Se llaman Maxi, Franz, Annabella, Caroline, Stefanie o Gina. Forman parte del grupo de 16 jóvenes que el Museo de la República Democrática de Alemania ha convertido en protagonistas de su última muestra en Berlín. Está dedicada a los últimos alemanes que nacieron bajo el comunismo, en 1989. Nací en el 1989, se titula la exposición. A través de objetos que han jugado un papel importante en las biografías de esos jóvenes, la muestra da cuenta de cómo han crecido en Alemania los últimos niños de la extinta República Democrática de Alemania (RDA).
Se exponen, por ejemplo, objetos como juguetes infantiles de la época o el juego de mesa Überholen ohne Einzuholen –algo así como Adelantar sin comprar–. Era una suerte de Monopoly del comunismo. Retomaba una idea del líder comunista de la RDA Walter Ulbricht según la cual se aspiraba a superar el capitalismo pero sin generar las desventajas propias de la economía de libre mercado.
Con ese juego de mesa pasó horas con sus abuelos en Berlín Michéle Weisbach, uno de los chicos protagonistas de la exposición. Entre Michéle y el resto de jóvenes de la muestra, por estadística, tendría que haber, por lo menos, un votante de ultraderecha. En principio, el núcleo duro de los votantes del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) no son los jóvenes. “Los protagonista de la exposición no son el núcleo de los electores de AfD”, precisa a EL ESPAÑOL el comisario de la muestra, Sören Marotz. AfD depende del voto de la población que, por edad, se sitúa entre los 30 y los 59 años. Por localización geográfica, AfD tiene mayor número de bastiones en el este alemán.
Allí es donde el partido ha sabido captar la sensación que muchos tienen en el este germano de “no ser escuchados”, según los términos de Marotz. Han pasado ya lustros desde la reunificación, pero en la Alemania oriental las jubilaciones son más bajas que en el oeste. Lo mismo pasa con los salarios. “En la RDA tampoco arraigó una auténtica sociedad civil”, dice Marotz.
Este tipo realidades también las acusan los jóvenes del este. Por eso, en las pasadas elecciones generales, un 11% de los menores de 30 años votó por AfD. En las regiones de la antigua RDA, AfD fue el segundo partido más votado en esa cita con las urnas.
Según recuerdan a EL ESPAÑOL desde las oficinas de AfD en Magdeburgo, la capital de Sajonia-Anhalt, Land que otrora fue territorio de la Alemania comunista, “entre los votantes jóvenes, de entre 18 y los 29 años, conseguimos un 29% de los votos en las elecciones regionales de 2016”. En esa cita de Sajonia Anhalt, AfD fue el segundo partido más votado.
En las elecciones regionales de 2016 en Mecklenburgo-Pomerania Occidental, otra región que perteneció a la RDA, AfD también fue el segundo partido más votado. Superó a la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Angela Merkel al conseguir un 20,8% de los votos. Leif-Erik Holm, diputado de AfD en el Bundestag y líder de la formación ultra en esa región del este germano, no ve contradicción en que un territorio como el suyo, que en su día estuvo al servicio de la utopía comunista, ahora esté apoyando masivamente a un partido como AfD.
“Eso sólo es en apariencia una contradicción”, dice Holm a EL ESPAÑOL. “La RDA fue un estado muy conservador, incluso muchos de los votantes de Die Linke [formación izquierdista] son gente que prioriza el orden y la seguridad. En realidad, muchos votantes de Die Linke son conservadores y observan cómo los partidos tradicionales y los partidos de la izquierda no ven necesidad de preocuparse de conceptos como el orden y la seguridad”, añade.
Antiguos ciudadanos comunistas
De hecho, en las pasadas elecciones generales, el partido de Holm sumó casi un millón de papeletas que, en anteriores citas con las urnas, fueron a parar a formaciones de la izquierda. AfD “tomó” del SPD 510.000 votos, de los poscomunistas de Die Linke unos 420.000 y de Los Verdes cerca de 50.000. Su discurso nacionalista, xenófobo e islamófobo movilizó a más de millón de abstencionistas.
