"Sin ninguna duda, la sanidad pública británica ha salvado mi vida. Estoy en deuda con ellos". Una semana después de ser hospitalizado y tras tres noches inciertas en la UCI, Boris Johnson agradecía así a los médicos que le han puesto en la lista de supervivientes del coronavirus.
El primer ministro británico, que no volverá al trabajo todavía por prescripción médica, ha pronunciado un sentido discurso para pedir de nuevo a los ciudadanos que sigan observando la distancia social y el confinamiento para poder seguir haciendo "progresos" en la lucha contra "este mortal virus".
Sus palabras este domingo dejan entrever que su estado de salud fue, por momentos, más grave que el que admitieron desde Downing Street. "Quiero dar las gracias al doctor Nick por tomar decisiones cruciales por las que le estaré agradecido el resto mi vida... También quiero acordarme, particularmente, de dos enfermeras que estuvieron junto a mi cama durante las 48 horas en las que cualquier cosa podría haber pasado. Son Jenny, de Nueva Zelanda y Luis, de Portugal".
Cuando el pasado lunes por la noche su salud empeoró y fue trasladado a la UCI del hospital Saint Thomas de Londres, el núcleo duro de sus asesores se puso en marcha: había que garantizar la línea de sucesión ante cualquier escenario. Martin Reynolds, secretario personal del premier, informó a la reina Isabel II de la situación y a Dominic Raab, responsable de Exteriores y señalado por Johnson como primer ministro en funciones.
"Todo el mundo se quedó en shock y algunos no podían contener las lágrimas. Tenía un 50% de opciones de sobrevivir", admitía una fuente de Downing Street al Sunday Times. Mientras los portavoces oficiales trataban de transmitir tranquilidad y aseguraban que el ingreso sólo fue "por precaución", sólo los más cercanos supieron la delicada situación de Boris Johnson. "Voy a rezar por él", llegó a decir uno de sus asesores, según el Times.
Libros de Tintín, 'Love actually' y sudokus
Tras las 72 horas en la UCI en las que Boris Johnson necesitó de oxígeno pero no de un respirador, el equipo médico le envió de nuevo a planta pero bajo una estricta vigilancia y con la prohibición expresa de trabajar. Nada de las famosas cajas rojas con informes del Gobierno, como ocurrió unos días atrás y contacto mínimo con el exterior a través de su teléfono móvil.
Según explicaba este domingo el Telegraph, el primer ministro tiró de libros, películas y sudokus para matar el tiempo en la cama del hospital. Su familia le hizo llegar varios ejemplares de libros de Tintín, uno de sus personajes favoritos y culpable de su temprana vocación periodística.
El hecho de que se pudiera incorporar para leer un poco era una de las noticias que ansiaban escuchar sus más allegados. Entre ellos, su compañera sentimental, Carrie Symonds que está embarazada y hasta le ha hecho llegar ecografías a Johnson en el hospital. Tras las lecturas de las aventuras de Tintín, el primer ministro tuvo tiempo también para hacer sudokus y revisitar películas como Love Actually o la trilogía del Señor de los Anillos.
El viernes, ya superado lo peor del trance, Johnson saludó a varios sanitarios del hospital desde una silla de ruedas. "Casi se podía escuchar a todo el personal respirar con alivio al verle mucho mejor", relata un asesor de Downing Street.
Hasta superar este gran susto y pronunciar las conmovedoras palabras de ánimo para los que luchan contra este "virus mortal", Johnson ha tenido una travesía política errática. Hace tan sólo unas semanas, descartaba medidas extraordinarias para contener la propagación del Covid-19 y bromeaba con haber estado "estrechando las manos" de varios infectados en un hospital.
De la inmunidad de grupo al confinamiento
En plena etapa de transición y negociación para establecer el nuevo lugar en el mundo de las islas británicas, la epidemia de coronavirus ha obligado al primer ministro a dar un volantazo en una legislatura que se antojaba llevadera. Su apuesta por adelantar las elecciones para salvar su brexit le otorgó una abrumadora mayoría absoluta que le otorgaba plenos poderes para hacer y deshacer, ya sin rebeliones internas en el convulso Partido Conservador.
Su gestión política de la epidemia tampoco ha estado exenta de polémica. "Lavénse las manos en el tiempo que dura cantar dos veces el cumpleaños feliz", dijo con sorna en los primeros compases de la epidemia.
Johnson, que decidió en un primer momento no tomar medidas estrictas con la excusa de intentar dejar la economía británica sin un rasguño, se vio obligado a cambiar de estrategia sobre la marcha.
Asesorado por expertos y convencido de que Reino Unido saldría de esta crisis como una excepción, su Gobierno decidió apostar por un plan imaginativo.
“Una estrategia adicional consistiría en aplicar medidas más intensas en aquellos grupos de edad o riesgo que presentan más posibilidades de desarrollar una enfermedad grave (aislamiento en casa de los mayores de 65 años o protecciones extra en las residencias para mayores). La mayoría de la población desarrollaría inmunidad y se podría prevenir una segunda ola de contagios, a la vez que reduciríamos la presión sobre el Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus cifras en inglés)”, aseguraba un informe del 26 de febrero.
El paso de los días y el peso de la realidad acabó por convencer a Johnson: no bastaban las recomendaciones ni los consejos de higiene. El primer ministro, tras decretar un tímido cierre de colegios y lugares de ocio para evitar aglomeraciones, terminó por seguir los pasos de sus colegas del Viejo Continente el pasado 23 de marzo: confinamiento obligatorio de toda la población: "Quédense en casa. Es la mayor amenaza que afronta el país en décadas"