"Estamos preparados para iniciar esta nueva fase de negociaciones tras el brexit", ha proclamado el negociador de la UE, Michel Barnier. El próximo lunes 2 de marzo comienza en Bruselas la primera ronda de diálogo entre la Unión Europea y Reino Unido sobre el acuerdo comercial que debe regir las relaciones futuras entre los ex cónyuges después del divorcio. Pero las posiciones de partida están tan alejadas que la perspectiva más inmediata es un choque de trenes que amenaza con desembocar en ruptura total y caos económico.
El otro gran problema es el tiempo. El actual periodo de transición post-brexit, durante el que nada ha cambiado para ciudadanos y empresas porque las reglas de la UE se siguen aplicando en Reino Unido, concluye el 31 de diciembre. Aunque el Acuerdo de Retirada permite una prórroga de hasta 2 años, Boris Johnson ya ha dejado claro que no piensa pedir más ampliaciones del plazo. Así que sólo quedan 10 meses para negociar, cuando los acuerdos comerciales cuestan de promedio al menos 5 años.
De momento, los ministros de Asuntos Europeos de los 27 han aprobado este martes por unanimidad la posición de partida de la UE, las líneas rojas que tratará de salvaguardar a toda costa en la negociación con Reino Unido. Bruselas ofrece a Londres un acuerdo comercial sin precedentes con cero cuotas y cero tarifas desde el primer día. Como contrapartida, reclama a los británicos que no rebajen sus estándares en materia social, medioambiental, de competencia y de ayudas públicas respecto a los de la UE.
Estas exigencias, cuyo objetivo es garantizar "la igualdad de condiciones para una competencia abierta y leal", se han convertido ya desde el principio en el principal foco de conflicto entre Bruselas y Londres. Para la UE se trata de una cuestión vital porque teme que Boris Johnson convierta a Reino Unido en un paraíso fiscal. En un Singapur a orillas del Támesis cuyas empresas aprovechen estas condiciones ventajosas para socavar a sus competidores europeos.
¿Un paraíso fiscal en el Támesis?
"Estamos dispuestos a ofrecer a Reino Unido un acuerdo comercial muy ambicioso. Pero Reino Unido no puede esperar un acceso de alta calidad al mercado único si no está dispuesto a aceptar garantías de que la competencia seguirá siendo abierta y justa, libre y justa. Debe haber salvaguardas sólidas en materia de igualdad de condiciones para evitar ventajas sociales, medioambientales, fiscales o de ayudas públicas injustas", sostiene Barnier.
El Gobierno británico rechaza de plano estas exigencias. Alega que el objetivo principal del brexit era precisamente desvincularse para siempre de las reglas de la UE de todo tipo. "El principal objetivo de Reino Unido en las negociaciones es asegurar que podamos restaurar nuestra independencia económica y política el 1 de enero de 2021", dijo este lunes un portavoz de Boris Johnson.
Al mismo tiempo que Barnier explicaba en rueda de prensa la posición negociadora aprobada por la UE, la oficina del primer ministro británico ha publicado un hilo en Twitter tratando de desmontar sus argumentos. "El mandato de la UE subraya (de forma razonable) la importancia de su propia autonomía legal. Nosotros estamos igualmente determinados a proteger la nuestra. Ese es el punto clave del brexit", sostiene Johnson.
"La UE ha respetado la autonomía de otras grandes economías en todo el mundo como Canadá o Japón cuando ha firmado acuerdos comerciales con ellos. Queremos lo mismo. Aceptamos que el comercio de Reino Unido con la UE es significativo. Pero el de EEUU tiene la misma escala y la UE le ofreció cero tarifas sin la clase de compromisos en materia de igualdad de condiciones o supervisión legal que incluye este mandato", se queja el Gobierno británico.
Al negociador de la UE no le convencen ninguno de estos argumentos. "Reino Unido será el tercer mayor socio comercial de la UE, casi 10 veces más grande que Canadá. Al mismo tiempo, Canadá está a unos 5.000 kilómetros de distancia. Está claro que las reglas no pueden ser las mismas. Es lógico, es simple. No es nuevo, no hay ninguna sorpresa", ha contraatacado Barnier.
La pesca, el otro gran escollo
"Hay una cosa que no es comparable entre Estados Unidos y Reino Unido y es que la distancia entre Calais y Dover es de 34 kilómetros y eso no va a cambiar. En la historia de los acuerdos de libre comercio, Reino Unido tiene un lugar muy particular que es el de la proximidad geográfica y económica con nosotros y eso no ocurre con ningún otro país", ha insistido.
El otro gran escollo de la negociación entre Bruselas y Londres es la pesca. La UE exige a Reino Unido mantener el actual acceso a las aguas territoriales británicas. En la actualidad, alrededor de 3.500 buques europeos con 18.000 pescadores faenan allí. Sobre todo de España, Francia, Alemania, Suecia, Bélgica, Dinamarca, Irlanda y Holanda. También en esta cuestión, Boris Johnson quiere recuperar la soberanía.
"La pesca forma parte de este paquete. Este paquete es indisociable. No habrá la menor ambigüedad sobre esta cuestión. El acuerdo comercial está asociado a un acuerdo pesquero y a un acuerdo sobre la igualdad de condiciones o no habrá acuerdo", ha sentenciado Barnier.
A todos estos problemas se suma el de la desconfianza. En la UE temen que Johnson tiene intención de incumplir las disposiciones del acuerdo de divorcio que le obligan a establecer controles aduaneros entre Irlanda del Norte y el resto del territorio británico para evitar una frontera física en la isla de Irlanda. Una vulneración que llevaría a la ruptura inmediata de las negociaciones comerciales.