“El elemento patriótico también es un factor del éxito de AfD. En lo que fue la RDA el sentimiento patriótico, de pertenencia Alemania, se ha mantenido fuertemente, cosa que en la Alemania del oeste no ocurre”, explica Holm. “En el este alemán viven más personas que dan importancia a la nación”, abunda.
Tal vez por eso es AfD el partido más querido en el este alemán. Al menos así lo indicaba un sondeo de Infratest Dinmap de hace unas semanas. Según ese estudio, AfD contaba en la Alemania oriental con un 27% de la intención de voto, por delante de la CDU (23%), Die Linke (18%) y el SPD (15%).
AfD no es un fenómeno exclusivo del este alemán. También hay millones de votantes de AfD en el oeste. Sin embargo, los que fueron en su día ciudadanos de la Alemania comunista, a priori, parecen los que menos tendrían que ver con la ultraderecha. Para explicar cómo se pasa, en 29 años, de participar en el socialismo real a apostar por un modelo político nacionalista como el defendido en AfD, hay que recordar las experiencias de muchos alemanes bajo la RDA.
“La percepción política de la gente del este es distinta a la del oeste. Estaban bajo un régimen dictatorial, donde había una clase dirigente que decía cosas para referirse a la marcha del país, pero luego la realidad era otra. No se creía lo que decían los medios oficiales de la RDA, había un escepticismo muy fuerte”, explica a EL ESPAÑOL Frank-Christian Hansel, diputado de AfD en el parlamento regional de Berlín. “Este escepticismo todavía existe y es fundamental en la percepción política de la Alemania del este, donde existe menos ese sentido de lo políticamente correcto respecto al oeste”, abunda.
A su entender, facilita el voto a AfD en el este la forma de entender la política en esta región germana, un entendimiento influenciado por los algo más de 40 años de dictadura comunista. “La gente no tiene tanta cultura partidista, no se pertenece a un partido u otro por tradición familiar, por ejemplo. Los votantes del este son más espontáneos”, apunta Hansel.
Manifestarse con extremistas no es un problema
Eric Linhart, politólogo de la Universidad Técnica de Chemnitz, una de las ciudades importantes del Land de Sajonia, otro de los feudos de AfD, habla a EL ESPAÑOL de esta otra cultura política de la Alemania que fue comunista.
“Yo soy originariamente del oeste alemán. Allí teníamos reglas claras. Por ejemplo, si había neonazis que organizaban una manifestación, incluso por cosas de consenso como la mejora de las jubilaciones, los demócratas no iban. En el este yo tengo otra impresión”, explica Linhart. “En Chemnitz, por ejemplo, ha habido grandes manifestaciones y la mayoría de la gente que iba no era extremista. Pero la imagen está ahí, hubo ciudadanos completamente normales que fueron a la calle con radicales de extrema derecha”, abunda este politólogo, aludiendo a los disturbios del pasado verano tras el asesinato de un alemán de origen cubano a manos, supuestamente, de dos inmigrantes.
“En Sajonia la gente no deja de ir a manifestaciones aunque haya neonazis haciendo el saludo nazi, porque tal vez tengan un punto en común, en lo que sea”, agrega el politólogo. En aquellos días de manifestaciones y disturbios, los líderes de AfD se sumaron a las marchas convocadas por Pro-Chemnitz, un movimiento de línea política similar a la de los Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente (PEGIDA).
Este mes, AfD, bajo amenaza de ser vigilada por los servicios de inteligencia en vista de su radicalización, ponían a Pro-Chemnitz en su lista de organizaciones “incompatibles” con el partido. Pero eso no quiere decir que AfD haya dejado de ser muy compatible con el este alemán.