Vox lleva ya mucho tiempo granjeándose apoyos y amistades internacionales entre lo más granado de la ultraderecha europea. Hace ya algo más de dos años que el propio Santiago Abascal participaba en la cita que las ultraderechas del viejo continente se dieron en Coblenza (Alemania) para hablar de la "primavera patriótica" que, políticamente, tanto inquieta a los promotores del proyecto de integración europeo.
En Coblenza se vio a Abascal fotografiarse con Geert Wilders, líder del Partido por la Libertad holandés (PVV). Hace unos días, Abascal se hacía otra foto con un líder ultra. Esta vez fue en Polonia y con él aparecía Jaroslaw Kaczynski, exprimer ministro polaco y presidente del partido gubernamental Ley y Justicia.
Con esta formación en el poder, Polonia ha ido cuesta abajo en términos de "calidad democrática", dice desde Budapest a EL ESPAÑOL Zsuzsanna Vegh, investigadora del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), un think tank europeísta. Para ella, en Hungría ha pasado lo mismo desde que en 2010 se hiciera con el Gobierno el primer ministro Viktor Orbán. No en vano, el partido de Orbán, Fidesz-Unión Cívica Húngara, era suspendido recientemente como miembro del Partido Popular Europeo (PPE), grupo parlamentario del centro-derecha en la Eurocámara.
Hungría y Polonia, en manos de Fidez-Unión Cívica Húngara y Ley y Justicia, respectivamente, son el motor del Grupo Visegrado, foro internacional que une a esos dos países con la República Checa y Eslovaquia. Desde ese grupo, a iniciativa especialmente de polacos y húngaros, se pretende promover en Europa una idea diferente a la que actualmente rige el proyecto europeo, basado en el aumento de la cooperación entre los miembros de la UE. Quieren en el Grupo Visegrado una "Europa de los estados-nación", una idea que, aunque difusa e incierta, en Vox creen que es un modelo a seguir.
"Un nuevo tratado europeo"
Así, en el programa electoral de la formación de Abascal, puede leerse que Vox quiere "impulsar en Bruselas un nuevo tratado europeo, en la línea que defienden los países del Grupo Visegrado en cuanto a fronteras, soberanía nacional y respeto por los valores de la cultura europea". Sin embargo, esa idea de Europa, "significa en cierta medida diferentes cosas para cada país del Grupo Visegrado", mantiene Vegh.
En realidad, el Grupo Visegrado no es un club homogéneo. "Es un 2+2", según la experta del ECFR. Por un lado están la República Checa y Eslovaquia y, por otro, Polonia y Hungría. Estos dos últimos países suelen hacer piña en ese foro, dadas las "más pragmáticas" posiciones de los líderes checos y eslovacos, según Vegh.
Bajo el liderazgo del presidente Andrej Duda y del primer ministro Mateusz Morawiecki, en Polonia, y de Orbán, en Hungría, estos países se han caracterizado por llevar una preocupante deriva. A Orbán, de quien Abascal ha dicho que es "el líder de la Europa que no se resigna a morir" y alguien que "acierta en todo", se le vienen reprochando desde hace años sistemáticos ataques a los derechos democráticos fundamentales.
"La decisión del PPE de suspender el partido de Orbán ocurre demasiado tarde, porque la dirección que ha tomado el país la tomó desde 2010", comenta Vegh. Orbán, "con su mayoría de dos tercios en el parlamento, no es que violara directamente la ley, sino que ha ido cambiando la Constitución y la legislación implementando leyes que, en su espíritu, no resultan democráticas, ya sea respecto a medios de comunicación o respecto al código electoral", añade la experta del ECFR.
Hungría y Polonia
Observadores como Vegh señalan que esas modificaciones han permitido, entre otras cosas, crear en Hungría una oligarquía mediática afín a Orbán además de dopar en el parlamento el dominio político de su partido. El propio Orbán ha proclamado su deseo de transformar su país en un "estado 'iliberal'". El término 'iliberal' también se puede atribuir al actual régimen polaco. Sus líderes están enfrentados a las instituciones europeas dado su deseo de desmantelar el Tribunal Supremo y someter el poder judicial al Ejecutivo.
"El 'iliberalismo' es justo eso, afirmar que no se necesitan las instituciones o no cuidar de ellas", señala a EL ESPAÑOL Takis Pappas, politólogo y profesor en la Universidad de Helsinki además de autor del libro Populism and Liberal Democracyo "Populismo y Democracia Liberal", un volumen que verá la luz próximamente en la prestigiosa editorial Oxford University Press. "Los demócratas liberales sostienen, por su parte, que ha de haber una primacía de las instituciones, porque éstas son necesarias ante los conflictos que puedan surgir en la sociedad. Las instituciones, como el estado de derecho, la defensa de las minorías o la división de poderes o una prensa libre son necesarios en una democracia liberal", abunda Pappas.
Por contra, gracias a la idea de "democracia 'iliberal'" se entiende que Orbán haya mermado, por ejemplo, la libertad de prensa en Hungría, o que los líderes de Ley y Justicia quieran reformar el sistema judicial para hacerlo a su medida. "Políticos como Orbán dicen: "Somos demócratas, pero no necesitamos estas instituciones. Porque el Estado somos mis amigos y yo y vamos a controlar el sistema judicial, los medios y vamos a expulsar las universidades que no nos gustan", abunda Pappas. Alude este investigador a la reciente expulsión forzosa de suelo húngaro de la Universidad Central Europea, una institución que parece haber sido víctima de las restricciones de la libertad académica vividas bajo el liderazgo de Orbán en Hungría.
La prensa, otro 'target'
La prensa ha sido otro de los objetivos de la ofensiva de los líderes de Ley y Justicia en Polonia y de Fidesz-Unión Cívico Húngara. Esto también define el carácter 'iliberal' de estos países. "Si vas en contra de la prensa, que es una institución, también llamada el cuarto poder, estás en contra de la democracia liberal", señala Pappas.
En Europa, este modelo de gobierno 'iliberal' no cuenta en modo alguno con los favores de las instituciones europeas ni de la mayoría de los Ejecutivos de la UE. Sin embargo, hay fuerzas parlamentarias en la oposición donde las ideas de los líderes polacos y húngaros suenan bien.
Alternativa para Alemania (AfD) –con la que Vox guarda parecidos razonables– en el país de la canciller Angela Merkel o la Agrupación Nacional (AN) de Marine Len Pen en Francia son sólo dos ejemplos. En vista de los halagos de Abascal a Orbán y de su interés en aparecer fotografiado junto a Jaroslaw Kaczynski, a falta de escasas semanas para las elecciones generales españolas de abril, el 'iliberalismo' no parece repeler a Vox. Parece que ocurre más bien lo contrario.