Bruselas

La refundación de la eurozona para dotarla de instrumentos que le permitan resistir a la próxima crisis que propugnaba el presidente francés, Emmanuel Macronse ha quedado en papel mojado. Los jefes de Estado y de Gobierno de la UE ratifican este viernes en el Consejo Europeo que se celebra en Bruselas el acuerdo de mínimos que alcanzó el Eurogrupo el 4 de diciembre: apenas unos parches para reparar los defectos estructurales que a punto estuvieron de hacer estallar la moneda única durante la crisis de deuda.

Los únicos avances se refieren al fondo de rescate de la UE (MEDE): podrá conceder más fácilmente líneas de crédito preventivas a los países atacados por los mercados, sin esperar a su hundimiento total. Además, actuará de avalista de fondo único de resolución bancaria, el bote de 55.000 millones de euros para pagar liquidaciones de bancos prefinanciado por las propias entidades. Sin embargo, no se transforma en un Fondo Monetario Europeo, como se anunció en un principio, y todos los países mantienen su poder de veto.

El resultado es una reforma que "no es sexy" y "no se puede explicar a nadie", según admitía la ministra de Economía, Nadia Calviño. En las dos cuestiones más importantes no ha habido progresos. Alemania sigue bloqueando la creación de una garantía europea de depósitos bancarios: el Eurogrupo se limita a crear un grupo de expertos para continuar discutiendo otros seis meses. También se da una patada hacia adelante al presupuesto para la eurozona. Los líderes europeos siguen sin ponerse de acuerdo sobre para qué sirve este instrumento o siquiera si sirve para algo.

Para estimular las reformas estructurales

Holanda lidera ahora el grupo de países que ven inútil un presupuesto específico para la eurozona. "La necesidad de este presupuesto es menos que convincente", suele decir el ministro holandés de Finanzas, Wopke Hoekstra. A su juicio, la receta para preservar la estabilidad del euro es que todos los países respeten la disciplina fiscal y hagan reformas. Es decir, que cada palo aguante su vela. En aras del consenso, Países Bajos y los nórdicos han acabado aceptando discutir sobre un presupuesto de la eurozona, pero siempre que se limite su función a fomentar la convergencia y la competitividad. La idea se parece al minifondo de 25.000 millones de euros que ha propuesto Bruselas para animar a los Gobiernos con incentivos económicos a que hagan reformas en áreas con el mercado laboral, la educación o el sistema tributario. Sobre esta iniciativa debatirá el Eurogrupo durante los próximos meses

Para rescatar a los países en crisis

Esta era la idea original de Macron. Un megapresupuesto con dotación equivalente a varios puntos del PIB para salir al rescate de los países que sufren una crisis específica y que no pueden recurrir a devaluar su moneda ni tampoco beneficiarse de los estímulos del Banco Central Europeo (BCE), que diseña su política para el conjunto de la eurozona y no para problemas particulares. Ante la oposición de Alemania, Holanda y los nórdicos, la Comisión puso sobre la mesa una versión reducida. Un fondo con una potencia de fuego de apenas 30.000 millones en siete años, cuya prioridad sería proteger el nivel de inversión del Estado miembro que sufra un shock asimétrico en cuestiones como infraestructuras, educación y capital humano. Pero sobre esta función de estabilización para el presupuesto de la eurozona no se ha logrado ningún tipo de acercamiento. Eso sí, Francia no se resigna y ha forzado que las discusiones continúen a nivel técnico, que no político.

Para financiar un seguro europeo de paro

Esta idea se remonta al primer informe de 2012 sobre el futuro del euro firmado por el presidente del BCE, Mario Draghi; y los entonces presidentes del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker; de la Comisión, José Manuel Durao Barroso; y del Consejo, Herman Van Rompuy. Allí se decía que el seguro europeo de paro podría funcionar "como complemento o sustituto de los sistemas nacionales de prestaciones por desempleo" y que sólo podrían beneficiarse los países que apliquen las reformas exigidas. La canciller Angela Merkel se opuso y el plan se enterró. En los últimos meses lo ha resucitado su nuevo ministro de Economía, Olaf Scholz, y lo apoya también el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Sería una "red de seguridad para los ciudadanos", sostiene la ministra Calviño. Esta idea cuenta con el respaldo de reputados economistas, que la consideran un "pequeño primer paso" para una unión fiscal plena, según explicaba a este periódico el profesor Paul de Grauwe. Holanda y los países nórdicos lo vetan.