La reunión entre el vicepresidente del Gobierno italiano y líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S), Luigi Di Maio, y un grupo de chalecos amarillos en París ha provocado una crisis diplomática que llevó este jueves a Francia a llamar a consultas a su embajador en Italia.
El encuentro tuvo lugar el martes y reunió al político italiano del antisistema M5S con un portavoz del movimiento contestatario francés, Christophe Chalençon, y con Ingrid Levavasseur, promotora de una de sus listas para las elecciones europeas de mayo, la Reunión de Iniciativa Ciudadana.
Las autoridades francesas consideraron un día después que aquello fue una "provocación inaceptable entre países vecinos y socios en el seno de la Unión Europea", pero este jueves elevaron el tono de su protesta al llamar a consultas a Christian Masset, su embajador en Roma desde septiembre de 2017.
El Ministerio de Exteriores destacó que "desde hace meses Francia es objeto de repetidas acusaciones, ataques sin fundamento y declaraciones indignantes que todo el mundo conoce y puede recordar" y subrayó que, "desde el final de la guerra, es algo que no tiene precedentes".
El apoyo de Di Maio a los "chalecos amarillos" no es nuevo: el 7 de enero ya les animó a "no rendirse" porque una "nueva Europa" estaba "naciendo" y les ofreció acceder al sistema digital de toma de decisiones que usa el M5S, partidario de la democracia directa.
La secretaria de Estado francesa de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, pidió que Roma no se entrometiera en asuntos internos, pero el líder del M5S, que gobierna en coalición con la ultraderechista Liga de Matteo Salvini, no se echó atrás.
Francia "quizás se olvida de cuando su presidente, (Emmanuel) Macron, hablando de nuestro Gobierno, nos comparó con la lepra", escribió Di Maio en la red social Facebook.
Su partido, que forma parte del grupo Europa de la Libertad y la Democracia Directa en el Parlamento Europeo, se halla inmerso en la búsqueda de alianzas ante los comicios europeos, y la reunión del martes con los "chalecos amarillos" se enmarcó en esa iniciativa.
Para las autoridades francesas, sin embargo, fue la gota que colmó el vaso: "Todos estos actos crean una situación grave que cuestiona las intenciones del Gobierno italiano de cara a su relación con Francia", indicó el Ministerio de Exteriores en una declaración oficial.
Francia no olvida que Di Maio le reprochara "empobrecer" y colonizar África, de donde procede la mayor parte de inmigrantes que llegan a Italia, o que Salvini tildara de "pésimo" a Macron y le recriminara rechazar a inmigrantes en la frontera italo-francesa.
El pasado agosto, Salvini y el primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, acusaron al jefe de Estado de abrir las puertas de Europa a la inmigración masiva, y este avisó que no iba a claudicar ante ideas nacionalistas.
"Tener desacuerdos es una cosa e instrumentalizar la relación con fines electorales es otra. Todos estos actos crean una situación grave que interroga sobre las intenciones del Gobierno italiano de cara a su relación con Francia", señaló hoy Exteriores.
Para París, "las últimas injerencias constituyen una provocación adicional e inaceptable. Violan el respeto debido a la elección democrática hecha por un pueblo amigo y aliado y el respeto que gobiernos democrática y libremente elegidos se deben entre ellos".
Pese a todo, su enfado tuvo un matiz conciliador. El ministerio recordó que ambos países están unidos por "una historia común", que es "más indispensable que nunca para superar sus desafíos en el siglo XXI", e instó a Italia a "actuar para recuperar la relación de amistad y respeto".
Salvini recogió ese guante y, en un comunicado, aseguró que no quiere "reñir" con Francia y que es partidario de reunirse con Macron para afrontar, entre otras cosas, las devoluciones de migrantes en la frontera o la atención a los trabajadores que la cruzan a diario, "vejados", a su juicio, por controles "que duran horas".