A las 3:50 de la tarde del sábado 24 de mayo de 2014, un matrimonio de turistas israelíes, Emmanuel y Miriam Riva (de 54 y 53 años), hojea un folleto en la entrada del Museo Judío de Bruselas. Es una tarde agradable de primavera, ambientada por la maratón de jazz que se celebra anualmente en la ciudad. Un hombre con cazadora azul, gorra, mochila y gafas de sol se les acerca por detrás y, sin mediar palabra, les descerraja sendos tiros en la cabeza. A continuación dispara contra un trabajador del museo, Alexandre Strens (26 años), que fallecerá de sus heridas dos semanas más tarde. La cuarta víctima del ataque es Dominique Sabrier, una voluntaria francesa de 66 años.
En total, 82 segundos de terror durante los que el asesino dispara una veintena de veces, primero con un revolver y después con un fusil de asalto Kalashnikov. Una vez consumado el ataque, el hombre abandona tranquilamente el Museo judío y consigue huir mezclándose con la multitud. Las cámaras de seguridad lo han grabado todo. El ministro de Exteriores belga, Didier Reynders, que se encuentra por la zona, es uno de los primeros en llamar a las fuerzas de seguridad. "Estoy en la rue des Minimes, delante del Museo Judío... Hay dos personas en el suelo, temo que están muertas", dice al operador Reynders, que se queja de la tardanza en llegar de la policía.
Cuatro años y medio más tarde, este jueves 10 de enero comienza en el Palacio de Justicia de Bruselas el juicio contra el presunto autor del ataque, el francés de origen argelino Mehdi Nemmouche (33 años). Se le considera como el primer yihadista regresado de combatir en Siria en las filas del Estado Islámico para cometer un atentado terrorista en suelo europeo. Las familias de las víctimas esperan que el proceso sirva para arrojar luz sobre sus conexiones con otros grandes atentados yihadistas en Europa, como los del 13 de noviembre de 2015 en París, en los que murieron 130 personas; o los del 22 de marzo de 2016 en Bruselas, con 32 víctimas.
"Es el primer proceso en el que tenemos a un yihadista que ha cometido un atentado y que está vivo. Es el primer proceso de toda esta oleada de yihadistas. Es la primera vez que un yihadista puede ser juzgado", ha destacado en la radio FranceInfo el portavoz de la Asociación Francesa de Víctimas del Terrorismo, Guillaume Denoix de Saint Marc.
116 testigos en un juicio que durará hasta marzo
El proceso ha arrancado este lunes con la selección de los miembros del jurado: 8 hombres y cuatro mujeres escogidos entre las 200 personas convocadas. Las sesiones del jueves y el viernes están consagrados a la lectura de los escritos de acusación y de defensa. El martes 15 de enero comenzará el interrogatorio a Nemmouche y al otro acusado, el francés Nacer Bendrer (30 años), que le vendió las armas utilizadas en el ataque contra el Museo Judío. Los dos se habían conocido en la cárcel. Ambos se enfrentan a penas de cadena perpetua si se les declara culpables. Por el Palacio de Justicia desfilarán hasta 116 testigos. Está previsto que la vista termine el 1 de marzo.
Nemmouche niega ser el autor del atentado y espera que el juicio sirva para "que se reconozca su inocencia", según dijo su abogado defensor, Sebastian Courtoy, en una vista previa celebrada el pasado 20 de diciembre. "No va a quedarse callado, dará explicaciones", prometió Courtoy. La defensa sostiene que su cliente es víctima de un complot de los servicios de inteligencia israelíes, que serían los auténticos responsables del tiroteo en el Museo Judío. Una línea que no ha sido tenida en cuenta hasta ahora por el tribunal, que ha rechazado citar a declarar al director del Mossad o al embajador de Israel en Bélgica como pedían los abogados de Nemmouche.
En cambio, sí que están citados como testigos cuatro periodistas franceses -Nicolás Hénin, Didier François, Edouard Elias y Pierre Torrès- que han identificado a Nemmouche como su carcelero durante el tiempo que estuvieron secuestrados en Siria entre 2013 y 2014 y que han sido convocados para dar cuenta de su carácter. Los periodistas describen al acusado como un hombre violento y sádico que disfrutaba torturando a otros presos sirios. También destacan su obsesión antisemita. Por estos hechos, la justicia francesa ya le ha procesado bajo la acusación de secuestro con fines terroristas, aunque todavía no se ha celebrado el juicio.
De la pequeña delincuencia a la radicalización terrorista
De padre desconocido y abandonado por su madre, Nemmouche -que nació en la localidad de Roubaix, al norte de Francia- pasó su infancia entre familias de acogida y la casa de su abuela. Su carrera como pequeño delincuente reincidente empieza a los 13 años. Su especialidad, los robos con violencia. Desde 2001, pasa por la cárcel hasta en cinco ocasiones. En su ultima estancia en prisión, entre 2007 y 2011, fue cuando se radicalizó. "Se caracterizaba por su proselitismo extremista, frecuentaba un grupo de detenidos islamistas radicales y hacía llamamientos al rezo colectivo", relató el fiscal de París, François Molins.
Puesto en libertad el 4 de diciembre de 2012, Nemmouche viaja a Siria tres semanas después, pasando por Bélgica, Reino Unido, Líbano y Turquía, donde permanecerá más de un año. La investigación ha mostrado que allí estableció contacto directo con Abdelhamid Abaaoud, el cerebro de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París, que murió cinco días más tarde durante el asalto de la policía a su refugio en la localidad vecina de Saint-Denis. También mantenía relaciones estrechas con Najim Laachraoui, uno de los dos terroristas suicidas que se hizo estallar en el aeropuerto de Bruselas el 22 de marzo de 2016, que como él ejercía de carcelero en Alepo. Su regreso a Europa se produce en marzo de 2014, pasando por varios países asiáticos en un intento de borrar pistas.
El 30 de mayo de 2014, seis días después del atentado contra el Museo Judío de Bruselas, tres policías de aduanas franceses realizan una inspección por sorpresa en un autobús de Eurolines que acaba de llegar a la estación de Marsella. Salió de Ámsterdam y ha hecho una parada intermedia en Bruselas. Entre los 15 pasajeros viaja Mehdi Nemmouche, que se subió en la capital belga. Cerca de su asiento, los agentes encuentran una bolsa que contiene un Kalashnikov envuelto en una sábana blanca con el emblema del Estado Islámico, munición, una cazadora azul equipada de una cámara GoPro (con la que supuestamente pretendía grabar el atentado pero falló), y recortes de noticias sobre el ataque en la prensa belga. Cuando registran a Nemmouche, descubren que lleva una pistola cargada en el bolsillo de su chaqueta.
Ya esposado, el acusado admite que la bolsa es suya, pero sostiene que robó las armas de un coche estacionado en Bruselas. Según los análisis, las armas son las mismas que se utilizaron en el atentado contra el Museo Judío. Además, en su ordenador se encuentra una grabación de lo que se cree que es su voz reivindicando los asesinatos y anunciando nuevos ataques en Bruselas. La huida de Nemmouche ha llegado a su fin. Desde su detención, el acusado ha guardado silencio y se ha negado a colaborar en la investigación. La incógnita ahora es si cambiará de estrategia durante el juicio.