Cuando surgió el germen del Movimiento 5 Estrellas (M5E), en 2007, la crisis económica ni siquiera había explotado. Las primeras manifestaciones organizadas por el cómico Beppe Grillo tenían como objetivo desalojar el Parlamento italiano de diputados que hubieran sido condenados. Tres años más tarde la formación se presentó a sus primeras elecciones municipales y regionales como un partido anticasta. Asumió algunos postulados contra el establishment de figuras entonces en boga, como el expresidente uruguayo José Mujica, y los utilizó como herramientas para llegar a un electorado desencantado.
Después, con los efectos de la crisis, el discurso alternativo fue virando hacia la derecha y el M5E se movió en la misma dirección. Grillo y su socio Gianroberto Casaleggio siempre presumieron de vislumbrar el fin de la división izquierda-derecha, por lo que todo marco ideológico en el que se les ha podido adscribir temporalmente sólo les ha servido para cabalgar la ola en una sociedad más desigual. Ahora que tocan el Gobierno con la yema de los dedos, han seguido la misma estrategia de siempre: la mutación. Su líder, Luigi Di Maio, se presenta como un socio europeo fiable, partidario del euro, de la OTAN, liberal en lo económico y moderado en lo social. Es decir, lo contrario a sus orígenes.
Mientras, la Liga ha seguido el camino inverso. Actualmente es el partido más vetusto del Parlamento italiano. Se fundó en 1991, de la mano de Umberto Bossi, como garante de la riqueza del norte del país, para el que durante años reclamó incluso la independencia. La Liga Norte ha gobernado desde entonces en decenas de municipios y en las regiones septentrionales más pudientes e incluso ha sido socio de gobierno con Silvio Berlusconi. Su ideología era ante todo tradicionalista. Un cóctel que en España habría tenido su mejor traducción en el carlismo.
Hasta que la caída del último gobierno conservador y un escándalo de corrupción interno dejaron el partido bajo mínimos en las elecciones de 2013. Momento en el que salió al rescate Matteo Salvini. El desprecio hacia el sur de Italia se tradujo en rechazo a la inmigración, inspirándose en la nueva derecha alternativa. Pero para darle un cuerpo más sólido hacía falta un marco conceptual económico acorde a las circunstancias.
Salvini, de gran carisma pero limitado poso intelectual, fio su estrategia a personajes como Alberto Bagnai, un economista famoso por explicar en un blog personal por qué el euro ha arruinado la economía europea. Bagnai se considera un antiguo hombre de izquierdas que ha comprobado que “es normal que surjan los llamados populistas ante el pensamiento mágico de que ante la crisis europea hay que responder con más Europa”. Así es como la Liga Norte ha pasado a ser simplemente la Liga, con la intención de llegar también al denostado sur. Una corriente que rechaza la unión monetaria y trata de imponer su voz en la UE de forma unilateral.
Estos son los dos partidos que se disponen a formar Gobierno en la tercera economía de la eurozona. Este domingo deberían comunicarle al presidente de la República, Sergio Mattarella, que está todo listo. Sólo el reparto de las carteras y la elección de un primer ministro, que debería ser una figura al margen de ambas fuerzas, parecen los últimos interrogantes. Para el cargo, quien suena con más fuerza es un diplomático llamado Giampiero Massolo, exembajador en Rusia y antiguo jefe de los servicios secretos, que contaría con la afinidad de ambos partidos. En cuanto a los programas, aún quedan algunos detalles por resolver, pero los temas centrales parecen quedar claros.
Mayor control de la inmigración
Es el aspecto que monopolizó la campaña de la Liga, partidaria de reforzar las fronteras, una política migratoria más restrictiva y mayor seguridad. Una ecuación que para la formación de extrema derecha compone un silogismo evidente. Como país receptor, la Liga no estaría planteando que Italia deje de acoger a quienes son rescatados en el mar, que por otra parte cada vez son menos debido a que el último gobierno socialdemócrata acordó con Libia que los migrantes sean devueltos en caliente. La política del nuevo Ejecutivo se basaría en aumentar las repatriaciones, aunque por mucho empeño que le ponga difícilmente lo logrará si los países de origen no colaboran, como ha ocurrido hasta ahora.
Tan fundamental es este aspecto para la Liga que el propio Salvini podría hacerse cargo del Ministerio del Interior. Desde el Movimiento 5 Estrellas, que defiende también el cierre inmediato de las rutas de la inmigración irregular, podrían pocos problemas a estas políticas. Di Maio ha sido una de las figuras más duras en este sentido dentro del partido y sólo la sensibilidad de algunos miembros progresistas supondría un elemento de discordia.
Menos peso del Estado
Tanto la Liga como el M5E coinciden en rebajar la carga impositiva y eliminar las trabas burocráticas para incentivar a las pequeñas y medianas empresas. En definitiva, menos Estado y más iniciativa privada, basándose en una concepción de empoderamiento del ciudadano. Esto no significa que no sean partidarios de una mayor regulación financiera, aunque esta línea parece más encaminada a su crítica del sistema económico global.
En lo concreto, la Liga no quiere renunciar a una propuesta para bajar los impuestos a familias y empresas a una tasa fija del 15%. Mientras que el M5E prometió una renta básica de ciudadanía de 780 euros, que ya empieza a transformarse en otra cosa. Según las últimas conversaciones, podría comenzar con una mayor dotación para los servicios de búsqueda de empleo y la medida no entraría en vigor hasta 2019. También en el aspecto económico, ambos tendrían en su programa la reforma de la última ley que aumenta la edad de jubilación.
Aunque ahora Di Maio se presente como defensor del euro, el M5E fue el partido que llegó a plantear un referéndum para la salida de la moneda única. La Liga nunca ha llegado a este punto, pero sí lo considera un lastre para la economía nacional y ha amenazado con rebajar su aportación en Europa si no se reforman algunos tratados. El presidente de la República ya ha advertido públicamente que “el soberanismo es impracticable” y aunque no interferirá en el ejercicio de gobierno, su presencia sí que puede servir de contrapeso a posiciones euroescépticas. De momento los candidatos a encabezar los ministerios deben pasar su filtro.
Salvini y Di Maio –posible titular de Exteriores– aspiran a estar en ese Ejecutivo, aunque no en primera fila. De forma que ninguno impondría su criterio, pero a la vez tampoco se desgaste más que el rival. Pese al pacto con el M5E, la Liga no ha roto oficialmente la coalición de derechas con Berlusconi y el resto de socios, lo que le permite mantener las administraciones que gobiernan conjuntamente. Queda por ver el papel del exCavaliere, que incluso podría votar en contra en la sesión de investidura. Dará igual su rechazo o la abstención, ya que Liga y M5E tendrían mayoría. Lo importante es que con su visto bueno dio lugar a las negociaciones y esto podría tener alguna contrapartida al menos a la hora de mantener sus intereses empresariales.