Las controvertidas cuotas obligatorias de refugiados podrían tener los días contados. Las propuso por primera vez la Comisión Europea de Jean-Claude Juncker en 2015 como solución de emergencia ante la llegada masiva de sirios que huían de la guerra. La idea no sólo fracasó -de las 160.000 personas comprometidas, únicamente se ha reubicado a 34.689-, sino que ha provocado una fractura sin precedentes en la UE. Una disputa sin visos de resolverse que enfrenta a los países del Este (liderados por Hungría y Polonia), que consideran las cuotas una amenaza a su soberanía y a su seguridad, contra los del Oeste (en particular Alemania), que se quejan de la falta de solidaridad de socios que reciben muchos fondos comunitarios.
A pocas semanas de la decisiva cumbre del 28 y 29 de junio, cita en la que los jefes de Estado y de Gobierno se han comprometido a aprobar la reforma del sistema comunitario de asilo, incluso Juncker se rinde y acepta la derrota. Él fue el principal promotor del reparto de refugiados, que sigue siendo una de las iniciativas emblemáticas de su mandato. Y ahora quería poner en marcha un mecanismo de solidaridad permanente para hacer frente a futuras crisis como la de 2015. Pero la reunión de ministros del Interior celebrada este martes en Luxemburgo ha vuelto a demostrar que las posiciones siguen tan enconadas como siempre y que el acuerdo es imposible.
¿Es este el final de las cuotas?, le han preguntado a Juncker durante una rueda de prensa conjunta con el primer ministro austríaco, Sebastian Kurz, con el que se ha reunido este miércoles en Bruselas. "Para mi, la protección de las fronteras exteriores se ha convertido en la prioridad sobre el resto de cuestiones", ha contestado el presidente de la Comisión. A su juicio, es necesario evitar los "enfoques dogmáticos" y buscar soluciones con las que todo el mundo pueda convivir.
"La discusión sobre las cuotas será difícil", resaltaba a su lado el primer ministro austriaco, cuyo país ocupará la presidencia de turno de la UE a partir de julio. Desde su llegada al poder en diciembre, Kurz se ha alineado con los países del Este en su rechazo a las cuotas y ha endurecido su política migratoria. Gobierna con el partido de ultraderecha FPÖ. Una coalición que ha sido bendecida de nuevo por Juncker por su programa proeuropeo. El presidente del Ejecutivo comunitario ha dicho incluso que se ha llevado una buena impresión del líder del FPÖ, Christian Strache, que también estaba en Bruselas en su condición de viceprimer ministro.
Reforzar Frontex
El primer ministro austriaco cree que la UE debe aparcar definitivamente el reparto de refugiados y concentrarse en las cuestiones que generan más consenso. Entre ellas ha citado reforzar el mandato de la Guardia Europea de Fronteras y Costas (Frontex) -Bruselas acaba de proponer ampliar su plantilla de 1.500 a 10.000 personas- y "reducir los flujos migratorios". El objetivo debe ser "poner fin a las muertes en el Mediterráneo pero también lograr más estabilidad y orden en la UE, unas fronteras exteriores adecuadamente protegidas", sostiene Kurz.
El comisario de Inmigración, el griego Dimitris Avramopoulos, otro de los defensores del sistema de cuotas, avisa de que no hay que bajar la guardia. "La situación sigue siendo frágil porque todavía hay presión en algunas rutas migratorias, aunque no sea comparable con el periodo de crisis", dijo el martes en Luxemburgo. El número de llegadas ha aumentado en Grecia y en España, según Frontex.
Para Avramopoulos, el acuerdo aún es posible. "La última reforma tardó ocho años en realizarse. Creo que nuestra reforma será más rápida", sostiene. Un diagnóstico que no comparte en absoluto el secretario de Inmigración belga, Theo Francken, otro de los adalides de la línea dura con los refugiados. "La reforma de Dublin está muerta. No hay absolutamente ningún consenso", escribió en Twitter tras el fiasco de la reunión de ministros de Interior.
Campos de refugiados fuera de la UE
De hecho, ante este bloqueo en la reforma del sistema de asilo, los países más duros han decidido ir por su cuenta, activar una Europa a dos velocidades en inmigración. Su iniciativa estrella, desvelada este miércoles por el primer ministro danés, Lars Lokke Rasmussen, pasaría por crear campos de refugiados fuera de la UE. Una medida de la que se viene hablando en los pasillos de Bruselas desde hace una década pero que nunca se ha concretado en nada.
En este proyecto, que se está poniendo en marcha al margen de las estructuras comunitarias, participan también Alemania, Holanda y Austria. "Soy optimista. Basándome en mis discusiones con otros líderes europeos, espero que podamos dar el primer paso este año", ha dicho Rasmussen. "Tendría sentido ofrecer protección fuera de la UE, de manera que los migrantes logren protección cuando sea necesario pero no puedan escoger el sistema que más les convenga en Europa", sostiene Kurz.
Si finalmente no se llega a un acuerdo en la cumbre del 28 y 29 de junio, las cuotas obligatorias de refugiados quedarán previsiblemente enterradas para siempre. Así lo anunció el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, al que tampoco le gusta el sistema de reparto, y que ha anunciado que presentará alternativas. Eso significaría el triunfo definitivo de las tesis del primer ministro húngaro, Viktor Orban, que siempre ha apostado por reforzar las fronteras, frente a la política de puertas abiertas que defendió la canciller Angela Merkel al principio de la crisis de refugiados.