El Sindicato Nacional de la enseñanza pública polaca ha convocado una huelga general e indefinida a partir del 8 de abril. Justo antes de los exámenes y de las elecciones europeas, unos comicios que el gobierno conservador del PiS afronta como un test de cara a las generales y presidenciales, a celebrar este año.
La principal reivindicación es económica. El sindicato de maestros reclama una subida lineal de unos 220 euros, mientras que la ministra de Educación, Anna Zalewska, ha prometido un incremento del 15% en los próximos tres años. En la pujante economía polaca, una cajera de supermercado sin experiencia tiene un sueldo base de 615 euros. Una maestra, tras estudiar magisterio y conseguir una plaza pública, empieza cobrando 520.
No es raro que en las escuelas de Varsovia haya 200 plazas sin ocupar o que los graduados en carreras técnicas ni siquiera se planteen la enseñanza pública como opción laboral. O que hace pocos años hubiese 670.000 maestros en Polonia y ahora solo medio millón. Se trata de medio millón de ciudadanos con educación superior, derecho a voto, gran influencia y que están muy, muy enfadados con el gobierno. Un desafío que pocos gobiernos se podrían permitir en un año electoral.
La huelga no podría llegar en peor momento para el gobierno de Morawiecki. Su partido, que ha hecho bandera de la protección a la familia y la clase media, se enfrenta a la evidencia de que la reforma de la educación pública, que era uno de los pilares fundamentales de su programa político, no gusta a nadie. Los maestros y profesores, gremios que tradicionalmente gozaban de prestigio social en este país, han visto en los últimos años cómo se les ha impuesto una reforma cargada de ideología política y que intentó ser parada por los padres de estudiantes, que llegaron a reunir un millón de firmas para ello. La “deforma”, como es conocida por sus malos resultados, contempla el cierre de unas 7.000 escuelas públicas y el despido de unos 9.000 maestros con el fin de ahorrar gastos, aunque sea a costa de agrupar en la misma clase a alumnos de varias edades.
El Presidente Duda se ha alineado con el gobierno en esta disputa, llamando “populistas” a los docentes por sus demandas económicas. Sin embargo, el colectivo de maestros tiene razones para sentirse infravalorado frente a otros funcionarios menos cualificados: cuando el año pasado los policías nacionales (965 euros de salario medio) emplearon la misma táctica de bajas concertadas y amenazaron con una huelga si no se les subía el sueldo en 150 euros. En 72 horas sus demandas fueron aceptadas.
En un intento de ganar tiempo y conseguir que se lleven a cabo los exámenes con normalidad, el ministerio ha reanudado las negociaciones con el principal sindicato de maestros, el ZNP, pero su Presidente recuerda que hace meses sus delegados tuvieron que esperar durante horas a ser atendidos por la ministra mientras ésta departía en privado con otros sindicatos de menor representación pero más cercanos al gobierno.
Patriotismo en las aulas
El Presidente del ZNP, Sławomir Broniarz, se queja en declaraciones a EL ESPAÑOL de que “la ministra está implantando el programa político del PiS en las escuelas”, con “una cultura del martirologio nacional”, primando la enseñanza religiosa en vez de mantener las escuelas “como el espacio laico que deben ser” y reduciendo de 9 a 8 años el período de escolarización obligatoria. El señor Broniarz apareció recientemente en la portada de una revista política pro gubernamental portando un fusil en un montaje fotográfico bajo el titular “quiere secuestrar a nuestros hijos”.
Los centros de enseñanza se han convertido en unos de los instrumentos favoritos del gobierno nacionalista polaco para extender su propaganda. En muchas escuelas, los pasillos y aulas están llenos de lemas patrióticos que hacen referencia a Dios y Patria, pósters que invitan a los niños a unirse a la “Fuerza de Defensa Territorial”, una organización paramilitar que uniforma y entrena a los jóvenes con armas de fuego, y los estudiantes acuden en horas lectivas a visitar y limpiar las tumbas de militares caídos en las guerras del siglo pasado. Las ceremonias de apertura de curso incluyen homenajes a la bandera, en casi todas las aulas del país hay un crucifijo y, como denuncia el Presidente del Sindicato de Maestros, uno de los criterios para evaluar y promocionar profesionalmente a los maestros es "moldear la actitud patriótica en los estudiantes". En una clasificación de la calidad de la enseñanza pública difundida por “The Economist”, Polonia pasó del puesto 17 en el año 2017 al 27 en 2018.
La alarma ha cundido entre los padres, preocupados tanto por la inminencia de los exámenes como por la imposibilidad de cuidar de sus hijos en caso de que la huelga se extienda durante mucho tiempo. En las votaciones que se han llevado a cabo en escuelas de todo el país, el apoyo entre los profesores a la huelga roza el 90%, lo que augura un seguimiento masivo del paro. El Ministerio de Educación ha colgado de su página web comunicados de algunas asociaciones de padres de alumnos conminando a los maestros a no hacer huelga “por el bien de los alumnos”. Además, en declaraciones a la prensa, algunos miembros del gobierno han sugerido que el coste del incremento salarial que piden los docentes podría afectar a otros programas de ayudas familiares. Por su parte, la oposición recuerda que desde 2015 el salario de Anna Zalewska ha subido un 257% y ha pasado de 25.000 a 70.000 euros anuales.
La huelga puede desencadenar una ola de descontento entre una amplia parte de la población polaca y, a pocas semanas de las elecciones europeas y solo unos meses de las generales, puede convertirse en el detonante que haga cambiar las tornas en el poder. Las encuestas electorales mantienen al PiS como el partido con mejor perspectiva de voto, pero también acortan las distancias con la oposición. El gobierno que preside Morawiecki basa su apoyo en los programas estatales de ayudas familiares, como el “500+”, que conceden un sueldo mensual de unos 120 euros a los padres de dos o más menores de edad.
El PiS cultiva una imagen de “partido de las familias” que puede verse en entredicho con una huelga masiva en las escuelas. Es una protesta que tiene mucho de político a pesar de que el PiS quiere presentarla como una demanda puramente económica por parte de un colectivo profesional al que se solía colocar como uno de los pilares de la nación y al que se supone un carácter vocacional y patriótico.
Precisamente la ministra Zalewska es una de las candidatas al Parlamento Europeo del PiS. Al igual que otras caras conocidas del gobierno, Zalewska aparece en las listas electorales con la intención de conseguir votos para su partido pero no de ocupar el escaño europeo, al que renunciará si lo obtiene (y que cederá a otro candidato) para seguir trabajando en su ministerio.