Roma

Italia siempre está dispuesta a sorprender. Si por un lado Madrid lleva más de cuatro meses sin un Gobierno claro, Roma ha pasado de uno de los Ejecutivos más de derecha a uno de los más de izquierda en tan sólo cuatro semanas. Y sin pasar por las urnas. ¿Pero no era Italia el país de la política complicada, basada siempre en unos delicados equilibrios casi imposibles? ¿Por qué el país con forma de bota ha conseguido resolver su crisis política en tan poco tiempo, al contrario que España?

Lo espectacular de Italia es que el nuevo Gobierno es fruto de una coalición entre dos adversarios acérrimos: el Movimiento 5 Estrellas (M5E) hoy liderado por Luigi Di Maio, fundado por el cómico Beppe Grillo, nació contra el Partido Democrático (PD), para ellos símbolo del establishment de la izquierda. La anomalía de España es que dos aliados naturales, el Partido Socialista (PSOE) y Unidas Podemos, no consiguen ponerse de acuerdo para un Gobierno compartido desde una misma sensibilidad política. No es la primera vez que se respira este clima de provisionalidad en España, ya tuvo lugar con Mariano Rajoy en 2016. Con una diferencia: se estuvo a punto de repetir unas elecciones por tercera vez y el PP estaba en clara mayoría relativa.

La analogía entre el PD y el PSOE es lógica. ¿Pero el M5E y Podemos son lo mismo? No exactamente. Ambos tienen un mismo origen antiestablishment, pero con ideologías muy diferentes. Es más, el movimiento grillino, de hecho presume de ser "post ideológico", en palabras del hoy ministro de Exteriores, Luigi Di Maio. De hecho, durante 14 meses el M5E ha gobernado con la soberanista Liga de Salvini y hoy con el PD. Y hasta hace bien poco los grillinos eran euroescépticos. Salvando las distancias, el M5E sería la versión antisistema de Ciudadanos, presumiendo ambos de no ser "ni de derecha, ni de izquierda". Di Maio no podría asociarse a Iglesias también porque el M5E es quien tiene, actualmente, el 32% de los parlamentarios y ha negociado con el PD de Nicola Zingaretti –el secretario general– y Matteo Renzi –ex premier– en una posición de ventaja.

¿Entonces Italia está dando su 'zasca' a España en relación a formar Gobiernos rápidamente? Primero hay que enfocar el factor relativo a la cultura de negociación. Sin entrar en materia de leyes electorales y sus fórmulas, la diferencia entre Italia y España se resume en un elemento de mentalidad. La cultura política transalpina se basa en la obligación de encontrar una coalición para lograr una mayoría absoluta en el Parlamento. La mayoría de los sistemas electorales que ha tenido Italia han girado en torno al concepto proporcional.

En España, sin embargo, no hay una gran tradición de Gobiernos de coalición donde los aliados negocien tratándose de igual a igual. Más allá de la histórica idea de las dos Españas, además, lo cierto es que el país ibérico siempre se ha movido en el esquema "rojo-azul" tanto desde un punto de vista político como cultural. Pero no se acostumbra a la idea de cinco partidos protagonistas. La célebre Ley D'Hondt, por otra parte, es un sistema de repartición de escaños a priori proporcional pero que coquetea con el mayoritario.

Dicho de otro modo, Italia es tan experta en inestabilidad política como en cultura de negociación. Una cosa, de hecho, va ligada necesariamente a la otra. En España, es exactamente lo contrario. Por ejemplo, en las elecciones de 1986 (ganadas por el PSOE) o las del año 2000 (ganadas por el Partido Popular); tanto Felipe González como José María Aznar lograron repetir como presidentes del Gobierno español teniendo incluso mayorías absolutas. En la Italia republicana, ni al hablar de la hegemónica Democracia Cristiana (DC) –entre los años 40 y los '90, lo que en Italia se conoce periodísticamente como Primera República–; ha habido nunca un partido capaz de hacerse con la mitad más uno del arco parlamentario. Hoy sigue igual.

Hay que considerar que, tanto Italia como España, son democracias parlamentarias y no presidencialistas. La vida de una legislatura se ve marcada por la posibilidad que tiene un premier de encontrar una mayoría parlamentaria, dado que el presidente del Ejecutivo no es elegido directamente. Ante un hipotético escenario complicado, Italia lo tiene más fácil que España. El jefe del Estado italiano, así pues, el presidente de la República, tradicionalmente tiene mucho más margen de maniobra que el Rey de España a la hora de ejercer como árbitro políticamente activo para encontrar y proponer un premier que él considere más oportuno para el país antes de disolver las Cámaras.

Haga el lector el esfuerzo de imaginar el siguiente escenario político completamente ficticio. José Conde, figura extraparlamentaria que no pertenece a ningún partido, ha gobernado durante 14 meses junto a Ciudadanos (32% de los votos en las últimas generales) y Vox (17%) –sin el PP (14%)–. Tras las últimas elecciones europeas, los porcentajes se intercambian. Tras contínuos rifirrafes, Abascal decide abandonar a Rivera en pleno agosto y deshacer la anómala coalición. El Rey, ante un Conde dimisionario, vuelve a proponerlo como candidato a la presidencia del Gobierno para que Ciudadanos y PSOE (22%) formen un nuevo Ejecutivo, que pasará de la derecha a la izquierda en cuestión de 4 semanas. Éste es el actual Gobierno en Italia. En España, a priori, resulta verdaderamente inverosímil.

La recién resuelta crisis política italiana empezó a hace un mes, cuando Matteo Salvini, socio minoritario del M5E de Luigi Di Maio, decidió dejar de apoyar a Giuseppe Conte con el objetivo de ir "lo antes posible" a las urnas para capitalizar su 36% de consensos según los sondeos. El líder leguista, sin embargo, eludió el hecho de que Italia es una república parlamentaria, de modo que el jefe del Estado, Sergio Mattarella, tiene la obligación de buscar un nuevo Gobierno posible y así evitar unas elecciones anticipadas de forma prematura. Contra todo pronóstico, el M5E y el PD bajaron las armas tras años de insultos "por el bien del país", volviendo a mirar con buenos ojos a la UE. Al menos Italia tiene un Gobierno. Que ahora tranquiliza a Europa.