Berlín

Angela Merkel se enfrenta estos días a la problemática que plantean partidos regionalistas que llegan al poder. El ministro del Interior, Horst Seehofer  -también presidente de la CSU de Baviera y socio en la zona de la CDU- ha logrado poner contra las cuerdas a Merkel y a todo el Gobierno.

El líder bávaro presiona cuanto puede para que la jefa del Ejecutivo acepte sus restrictivas propuestas en materia de inmigración, una actitud que mucho tiene que ver con las próximas elecciones bávaras de octubre. Seehofer ha puesto sobre la mesa, por ejemplo, establecer controles en las fronteras y expulsar del país a los demandantes de asilo que se encuentran en Alemania pero que fueron registrados en otros países de la Unión Europea.

Merkel siempre ha rechazado las soluciones nacionales. Para ella, es necesario encontrar respuestas a nivel europeo. En esto mismo se podría avanzar en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE que se celebrará los próximos 28 y 29 de junio.

La inmigración abre una grieta en el Gobierno de coalición de Merkel

Hasta el primero de julio daba el lunes Seehofer a Merkel para que se presenten medidas en materia de inmigración. “Le deseamos mucho éxito a la canciller en la búsqueda de un acuerdo [con los socios europeos, ndlr.]”, declaraba Seehofer, dando un aviso: “Realmente no tenemos el tema de la inmigración en nuestro control”.

El líder bávaro hacía esas declaraciones después de haber provocado que saltaran chispas dentro de la mayor familia política conservadora de Alemania. Con motivo de que Merkel le obligó a suspender la semana pasada la presentación de su “plan maestro” sobre inmigración, Seehofer había hecho saber que está harto de su jefa.

Según la última edición dominical del diario Welt, Seehofer habría incluso pronunciado un “no puedo trabajar más con esta mujer” aludiendo a la canciller en una reunión con los ministros de Transportes y de Cooperación y Desarrollo, Andreas Scheuer y Gerd Müller, respectivamente. Ellos son los otros representantes de la CSU en la gran coalición gubernamental que forman cristianodemócratas y socialdemócratas alemanes.

Que esas palabras se hicieran públicas generaron serias dudas sobre si el cuarto Gobierno de la canciller Merkel podría continuar su andadura. Durante todo el fin de semana se especuló con que la CSU dejara el Ejecutivo, provocando la caída de Merkel y la convocatoria de nuevas elecciones.

Hasta el presidente estadounidense, Donald Trump, tuiteaba el lunes dejándose llevar por los peores augurios. “La gente de Alemania están dando la espalda a sus líderes en un momento en que la inmigración está agitando la poco convincente coalición de Berlín”, escribía Trump.

El Gobierno de Merkel, en peligro

“Este conflicto puede acabar con el Gobierno de Merkel de no encontrarse un compromiso duradero entre las partes”, dice a EL ESPAÑOL Nils Diederich, politólogo de la Universidad Libre de Berlín. En este sentido, el popular diario Bild ya se hacía eco en su primera página del viernes del peligro que corre el cuarto mandato de la canciller.

A Seehofer le corre prisa que se tomen 'sus' medidas. Aunque terminó ampliando el plazo, la semana pasada ya puso el lunes como fecha límite para encontrar soluciones. “¡Ultimátum para Merkel!”, se leía a este respecto en la citada primera página del Bild, el periódico más vendido de Alemania y de Europa.

El lunes, sin embargo, Merkel y su ministro firmaban una tregua. Hay fin de las hostilidades, al menos hasta el primero de julio. “En realidad, nadie quiere que haya nuevas elecciones. La CDU no las quiere, los socialdemócratas no tienen ni dinero para lanzarse en una nueva campaña electoral, Los Verdes tampoco quieren y, bueno, la CSU tampoco quiere que haya unas elecciones generales antes de sus elecciones en Baviera”, comenta a EL ESPAÑOL Judy Dempsey, investigadora en Berlín del Carnegie Europe, centro de estudios que pertenece al Fondo Carnegie para la Paz Internacional.

