Bruselas

Coincidiendo con el día de Europa, el presidente francés, Emmanuel Macron, da este domingo en Estrasburgo el pistoletazo de salida a la Conferencia sobre el Futuro de la Unión. En un discurso el 9 de mayo de 1950, el ministro de Exteriores francés, Robert Schuman, puso la primera piedra de una futura federación que hiciera impensable una nueva guerra entre las naciones europeas. Ahora, los dirigentes comunitarios se encomiendan a los ciudadanos en busca de nuevas ideas para definir el rumbo de Europa tras la crisis sin precedentes de la Covid-19.

Sin embargo, la ceremonia en Estrasburgo -en la que también participarán los presidentes de la Comisión, Ursula von der Leyen; del Consejo, Charles Michel; y de la Eurocámara, David Sassoli- estuvo a punto de cancelarse. Este viernes por la mañana todavía había dudas sobre su celebración debido al pulso entre el Parlamento Europeo y los Gobiernos sobre quién tendrá la última palabra sobre los resultados del evento. Finalmente, en el tiempo de descuento, ha habido fumata blanca.

En realidad, éste no es el primer escollo con el que choca la Conferencia sobre el Futuro de Europa incluso antes de empezar a funcionar. Tendría que haberse inaugurado hace ahora un año, pero el estallido de la pandemia de la Covid-19 lo impidió. Fue un proyecto personal de Macron, que ha promovido este tipo de consultas ciudadanas en Francia, que después ha asumido como suyo la Eurocámara.

¿Para qué?

Sin embargo, la mayoría de líderes europeos ven este proyecto con suspicacia. Consideran que la iniciativa ha sido ya superada por los acontecimientos. El tsunami del coronavirus ha tenido como resultado el mayor salto en la integración europea en décadas. En respuesta a la crisis se han puesto en marcha iniciativas largamente discutidas pero que se consideraban imposibles, como la emisión de deuda conjunta para el Fondo Next Generation EU o la compra centralizada de vacunas.

¿Para qué debe servir esta conferencia? ¿De qué se va a hablar? ¿Cuál es el resultado que cabe esperar? ¿Qué se hará con las conclusiones? De momento, nadie parece tenerlo muy claro. En la Eurocámara las opiniones oscilan entre los que quieren un gran salto adelante en la integración europea hasta los que piden desmantelar la Unión y devolver competencias a las capitales. Otros alertan del riesgo de un debate anárquico en el que todo se discute y nada se decide.

La conferencia no tiene un presidente único sino que está dirigida por un comité ejecutivo en el que están representadas las tres instituciones: Eurocámara, Consejo (el órgano que reúne a los Gobiernos) y Comisión. Su pieza central es una plataforma digital multilingüe que ya está operativa y que quiere ofrecer un espacio para que los ciudadanos compartan sus ideas y remitan sus contribuciones en línea. Los temas de conversación son cambio climático y medio ambiente, sanidad, economía, justicia social y empleo, la UE en el mundo, valores y derechos, transformación digital, democracia europea, migración y educación, cultura y deporte.

En paralelo, el objetivo es organizar en todos los países de la UE y también de forma centralizada en Bruselas paneles de ciudadanos para debatir estas cuestiones. Un pleno de la Conferencia se encargará de recoger y debatir todas las contribuciones recibidas. El pleno se reunirá al menos cada seis meses y estará compuesto por representantes de las tres instituciones, de los parlamentos nacionales y de 108 ciudadanos de toda la UE.

Pugna entre capitales y Eurocámara

Los resultados finales se esperan para la primavera de 2022. La batalla final que puso en riesgo la inauguración de la Conferencia se ha librado sobre quién redactará el informe de conclusiones. Los Gobiernos querían que fuera el comité ejecutivo para mantener el control, mientras que la Eurocámara apostaba por el pleno. El compromiso final establece que comité ejecutivo y pleno tendrán que colaborar de forma transparente.

"El informe final no se redactará y firmará en un acuerdo a escondidas", sostiene el eurodiputado verde alemán Daniel Freund. "La Conferencia estará abierta a cualquier aportación. Si los ciudadanos proponen políticas que exijan un cambio de Tratado, no serán rechazadas. La resistencia de las capitales europeas ha sido fuerte en los últimos días. Es un anticipo de lo que esperamos en los próximos meses durante la Conferencia, pero el Parlamento Europeo está unido", ha señaldo Freund.

Sin embargo, los precedentes de un ejercicio de este tipo no son nada halagüeños. En diciembre de 2001, los líderes de la UE pusieron en marcha una Convención sobre el Futuro de Europa, cuyo mandato era proponer opciones o recomendaciones de reformas para mejorar el funcionamiento de la Unión. La Convención empezó sus trabajos el 28 de febrero de 2002 bajo la dirección del ex presidente francés Valéry Giscard D'Estaing.

Los precedentes

Transcurrido un año y medio de debates, la Convención redactó un borrador de Tratado por el que se establecía una Constitución para Europa, que se transmitió a los jefes de Estado y de Gobierno en julio de 2003. Después de varios meses de negociaciones adicionales para cerrar los últimos flecos, la Constitución Europea fue firmada por los líderes europeos en Roma el 29 de octubre de 2004 con el objetivo de que entrara en vigor en 2007.

España fue el primer Estado miembro en aprobarla en referéndum el 21 de febrero de 2005 con una aplastante mayoría del 77% de los votos emitidos. Sin embargo, la Constitución Europea elaborada por la Convención fue rechazada en sucesivas consultas en Francia (54,7% de los votos en contra) y Países Bajos (61,6%) y nunca vio la luz. Los Gobiernos salvaron sus elementos principales en el Tratado de Lisboa, que tras otro susto en Irlanda acabó entrando en vigor a finales de 2009 y sigue vigente hoy.

Después de esta odisea, los Gobiernos de la UE nunca más han querido embarcarse en nuevas reformas de los Tratados. ¿Cambiarán las cosas con la Conferencia sobre el Futuro de Europa? ¿Correrán la misma suerte las propuestas que salgan del debate ciudadano? 

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