Uno de los dos candidatos se ha creído el procedimiento y ha jugado con entusiasmo hasta el final. Si de lo que se trata es de acercar Europa a los ciudadanos y democratizar la elección del presidente de la Comisión, el finlandés Alex Stubb (50 años) cumplió todos los pasos: lanzamiento de su campaña de primarias en un bar de Bruselas, agenda agotadora de actos públicos, entrevistas incontables en medios de toda la UE, minigira de capitales y uso intensivo de las redes sociales. En contraste, su rival, el alemán Manfred Weber (46 años), se ha centrado en recabar apoyos en los despachos, reuniones a puerta cerrada con los que mandan. Una estrategia que parece haberle dado mejores resultados, ya que es el favorito claro para ganar.
El Partido Popular Europeo (PPE) elige el próximo jueves 8 de noviembre en un congreso en Helsinki a su cabeza de lista para las elecciones a la Eurocámara de mayo de 2019. Y por tanto a su candidato -Spitzenkandidat, según la denominación alemana que se ha impuesto en Bruselas- a suceder a Jean-Claude Juncker al frente del Ejecutivo comunitario si los populares ganan los comicios, como dicen todas las encuestas. Una elección en la que también está en juego el tipo de relación que quieren mantener con las fuerzas antiinmigración de ultraderecha, cuyo auge en los comicios preocupa a los dirigentes de la UE.
¿Deben los populares europeos levantar un cordón sanitario que aisle a los populistas de derechas como el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, o al Gobierno de Ley y Justicia en Polonia? ¿O la mejor estrategia pasa por tender puentes y tratar de atraerse a los ultras, adoptar su retórica, moderarlos y sumar fuerzas? Stubb se decanta claramente por la primera opción: "Copiar a los populistas de extrema derecha no funciona", ha declarado en una entrevista al diario Die Welt.
Un maratoniano finlandés contra el candidato de Merkel
Aficionado a los triatlones Ironman, Stubb lo ha sido todo en la política finlandesa: primer ministro, ministro de Exteriores y ministro de Finanzas. Durante la crisis de deuda de 2015 fue de los más duros contra el Gobierno griego de Alexis Tsipras. Ahora se presenta como el candidato más liberal, centrista y moderno, frente al conservadurismo tradicional y algo apolillado de Weber. Una diferencia que escenifica incluso en el estilo de vestir: corbata formal frente a camiseta negra casi hipster. El finlandés habla con fluidez francés, inglés, alemán y sueco, además de su lengua materna.
"El centroderecha en Europa debe modernizarse antes de que sea demasiado tarde", sostiene Stubb. A su juicio, el PPE debería empezar la limpieza por su propia casa: planteándose seriamente la expulsión del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, contra el que la Eurocámara acaba de abrir un procedimiento sancionador por su deriva autoritaria. "Si Orbán no acata los valores básicos del PPE, debe estar fuera. Si se compromete, puede quedase, pero bajo vigilancia", alega el finlandés. Frente a la retórica de la extrema derecha, Stubb defiende que Europa "necesita inmigración controlada y legal". "Con una población envejecida y escasez de mano de obra cualificada, no seremos capaces de sobrevivir levantando muros", afirma.
En contraste, Weber apuesta por tender puentes con los populistas de derechas. El alemán, sin carisma y poco conocido fuera de la burbuja bruselense, nunca ha ocupado ningún cargo ejecutivo y ha desarrollado la mayor parte de su carrera política en la Eurocámara, donde ahora preside el grupo del PPE. Cuenta con la ventaja indiscutible de ser el candidato de la canciller Angela Merkel, aunque se sitúa claramente a su derecha en política migratoria. Aunque votó a favor de expedientar a Orbán, hasta hace poco había sido uno de los mayores defensores de la continuidad del primer ministro húngaro en el PPE.
¿Aliarse con los ultras o no?
"Tenemos que implicar a Orbán y a Salvini. Necesitamos un compromiso con los soberanistas", ha defendido el alemán durante la campaña. "Por encima de mi cadáver", responde Stubb cuando se le pregunta por la posibilidad de que La Liga de Salvini o los euroescépticos polacos de Ley y Justicia entren en el PPE.
"Si soy elegido Spitzenkandidat y el PPE gana las elecciones al Parlamento Europeo, intentaré formar una alianza con un grupo de fuerzas políticas moderadas proeuropeas. Vengo de una tradición política de coaliciones y tolerancia, pero tengo intolerancia cero hacia la intolerancia y el odio", asegura el candidato finlandés. "Si hay que elegir entre Macron y Salvini, póngame directamente en el bando de Macron", añade. El presidente francés es a la vez su modelo y su socio ideal.
Sin embargo, recuento del 8 de noviembre apenas tendrá emoción. Una mayoría de delegaciones nacionales ha expresado ya públicamente su apoyo a Weber frente a Stubb. Entre ellos, el PP de Pablo Casado. También le apoyan los austriacos de Sebastian Kurz, los italianos de Silvio Berlusconi o el propio Orbán. De los grandes países, sólo faltan por decantarse los conservadores franceses de Laurent Wauquiez. Stubb apenas se ha asegurado el apoyo de Suecia y Estonia. Ha primado la apuesta por una cierta estabilidad que representa el alemán frente al experimento que supondría la nueva política más abierta y transparente del finlandés.
De hecho, Stubb se ha quejado de la falta de imparcialidad del aparato del PPE en estas primarias, que él quería conducir al estilo americano. Durante toda la campaña ha reclamado un debate con Weber para contrastar programas y puntos de vista. El alemán se ha resistido todo lo que ha podido. Al final, habrá debate, pero cuando todo el pescado esté ya vendido: a última hora del 7 de noviembre, poco antes de se vote.
La última palabra, para los jefes de Estado y de Gobierno
La victoria casi segura de Weber no le garantiza en absoluto la presidencia de la Comisión. Los socialistas europeos han lanzado su propio proceso de selección de cabeza de lista, en el que también compiten dos candidatos: el eslovaco Maros Sefcovic, un auténtico desconocido pese a ser comisario desde 2009; y el holandés Frans Timmermans, que durante su mandato como vicepresidente primero del Ejecutivo comunitario se ha convertido en azote de los Gobiernos antiliberales de Hungría y Polonia, pero también de los independentistas catalanes.
Timmermans cuenta con el apoyo del PSOE de Pedro Sánchez. La votación se celebrará en Lisboa los días 7 y 8 de diciembre y su triunfo está prácticamente garantizado. Pero todas las encuestas dan que los partidos socialdemócratas se hundirán en las elecciones europeas.
Los más rezagados son los liberales europeos, que darán el pistoletazo de salida para elegir a su candidato durante el congreso que celebran en Madrid del 8 al 10 de noviembre, en el que Ciudadanos ejercerá de anfitrión. La favorita aquí es la todopoderosa comisaria de Competencia, Margrethe Vestager. Pero La Republique en Marche! de Macron se resiste a participar. Entre los populistas, el propio Salvini ha sugerido que estaría dispuesto a competir.
Sin embargo, la última palabra para elegir al sucesor de Juncker la tendrán los jefes de Estado y de Gobierno de la UE. Y ellos ya han dejado claro que, a diferencia de lo ocurrido en 2014, no dejarán que la Eurocámara les imponga a su candidato. La falta de peso político de Weber y la alta probabilidad de unos resultados ajustados, sin mayorías claras, en las elecciones de mayo de 2019, facilitan la tarea a los líderes europeos y despejan el camino para un aspirante tapado. Una incógnita que sólo empezará a despejarse a partir de junio del año que viene.