Bruselas

La humillación pública infligida por el Kremlin a Josep Borrell durante su reciente visita a Moscú va camino de lograr lo imposible: que los países de la UE se pongan de acuerdo, aunque sea de mínimos, para endurecer su política hacia Rusia. En una agresiva rueda de prensa con Borrell al lado, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, tachó a la Unión de "socio poco fiable" y equiparó la situacion del líder opositor encarcelado Alexei Navalny con Carles Puigdemont y los presos del procés. El jefe de la diplomacia comunitaria, que había viajado para ofrecer diálogo, no le rebatió.

La reacción inicial en Bruselas a esta encerrona fue de incredulidad y shock. Después llegó un aluvión de críticas al exministro de Exteriores español por haber ido a Moscú en plena represión del régimen de Putin contra los manifestantes que protestaban por el encarcelamento de Navalny. Se le reprochó también no haber preparado bien la visita y no haber respondido de forma contundente a los ataques de Lavrov a europeos y estadounidenses. Un total de 81 eurodiputados pidieron su dimisión.

Transcurridas dos semanas desde el incidente, las capitales europeas cierran filas en torno a Borrell y preparan nuevas sanciones contra Moscú por el caso Navalny. "Es cierto que (Borrell) recibió críticas aquí por la forma de gestionar su visita, pero lo que vemos ahora es que la UE está bastante unida detrás de él tras los ataques de Lavrov en la infame rueda de prensa en Moscú", explica un alto diplomático de un gran Estado miembro.

"El Alto Representante para la Política Exterior de la UE dio en Moscú un mensaje muy firme en materia de derechos humanos y la respuesta de la otra parte fue negativa, descortés de acuerdo con los usos diplomáticos. Pero eso depende de la otra parte, no puedes ser culpado de que tu anfitrión te eche el café encima", argumenta otro diplomático. 

Los ministros de Exteriores de los 27 discuten durante su reunión de este lunes en Bruselas las lecciones que cabe extraer del fiasco de Borrell. El jefe de la diplomacia europea sostiene que el trato que se le dispensó en Moscú demuestra que "Rusia se está desconectando progresivamente de Europa y ve los valores democráticos como una amenaza existencial". "La reacción fue extremadamente violenta porque tienen miedo", explican sus colaboradores.

Tres bandos

Borrell se comprometió ante la Eurocámara a presentar a los ministros una propuesta sobre sanciones a Moscú, pero finalmente ha decidido no hacerlo, al menos de momento. Esperará a que haya consenso entre los Veintisiete. "Lo que no queremos es empezar a pelearnos y que haya largas y duras discusiones sobre quién estará en la lista de sancionados", se justifican las fuentes consultadas.

En la UE hay básicamente tres bandos diferentes a la hora de plantear las relaciones con Rusia. En primer lugar están los países del Este (salvo Hungría) y los bálticos, que conocen de primera mano la agresividad del Kremlin y piden mano dura contra Putin. En el extremo contrario se sitúan Italia, Grecia o Chipre, los más prorrusos. En una posición intermedia se encuentran Francia y Alemania (y también España), que desean mantener abiertos los canales de comunicación con Moscú, pase lo que pase.

Tras la humillación de Borrell en Moscú, hay "consenso político para aplicar nuevas sanciones", pero no todavía sobre la lista de personas que se verán afectadas. La UE impone medidas restrictivas contra Rusia desde 2014 por su anexión ilegal de Crimea y su intervención desestabilizadora en el este de Ucrania. Unas medidas que incluyen tanto sanciones económicas al sector financiero, energético y de defensa como congelación de cuentas y prohibición de entrar en la UE a 177 dirigentes del régimen de Putin.

Canales abiertos

Como respuesta al encarcelamiento de Navalny y a la represión de los manifestantes, los ministros de Exteriores sopesan ahora activar por primera vez el régimen global de sanciones en materia de derechos humanos, que se aprobó el pasado diciembre. Los más duros querrían actuar contra los oligarcas que apoyan a Putin, como pidió el propio Navalny en la Eurocámara el pasado noviembre. Pero el equipo de Borrell replica que no hay base jurídica para hacerlo.

También hay debate sobre si hay que actuar únicamente contra Rusia o diluir el castigo con una tanda de sanciones que afecte al mismo tiempo a varios países. La ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, salió de inmediato a replicar a Lavrov que en España "no hay presos políticos sino políticos presos". Pero no tiene una posición definida sobre qué nuevas medidas hay que adoptar contra Moscú. "Nuestra posición es que haya una respuesta europea coordinada. España estará a lo que se acuerde", señalan fuentes del ministerio de Exteriores.

En el fondo, los grandes países de la UE dudan de la eficacia de las sanciones contra Rusia y temen la reacción del Kremlin. El ministro Lavrov ya ha dicho que está dispuesto a romper todos los lazos con la UE si se aprueban más medidas restrictivas. "Nos preocupa mantener de alguna forma abiertos los canales de comunicación con Moscú y cooperar en temas de interés mutuo, como el acuerdo nuclear con Irán. Al final, no podemos reducir las relaciones entre la UE y Rusia sólo a sanciones, incluso si la relación no está en buena forma", apunta el alto diplomático.

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