A su vuelta al cole en la cumbre informal que se celebra a partir de este miércoles en la ciudad austríaca de Salzburgo, la primera del curso político, los líderes de la UE se enfrentan a las mismas asignaturas que dejaron pendientes antes del verano. Los mismos problemas que llevan meses arrastrando sin resolver: fundamentalmente la crisis migratoria pero también el brexit. La tregua precaria que se logró en el anterior Consejo Europeo de junio ha saltado por los aires. Y la tensión entre los Estados miembros vuelve a niveles máximos: el ministro del Interior italiano, el ultra Matteo Salvini, y su homólogo luxemburgués llegaron hasta los insultos la semana pasada.
La reunión de Salzburgo empieza ya con unas expectativas muy bajas. Nadie espera avances decisivos ni en la cuestión de los desembarcos de migrantes rescatados en alta mar ni en las cuotas para repartirse a los demandantes de asilo. Se aspira como máximo a rebajar la tensión, a mejorar el ambiente entre los jefes de Estado y de Gobierno. "Que no haya un choque de trenes por razones de política interior, que se busquen mayores puntos de encuentro", reclama un diplomático que ha participado en los preparativos del encuentro.
Es el mismo mensaje que ha enunciado el presidente del Consejo Europeo, el conservador polaco Donald Tusk, en su carta de invitación al resto de líderes. "Si alguien quiere resolver la crisis, mientras que otros quieren utilizarla, seguirá siendo imposible de resolver. Espero que en Salzburgo seamos capaces de poner fin a los resentimientos mutuos y volvamos a un enfoque constructivo", escribe Tusk. A su juicio, la UE ya no vive una crisis migratoria, puesto que el número de entradas irregulares ha caído un 92% desde el tope de 2015. Se trata ahora de una crisis política derivada del uso que hacen algunos países de los problemas migratorios.
Todas las miradas están puestas en el Gobierno populista de Italia y su estrategia de tensionar al máximo a la UE, casi hasta el límite de la ruptura, para tratar de conseguir sus objetivos. Es lo que ha hecho Salvini durante el verano al impedir el desembarco de buques con inmigrantes rescatados en alta mar, incluso de la propia guardia costera italiana. En Salzburgo, se espera que el primer ministro Giuseppe Conte, vuelva a plantear sus exigencias: puertos para desembarcar fuera de Italia y el reparto de refugiados e inmigrantes por toda la UE. Un reparto que sigue siendo tabú para los países del Este, liderados por Polonia y Hungría.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llega a la cumbre de Salzburgo en un momento en el que la ruta entre España y Marruecos se ha convertido en la principal vía de entrada de inmigrantes irregulares a la UE. Entre enero y agosto, el número de llegadas irregulares ascendió a 29.600, el doble que durante el mismo periodo de 2017, según los últimos datos de la Guardia Europea de Fronteras y Costas (Frontex). Para España, la prioridad ahora sigue siendo que Bruselas dé más dinero a Marruecos para contener la presión migratoria, según explican fuentes diplomáticas.
El Gobierno de Sánchez se niega a acoger ninguno de los centros cerrados para inmigrantes dentro de la UE que los jefes de Estado y de Gobierno se comprometieron a crear en junio. De hecho, ningún país del Mediterráneo ha aceptado convertirse en sede de uno de estos campos permanentes. Tampoco hay candidatos para acoger las plataformas de desembarco en África. Eso significa que la principal iniciativa de la UE en los últimos meses para contener la presión migratoria ha quedado en letra muerta.
Los dirigentes comunitarios quieren ahora convertir en modelo el caso del Egipto del dictador Abdelfatah Al Sisi. Las autoridades egipcias han reforzado sus capacidades para proteger su frontera marítima y su frontera terrestre con Libia sin ayuda de la UE. El resultado es que este año no ha habido salidas irregulares desde Egipto (frente a 13.000 personas en 2016). "Si todos los países del Mediterráneo se tomaran sus responsabilidades tan en serio como Egipto, no habría ningún problema de flujos irregulares a Europa", sostiene un alto funcionario europeo. Pero Egipto tampoco ha aceptado instalar una plataforma de desembarco, que en todo caso sería inviable por estar demasiado lejos.
A España tampoco le convence la propuesta de Bruselas de aumentar la plantilla de Frontex de 2.800 a 10.000 personas de aquí a 2020 y dotarla de nuevos poderes ejecutivos para actuar tanto dentro como fuera de la UE, que se discute por primera vez en Salzburgo a nivel de jefes de Estado y de Gobierno. El Gobierno de Pedro Sánchez cree que esta iniciativa podría chocar con la soberanía y las competencias en materia de política interior de los países miembros. Unas dudas que comparten el resto de países del sur, pero también por ejemplo Hungría. El plan estrella del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, para blindar las fronteras exteriores de la UE parece tener los días contados.
La catástrofe del brexit
El segundo gran problema que se arrastra en la agenda de Salzburgo es el brexit. La primera ministra británica, Theresa May, informará durante la cena de este miércoles a sus colegas sobre el estado del debate en Reino Unido. Ya sin May, los líderes de los 27 discutirán el calendario de la recta final de negociaciones en el almuerzo del jueves, que concluirá la cumbre. Las conversaciones entre Bruselas y Londres han entrado en una especie de bucle en el que parece imposible encontrar una solución al principal problema pendiente, la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte. Y los plazos están a punto de agotarse: Reino Unido saldrá de la UE el 29 de marzo de 2019.
"Desafortunadamente, un escenario de no acuerdo es todavía bastante posible. Pero si todos actuamos de forma responsable, podemos evitar una catástrofe", escribe Tusk en su carta a los líderes europeos. El debate en Salzburgo se centra en tres temas: la estructura de la declaración política sobre las relaciones postbrexit entre Bruselas y Londres, que se adjuntará al Tratado de Retirada; la cuestión de la frontera con Irlanda; y el calendario de los próximos meses. El presidente del Consejo Europeo sopesa convocar una cumbre extraordinaria a mediados de noviembre que sería el momento de la verdad del brexit. El tiempo extra se necesita para ratificar el acuerdo en la UE y Reino Unido.
Otro de los escollos que emerge en la fase final de las negociaciones es el del estatus de Gibraltar. El Gobierno de Sánchez ha pedido a la UE incluir un protocolo sobre el Peñón en el Tratado de Retirada, en el que se detallen todas las exigencias de España para acabar con su fiscalidad opaca, el contrabando de tabaco o los problemas de contaminación. El negociador de la UE para el brexit, Michel Barnier, ha expresado su "pleno apoyo" a España. Pero Madrid y Londres todavía parecen lejos de un acuerdo sobre Gibraltar.