Bruselas

Durante meses, los líderes de la UE hablaron incluso de "refundar" la eurozona. Había que aprovechar el buen tiempo, el ciclo de bonanza económica, para reparar las grietas estructurales que a punto estuvieron de destruir la moneda única durante la Gran Recesión, reclamaba el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. La eurozona sigue siendo frágil y necesita instrumentos más potentes si quiere sobrevivir a otra gran crisis. Hace falta un superministro de Finanzas, un gran presupuesto de estabilización y un Parlamento para la eurozona, defendía el presidente francés, Emmanuel Macron. Era urgente llegar a un acuerdo global antes de las elecciones a la Eurocámara de mayo  de 2019 para demostrar a los ciudadanos que la UE puede actuar y frenar así a los populismos.

Tras un año de debates, y coincidiendo con la celebración del 20 aniversario del euro, los ministros de Finanzas del euro han llegado este martes a primera hora de la mañana a un acuerdo de mínimos sobre la reforma de la eurozona que está muy por debajo de las expectativas generadas. Un pacto que ha necesitado además una ronda final de 18 horas de negociaciones y una noche en blanco. El compromiso todavía debe ser ser ratificado en la Eurocumbre de líderes europeos que se celebra el 14 de diciembre.

"No hemos dado pasos de gigante hoy, pero hemos dado algunos pasos significativos en lo que es un camino largo y difícil", admitía el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, en una rueda de prensa a las 9:00 de la mañana.

En las negociaciones se han perfilado dos bandos que se han enfrentado hasta el final. Por un lado, Macron y los países del sur, entre ellos España, que defienden profundizar la integración y compartir más riesgos en la UE. Por el otro, Holanda y los países nórdicos -que se autodenominan la Liga Hanseática-, que apuestan por la disciplina fiscal y las reformas a nivel nacional casi como única receta: cada palo que aguante su vela.

La irrupción de un Gobierno populista en Italia, que presume de saltarse las reglas presupuestarias de la UE, ha reducido todavía más si cabe el apetito de solidaridad entre los países nórdicos. Y el Gobierno de gran coalición de Angela Merkel ha mantenido una actitud ambivalente durante todo el proceso: en público, ha mostrado un apoyo tibio a la agenda de Macron, mientras que en privado se ha situado del lado de la Liga Hanseática.

Un acuerdo que "no es sexy"

El resultado de este choque entre norte y sur es un paquete mucho menos ambicioso de lo prometido. Un conjunto de parches tecnocráticos, cambios cosméticos difíciles de explicar que a juicio de muchos economistas resultan insuficientes para garantizar la supervivencia a largo plazo de la eurozona. No habrá superministro de Finanzas, ni Fondo Monetario Europeo ni presupuesto para salir al rescate de los países que sufran el ataque de los mercados. 

"La gente no entiende lo que estamos discutiendo. Podemos decir que hemos tenido éxito, que hemos logrado un backstop para el MEDE. Pero esto no es sexy, no se puede explicar a nadie. La gente dice: ¿de qué va esto? Ya estáis protegiendo a los bancos pero nadie se preocupa por los ciudadanos", admitía este lunes la ministra de Economía, Nadia Calviño

"Tendremos un paquete técnico, pero no una auténtica reforma de la eurozona", se queja el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici. "Hay un elefante que ya no está en la habitación, que es la democracia. No veo el futuro del euro sin un Gobierno democrático. No es satisfactorio. Es un escándalo democrático. Que 23 personas (los miembros del Eurogrupo) decidan sobre el destino de millones sin control democrático no es sostenible a largo plazo", sostiene Moscovici.

"Necesitamos un ministro de Finanzas controlado por un Parlamento de la eurozona. Estas ideas no deben olvidarse. Ya no están sobre la mesa pero deben volver porque de lo contrario tendremos una reacción negativa de los ciudadanos", ha avisado el político francés.