Que Seehofer haya convertido el endurecimiento de las políticas de inmigración y asilo en su prioridad como ministro del Interior está íntimamente relacionado con la posición de su partido en Baviera. Allí, el 51% de los votantes de la CSU piensa que inmigrantes y refugiados son el “gran problema de Alemania”, según una reciente investigación del instituto Forsa. Entre los votantes de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), ese porcentaje alcanza el 83%.

La CSU, un partido sin interés por Alemania

Según los sondeos de intención de voto, de cara a las elecciones regionales de Baviera del próximo mes de octubre, AfD parece tener asegurado entrar en esa cámara de representación regional. Es más, podría llegar a ser la segunda fuerza política, por delante de los socialdemócratas.

“Con las medidas que defiende Seehofer ante Merkel, la CSU lo que está haciendo es dirigirse a su electorado”, según Diederich. A buen seguro gustaría también a los líderes socialcristianos que la mano dura con la inmigración y los refugiados les lleve a conseguir votantes a AfD.

En cualquier caso, el lunes estaban todas las miradas puestas en las reuniones que mantenían por separado los líderes de CSU y CDU. Abordaban la tensa situación gubernamental y qué se podía hacer para limar unas asperezas que generan las aspiraciones restrictivas de Seehofer. “Se está viendo que la CSU es un partido regional, que no tiene ningún interés por la política nacional alemana, sólo se interesa por Baviera y cómo puede allí asegurar sus intereses”, estima Diederich.

“Suena paradójico, pero toda la política alemana se ha puesto al servicio de intereses cortoplacistas y regionales. Es como si los nacionalistas catalanes estuvieran en el Gobierno y condicionaran su cooperación con el Ejecutivo a la satisfacción de sus intereses en Cataluña”, abunda este politólogo en clave española.

Para Dempsey, “esta crisis representa también un fracaso para Angela Merkel”. “Ella no ha sido capaz de unir a los países europeos para que desarrollen una política de asilo común, aunque es verdad que también ha tenido en su contra a Gobiernos como el de Polonia, Hungría, Eslovaquia o la República Checa”, sostiene esta experta.

La debilidad política de Merkel

La tensión generada por Seehofer también da cuenta de la fragilidad política de la gran coalición' que dirige Merkel. “En caso de que Merkel se enfrentara a una cuestión de confianza en el Bundestag, no creo que pudiera formar una nueva mayoría en el Parlamento”, plantea Diederich. Tras las pasadas elecciones generales, celebradas en septiembre, la lideresa cristianodemócrata pasó casi medio año negociando con otros partidos de la Cámara Baja antes de formar Gobierno.

Resultó vana su tentativa de gobernar con los liberales del FDP y Los Verdes en la denominada 'coalición Jamaica'. Finalmente, el apoyo de unos socialdemócratas muy debilitados tras encajar el peor resultado de su historia en septiembre es lo que ha permitido a Merkel seguir en el poder. Frente a la reeditada gran coalición de CDU/CSU y Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), AfD ejerce como principal partido de la oposición.

La ultraderecha, crecida por su infatigable crítica a la política con las que Merkel hizo frente a la llegada a Alemania de unos 1,5 millones de refugiados entre 2015 y 2016, obtuvo en los comicios de septiembre un 12,6%. De cara a la cita con las urnas de Baviera, a AfD se le atribuye actualmente un 13,5%. Allí también podría convertirse en la principal fuerza de la oposición si termina superando al SPD, al que los sondeos conceden un porcentaje que ronda el 13%.

Las encuestas sitúan a la CSU como gran vencedor de esas elecciones. Le atribuyen algo más del 40%, pero lejos del 47,7% de 2013. Seehofer y su CSU aún tienen que luchar por mantener su hegemonía en Baviera. Ésto, para Merkel, puede significar más de un disgusto.