Berlín

Alemania está en el grupo de países a los que el presidente estadounidense Donald Trump se refiere como “supuestos aliados”. Conocida es la queja del jefe de Estado estadounidense según la cual Alemania se ha estado aprovechando de la protección militar de la superpotencia norteamericana. Trump también echa en cara a Merkel y a otros socios europeos que no contribuyan lo suficiente en el presupuesto de la OTAN.

Que Trump haya caracterizado su mandato por airear este tipo de ideas antes, después y durante cada cumbre internacional tiene consecuencias. En Berlín, por ejemplo, en el debate público han resucitado viejas ideas como la de desarrollar una capacidad de disuasión nuclear propia e incluso recuperar el servicio militar obligatorio.

“¿Necesitamos la Bomba?”, se preguntaba hace unos días la portada de la edición dominical – la más popular en Alemania – del diario conservador Die Welt. Así presentaba el contenido de un artículo firmado por Christian Hacke, un reputado experto en cuestiones internacionales y politólogo de la Universidad de Bonn. El texto era prácticamente un llamamiento al país para convencerlo de la conveniencia de desarrollar un programa alemán de armamento nuclear.

Cartel del SPD

“Un poder nuclear alemán fortalece la seguridad de Occidente”, escribía Hacke. Él asumía desde la primera línea de su artículo que, en vista de que “las garantías americanas de defensa nuclear son cuestionables y un poder de disuasión europeo no parece realizable, se concluye: Alemania sólo puede depender de sí misma en casos extremos”.

El país de la canciller Angela Merkel vive agitado de un tiempo a esta parte por culpa de voces – incluidas las de los socios bávaros de Gobierno – que plantean con insistencia soluciones nacionales a un problema como el de la inmigración, una problemática también relacionada con la inestabilidad internacional.

El permanente desafío del ministro del Interior y líder de la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera, Horst Seehofer, es un claro ejemplo de políticos queriendo priorizar soluciones patrias a las que se toman a nivel europeo, que son las del gusto de Merkel. Seehofer sigue actualmente una estrategia para atraer el voto de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) a falta de pocas semanas para que se celebren las próximas elecciones regionales de Baviera.

Ideas al gusto de la ultraderecha

Sabiendo de la preferencia nacional de AfD “tal vez a sus votantes les haya gustado el artículo de Hacke”, dice a EL ESPAÑOL Markus Kaim, experto en Política de Seguridad del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas alemanas). Kaim tiene el suficiente acceso a los responsables del Ejecutivo germano para asegurar que “las ideas de Hacke no encuentran ningún tipo de resonancia ni en el ministerio de Defensa, ni el de Asuntos Exteriores, ni en la Cancillería Federal”.

No ocurre lo mismo con los medios de comunicación, que vienen dando significativo espacio a este debate estratégico germano sobre la “bomba nuclear alemana”. En general, se desestiman la propuestas pro-nuclearización de Hacke.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la Alemania del canciller Konrad Adenauer ya coqueteó con la idea de dotarse de la bomba nuclear. En 1968, con el democristiano Kurt Georg Kiesinger de canciller, Alemania ratificó el Tratado de No Proliferación Nuclear. A partir de entonces, la bomba atómica cayó a lo más bajo de la lista de prioridades estratégicas alemanas.

Nuclearización militar

“No hay ningún político en Alemania que esté defendiendo actualmente la necesidad de un poder nuclear alemán. Alemania no va a hacerse con la bomba atómica y nadie espera que eso ocurra”, dice a EL ESPAÑOL Ulrike Frauke, experta alemana del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). “No hay ni clima político ni mayoría favorable a la nuclearización militar de Alemania”, subraya a este periódico Henning Riecke, experto del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas alemanas).

En este contexto, ganaba dimensión política interna el mensaje que el SPD distribuía en sus redes el pasado lunes, aniversario del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima. “¡Nunca más!”, podría leerse en la imagen de la nube de hongo producida en la devastada ciudad japonesa.

Deterioro de la relación con EEUU

Frauke no está sorprendida por la aparición de un debate como el nuclear que, a priori, resulta sin consecuencias. Es más, en Alemania ya se habló en vano el pasado verano de cómo nuclearizar el poder militar alemán.

“La razón de este debate tiene que ver con el deterioro de la relación con Estados Unidos y con el miedo general de que Estados Unidos, bajo la presidencia de Trump, no pueda cumplir con la defensa de Europa en el marco del artículo cinco del tratado de la OTAN”, asegura esta experta.

Ese artículo es el que dice que todo ataque a un miembro de la Alianza Atlántica será considerado una agresión contra todos los integrantes de la comunidad firmante del tratado de la OTAN. El artículo cinco es el que invocó Estados Unidos para lanzar su intervención contra Al-Qaeda y los Talibán tras los atentados del 11-S. En Alemania se duda de que Estados Unidos pudiera reaccionar con la solidaridad que presupone ese artículo. Pero Riecke, el experto del DGAP, no está en el grupo de los escépticos.

“En realidad, Estados Unidos no se ha olvidado de la OTAN, ahora puede que haya discusión sobre las aportaciones al presupuesto de la OTAN, pero los estadounidenses están invirtiendo un número creciente de dinero para estar presentes militarmente en Europa, y también en su armamento militar con la idea de una ampliación de su poder disuasorio”, explica este experto.

Debate sobre 'la mili'

No todos piensan en Alemania como Riecke. Por eso, en un país con dudas sobre la relación transatlántica, también se viene hablando del regreso del servicio militar obligatorio. El responsable de esta otra discusión es Patrick Sensburg, diputado de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), el partido de Merkel.

“Necesitamos el servicio militar, y debe ser para hombres y mujeres”, declaraba hace unos días Sensburg al diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung. No se puede decir que este diputado por el distrito de Hochsauerland (oeste germano) haya convencido en Alemania, cuyo Ejército depende en términos de reclutamiento de los voluntarios desde 2011.

Ulrike Demmer, portavoz del Gobierno de Merkel, ha terminado recordando que “la revocación de la suspensión del servicio militar obligatorio está fuera de lugar”. Desde el ministerio de Defensa, en manos de la cristianodemócrata Ursula von der Leyen, también se ha manifestado en contra de “viejos diseños” frente a los presentes desafíos que se plantean a la política de seguridad.

Los responsables alemanes de la política de defensa no viven ajenos a la inestable realidad internacional. El gasto alemán en seguridad y defensa va al alza. Está previsto alcance los 43.870 millones de euros al final de esta legislatura. Según las cuentas del Gobierno, este año le corresponden a Defensa 38.930 millones de euros y el próximo 42.250 millones euros. Esa última cifra es superior en 10.000 millones de euros a la que correspondía al ministerio de Von der Leyen al inicio de la pasada legislatura.

Más gasto en defensa 

“Aún estamos lejos del 2% del PIB que se pide en la OTAN”, reconoce Kaim, el experto del SWP. Alemania se ha comprometido a dedicar el 1,5% de su PIB al gasto en defensa de aquí a 2025. “Pero el presupuesto en defensa va en aumento y ésto, sorprendentemente no ha generado discusión. Es algo que demuestra que, desde 2010, hay cambios en Alemania en la política de seguridad y defensa”, apunta.

Para él, ese aumento, aunque débil, manifiesta que Alemania está reaccionando a la agresiva actitud internacional de Rusia en las crisis de seguridad del vecindario europeo, a la elección de Donald Trump y a las consecuencias de la salida del Reino Unido de la UE.

“Rusia, Trump y el 'brexit' son las condiciones que explican el cambio en la política de seguridad y de defensa de Alemania”, concluye Keim.