Berlín

Aunque se eviten dar fechas, la vacunación obligatoria está sobre la mesa en Alemania en vista de la deceleración del ritmo en la administración de dosis. Una obligatoriedad a la que se oponen, violentamente, los negacionistas.

La vacunación se frena en Alemania. Tal vez por eso estos días se habla de ejercer "presión" sobre aquellos que no quieren inmunizarse con vacunas contra el SARS-CoV-2. Y entre las medidas que barajan las autoridades están complicar las posibilidades de ocio para las personas no vacunadas o el sometimiento contínuo a test.

Algunos ponen el grito en el cielo al ver en esto una vacunación obligatoria encubierta. Otros, sin embargo, no hacen ascos a la idea de convertir en obligatoria la inmunización contra la Covid-19.

Este último escenario es precisamente el que rechaza de plano esa ruidosa minoría que ponía en jaque el pasado fin de semana a la Policía de Berlín. Una caótica manifestación con unos pocos miles de personas dejó en la capital alemana más de 600 detenidos y un fallecido, un hombre que aparentemente sufrió un colapso en el momento en el que las fuerzas del orden le pidieron que se identificara.

Esa manifestación dejó imágenes como la de esa joven que portaba una pancarta que decía: "¡No al apartheid de la vacunación! ¡Fascismo nunca más!".

Una manifestante muestra un cartel con la palabra ¡Libertad! el pasado domingo en las protestas de Berlín. Reuters

A mediados de esta semana, cerca de un 53% de la población alemana ya había recibido dos dosis de la vacuna contra la Covid-19, según datos del Instituto Robert Koch (RKI), la agencia federal germana para la prevención y control de enfermedades. Pero Alemania, de acuerdo con la intención del Gobierno de la canciller Angela Merkel, según la cual hay que tener para el 21 de septiembre al 70% de la población con la pauta completa, lleva semanas viendo caer el número de inyecciones administradas.

Más escépticos

Este martes, esa media estaba en unas 400.000 inyecciones al día. Entre los no vacunados, según estudios recientes, está creciendo el número de personas que dicen que "no se vacunarán en ningún caso", según el sondeo conocido aquí como COSMO. Lo realiza el RKI junto a varias universidades y sirve para monitorear la vacunación. De las 1.000 personas entre 18 y 74 años entrevistadas en esa encuesta, en junio han pasado a ser un 29,7% las que se se niegan en rotundo a vacunarse. En mayo la cifra era del 22,9%, siete puntos menos.

Esos convencidos antivacunas y esa parte de la población que aún duda en mayor o menor medida si inmunizarse o no – un buen 10% – son quienes más concernidos han de sentirse por el debate público alemán. La idea de una "vacunación obligatoria" está cobrando cada vez más peso. El ecologista Winfried Kretschmann, presidente del Land Baden-Wurtemberg, el tercero más poblado del país con algo más de 11 millones de habitantes, ha dejado dicho que, aunque no se esté planeando, "no se puede descartar para siempre la vacunación obligatoria".

El conservador Markus Söder, presidente de Baviera, el segundo estado federado de Alemania en términos de población (con unos 13 millones de almas), ya lanzó un globo sonda a la opinión pública en enero. Entonces se sacó de la manga la obligatoriedad de la vacunación para el sector de los sanitarios. Esta medida, los alemanes la han visto prosperar en Francia pero en suelo germano no ha terminado de convencer. Lo de Söder se quedó en una mera propuesta.

Aunque eso no quiere decir que se haya descartado por completo. Esta opción se baraja, por ejemplo, para los maestros y profesores ante el inminente comienzo del curso escolar. Desde este sector, los sindicatos piden evitar la obligación y que, primero, se haga una oferta de vacunación a todos los trabajadores del sector sanitario. Las autoridades prometen que a partir del 21 de septiembre todo alemán que lo desee habrá tenido oportunidad de vacunarse.

Contra los no vacunados

A principios de año, Söder y quienes apoyaban su idea se toparon con quienes preferían "motivar positivamente" para incentivar la vacunación. Pero Alemania ha pasado página del "motivar positivamente".

Ya se ha visto, por ejemplo, al vicecanciller y ministro de Hacienda, el socialdemócrata Olaf Scholz, participar en una iniciativa en la que a cada vacunado se le ofrecía un trozo de pan y una salchicha. La idea, organizada en una población del Land Thuringia –donde sus salchichas gozan de reputación gastronómica–, fue considerada un éxito. En medio día hubo 250 vacunados en una población de unas 20.000 personas.

En Berlín se ha permitido a la población vacunarse sin bajar del coche. Reuters

Anécdotas aparte, los políticos alemanes discuten más seriamente estos días si los no vacunados podrán disfrutar de posibilidades de ocio –visitas a teatros, conciertos, estadios, restaurantes y demás– habiéndose hecho un test pagado por el Estado. Esta era la práctica habitual desde la pasada primavera.

Ahora, sin embargo, Alemania se encuentra en una fase distinta de la pandemia. Antes "apenas había vacunas, los test debían revelar infecciones que nadie conocía aún y posibilitar los eventos culturales; para eso se gastó el Gobierno cientos de millones de euros", señalaba en un reciente editorial del diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung escrito por el periodista Morten Freidel. "Ahora la cosa va de otra manera. Todo el mundo puede vacunarse, es incluso posible en aparcamientos de supermercados", abundaba Freidel.

A su entender, quienes rechazan vacunarse "disfrutan de su libertad a costa de otros". Ante este "comportamiento egoísta", Freidel pedía con exclamaciones en el titular de su texto: "¡Más presión para la vacunación, por favor!". En el diario progresista Süddeutsche Zeitung van por la misma línea. En su edición de este martes, dicho periódico pedía en su principal editorial a los políticos urgentemente que, "como tarde para el otoño la medida será obligatoria. Porque será incómodo ver a adultos que no se vacunan aunque haya suficientes dosis".

"Vacunación encubierta"

Estas ideas parecen estar calando. Pocos son los que se quejan de que el país esté valorando limitar libertades a los no vacunados a través de una "vacunación encubierta". Esa expresión la han utilizado también personalidades políticas conservadoras, como Wolfgang Bosbach, político de segunda fila de la Unión Cristiano Demócrata (CDU), el partido de Merkel, o Wolfgang Kubicki, una figura destacada del partido liberal, el FDP.

En Baviera, el vicepresidente del Land, Hubert Aiwanger, del también conservador partido de los Electores Libres, ha ganado importancia estos días porque ha dicho que él es de los que no se vacuna. Según ha explicado a la radio pública Deutschlandfunk, él no se vacunará "hasta que la situación no se aclare aún más" y "hasta que esté convencido de que tiene más sentido vacunarse que no hacerlo".

Estos días Aiwanger está bajo una presión inédita. Hay mucha gente pidiendo su dimisión. Puede que finalmente no haga falta ni obligar a vacunar en Alemania, dado lo aparentemente limitante que resultará andar por la calle sin estar inmunizado.

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