Boris Johnson camina con paso firme al número 10 de Downing Street. Su candidatura para el liderazgo del Partido Conservador británico ha arrasado en las sucesivas votaciones para descartar a la decena de aspirantes que dieron un paso al frente para sustituir a la malograda Theresa May. Ronda tras ronda, el exalcalde de Londres y también extitular de Exteriores ha logrado imponerse con facilidad a sus contrincantes y se ha quedado sólo frente a Jeremy Hunt, actual responsable del Foreign Office.
Ahora es el turno de los militantes conservadores, que decidirán entre los dos en una votación por correo que se prolongará previsiblemente hasta finales del mes de julio. Varios de los candidatos que se han quedado por el camino ya han adelantado que apoyan la candidatura de Boris Johnson. Además, el único candidato que parecía poder hacerle sombra -Rory Stewart- tropezó en la recta final con una mediocre participación en el debate televisado de los candidatos.
El trayecto a la presidencia parece, pues, expedito para Boris Johnson. No parece probable una "alianza de perdedores" para truncar sus opciones y algunas voces dentro del partido conservador abogaban este mismo jueves por "evitar una telenovela de verano" entre el favorito y Hunt, según The Daily Telegraph. Estas presiones podrían incluso llevar a Jeremy Hunt a dimitir, posibilidad que acabaría con las primarias y con el exministro de Theresa May con el liderazgo del partido y del país por aclamación.
Este asalto de Johnson a la cúspide del poder está resultando una suerte de resurrección para el periodista e historiador británico que saltó a la primera plana de la política en su etapa como alcalde de Londres (2008-2016). Tras la dimisión de David Cameron tras el sí al brexit, muchos vieron en él un claro aspirante a primer ministro. Los amagos por colocarle en la carrera se vieron frustrados por unas palabras de Michael Gove: "No tiene las cualidades necesarias para liderar la tarea que se avecina".
Los titulares hablaron del "mayor asesinato político en años", Johnson desistió pero Theresa May confió en él para el Foreign Office, un ministerio clave que en la práctica debía coordinar las tortuosas negociaciones para pactar un divorcio con la Unión Europea. La apuesta salió mal para los dos.
La creación de un Ministerio para el brexit y sus deslices verbales le dejaron con escaso margen de maniobra políticamente hablando, pero el previsible próximo primer ministro aprovechó la proyección del cargo para enmendarle la plana a May, que terminó cavando su propia tumba siendo incapaz de sacar adelante la salida negociada que prometió.
Boris Johnson salió del Gobierno de May hace un año, en julio de 2018, justo cuando las negociaciones con la UE llegaban a su recta final y el Ejecutivo tenía que afrontar unidad. En su renuncia avisó de que el Reino Unido corría el riesgo de convertirse en "una colonia" si se aceptaban las exigencias de Bruselas y acusó a los fieles a May de "decir una cosa en Bruselas y otra al electorado". El portazo de entonces le ha terminado por dar las llaves de Downing Street. En el país donde se apuesta sobre todo nadie se atreve ahora pronosticar que Johnson pierda esta vez la oportunidad.
La primera y principal tarea de Johnson si logra llegar al poder es desenmarañar el brexit. Ante las negociaciones sin fin, el culebrón de negativas del Parlamento británico y las prórrogas, el presumible primer ministro tiene un plan claro: salir de la Unión Europea el 31 de octubre. Sin mirar atrás.
El conservador que más fuerte apostó por el Leave en la campaña del referéndum de 2016 está a punto de hacerse con las riendas de la 'operación salida'. Durante la campaña ha dejado claro que si no logra las concesiones necesarias de Bruselas para mejorar el acuerdo de divorcio, habrá brexit a las bravas, caótico, sin acuerdo. Además, tampoco tiene intención de pagar la millonaria factura que reclama la Unión Europea.
Nadie podrá decir que Boris Johnson no avisó. En su etapa como periodista para los prestigiosos diarios The Times y Daily Telegraph dejó por escrito su afiliación euroescéptica. "Todo lo que escribí desde Bruselas tenía un impresionante y explosivo efecto sobre el partido Tory, y en realidad me proporcionaba esa extraña sensación de poder", reconoció sobre su etapa como corresponsal en la capital belga en los años 90.
La influencia de los artículos de Boris Johnson sobre la UE fue tal que los medios acabaron por clasificarle como el "periodista favorito de Margaret Thatcher". Un apodo que nunca le molestó. "Consiguió hacer del euroescepticismo una causa emocionalmente atractiva", resume su biógrafa Sonia Purnell.