad. Fuera de Francia, su buena estrella está intacta y en plena forma gracias a su hábil gestión de la diplomacia. El líder de En Marche! -un movimiento político inexistente hace dos años- es igual de implacable en su empeño por ser un líder mundial que en su labor ejecutiva como jefe del Estado.
“Si hay una cosa en la que están de acuerdo los franceses es que el presidente está tomando medidas. Es un hombre de acción. En lo que disienten es en las ventajas de estas acciones”. A pesar del crecimiento económico y la bajada del paro, la reforma laboral y las políticas económicas de Macron no han gustado a un amplio sector de la población. Sólo hay que echar un vistazo a las imágenes del pasado Primero de Mayo en París, las calles ardieron (literalmente) como hace mucho tiempo que no lo hacían.
Este fin de semana, cientos de miles de personas convocadas por la izquierda marcharon por el centro de París para amargarle el cumpleaños a Macron, un presidente al que acusan de “gobernar para los ricos” con una políticas que califican como un “golpe de Estado social”.
Pero la contestación social no parece ni siquiera despeinar a Macron que en sólo un año en el Elíseo ha diseñado una presidencia a su medida en la que todo está estudiado y nada recuerda a sus antecesores François Hollande y Nicolas Sarkozy. Ni es el presidente “normal” que pasa desapercibido que reivindicó su padrino político Hollande ni el mandatario que asume en primera persona todo el peso del Ejecutivo, papel que encarnaba Sarkozy.
Cambiar Francia de arriba a abajo
Macron prefiere alejarse del desgaste que sí sufre el primer ministro Edouard Philippe, así como los vaivenes que han sufrido otros miembros del gabinete. Al mínimo escándalo, el ministro de turno presenta su dimisión. Nada parece frenar al presidente de la tarea con la que llegó al despacho presidencial: cambiar Francia de arriba a abajo.
Para tan ambicioso objetivo, el presidente ha puesto en marcha una maquinaria muy bien engrasada en la que su guardia pretoriana de asesores en el Elíseo supervisan al milímetro las acciones de los ministerios, ocupados en gran parte por mujeres y hombres de perfiles tecnócratas y con distintas adscripciones políticas.
“Me hago responsable de todas las decisiones que se toman pero odio el hábito de tener que explicar el razonamiento de cada decisión: hay un momento para la deliberación y otro para la toma de decisiones. Y no se pueden mezclar”. Así resumía su ‘método’ el propio Macron en una reciente entrevista en la revista Nouvelle Revue française.
Me hago responsable de todas las decisiones que se toman pero odio el hábito de tener que explicar el razonamiento de cada decisión
Él y sólo él tiene la última palabra. Su círculo cercano en el Elíseo, la mayoría hombres y rondando los 40, le informa puntualmente de la labor de los ministros y le proporciona el material necesario para tomar la decisión. Todo con un ritmo de trabajo frenético que deja muy pocas horas para el sueño. Macron duerme cuatro horas y recortó drásticamente el número de asesores cuando llegó al poder en su obsesión por recortar y ahorrar. Mucho trabajo, plantilla ajustada y poco tiempo.
“Tiene una tendencia a controlarlo todo”, reconoce uno de sus asesores más cercanos en esta pieza del Financial Times. Su equipo también recuerda que esta firmeza que practica Macron es necesaria en la primera etapa de un mandato.
Embajador estrella
Al margen de la contundencia con la que maneja los asuntos internos, si algo ha caracterizado este primer año en la república del ‘rey’ Macron es la proyección internacional que ha logrado para su presidencia. Está en todos los frentes y conflictos internacionales y sabe destacar. Como gran ejemplo de su estudiada campaña de marketing en el exterior sobresale la extraña buena relación que ha tejido con Donald Trump.
El presidente de Estados Unidos, además de tener una imagen totalmente opuesta, representa también el populismo que su homólogo francés quiere combatir. Sin embargo, Macron lo agasajó con un desfile militar al ritmo de Daft Punk el pasado 14 de julio y ha pasado de reclamarle volver al pacto contra el cambio climático a presumir de tener una “relación especial” en su reciente visita a EEUU.
Además de su estudiada y exitosa faceta de líder mundial, Macron sigue disfrutando en Francia de la ruptura del tablero político que supuso la irrupción de En Marche! Aunque los sondeos reflejan una considerable caída de los índices de popularidad y aprobación del presidente, su consuelo es mirar las puntuaciones de sus rivales.
Con el Partido Socialista aún en ruinas, sólo la izquierda radical de Melenchon puede ejercer de oposición. El líder de Francia Insumisa tiene un 26% de aprobación según un sondeo de Ipsos difundido a finales de abril. Le Pen cuenta con un 24% y el nuevo líder de la derecha, Laurent Wauquiez, un 17%. Unos números que no suman para articular un desafío creíble a Emmanuel Macron.