Los parches que ha pactado el Eurogrupo

UNA UNIÓN BANCARIA INCOMPLETA. Tal y como se concibió originalmente, la unión bancaria constaba de tres pilares: una supervisión centralizada a cargo del Banco Central Europeo (BCE); una autoridad única para liquidar bancos en crisis (la JUR), con un fondo único de resolución de 55.000 millones de euros prefinanciado por las propias entidades; y un sistema común de garantía de depósitos bancarios (EDIS, por sus siglas en inglés). Las dos primeras piezas ya están en marcha. De hecho, la JUR fue la responsable de liquidar al Banco Popular hace año y medio. Pero el EDIS, que garantizaría que los depósitos hasta 100.000 euros gozan de idéntica protección en toda la UE, sigue bloqueado por el veto de Alemania, que teme acabar pagando la factura los bancos italianos. Los ministros de Finanzas ni siquiera han sido capaces de elaborar una "hoja de ruta" para mantener viva la negociación, pese a que así lo pidieron los líderes europeos en junio. Se limitan a crear un grupo de expertos que debe hacer propuestas el primer semestre de 2019. El único avance concreto consiste en que el fondo de rescate de la UE (MEDE) se convierta en avalista del fondo único de resolución, que le preste dinero si una crisis bancaria lo deja vacío. El backstop del que habla la ministra Calviño. Un aval que ha tardado un año en negociarse y que probablemente no entre en vigor hasta 2024.

RETOQUES EN EL FONDO DE RESCATE. El MEDE, que cuenta con una potencia de fuego de 500.000 millones de euros, ya no se rebautizará como Fondo Monetario Europeo como defendían inicialmente París y Berlín. Se ha opuesto el BCE, que teme una confusión entre política fiscal y monetaria. Tampoco se convertirá en una institución de la UE como reclamaba la Comisión, sino que seguirá controlado por los Estados miembros, que mantendrán su capacidad de veto en cualquier rescate. La única novedad es que se suavizan los requisitos para que el MEDE puede conceder líneas de crédito preventivas a aquellos Estados miembros que cumplan las reglas presupuestarias pero aún así sufran ataques de los mercados. Por ejemplo, si la crisis de Italia se contagia a España o Irlanda. Además, el fondo de rescate podrá mediar entre los Estados y  sus acreedores privados para facilitar reestructuraciones de la deuda cuando ésta no sea sostenible. Es el compromiso de mínimos entre los dos bandos en liza. Los nórdicos exigían que antes de cualquier rescate se obligara a los inversores a asumir pérdidas. Los sureños, en particular Italia, se negaban alegando que eso amplificará las turbulencias en los mercados. A partir de 2022, todos los bonos públicos emitidos por la eurozona deberán contener cláusulas que faciliten la reestructuración (las denominadas cláusulas de acción colectiva).

¿UN PRESUPUESTO MINIMALISTA PARA LA EUROZONA?. Tras mucho resistirse, Alemania pactó con Francia en junio la creación de un presupuesto de estabilización para la eurozona. Un pacto que está muy lejos de las ambiciones iniciales de Macron, que defendía una dotación equivalente a varios puntos del PIB de la eurozona. Aunque París y Berlín no han puesto ninguna cifra, su propuesta está muy cerca del minifondo de 30.000 millones de euros que ha planteado la Comisión, una cifra irrisoria para hacer frente por ejemplo a una crisis en Italia. España defiende que una de las funciones de este presupuesto debería ser crear un seguro europeo de desempleo. Pero esta vez, ni siquiera el acuerdo de mínimos entre Merkel y Macron ha servido para arrastrar a los países de la Liga Hanseática. Holanda sigue insistiendo en que no le ve ninguna utilidad. "Ha pasado de ser un elefante a convertirse en un ratón. Y ahora el ratón está en una jaula", se ha burlado su ministro de Finanzas, Wopke Hoekstra. Los debates sobre el presupuesto y sobre el EDIS se dejan abiertos y continuarán en los próximos seis meses.