Berlín amplía su oferta museística este verano con la apertura del Museo de Bud Spencer, que contiene una muestra dedicada a una estrella del cine europeo especialmente querida en Alemania.
Berlín tiene más de 170 museos. Algunos de ellos bien valen una visita a la capital alemana porque ofrecen ver el busto de Nefertiti, una pieza de incalculable valor del siglo XIV antes de Cristo, o el Altar de Pérgamo, una monumental joya de la época helenística.
Sin embargo, y al margen del recorrido clásico de las pinacotecas de la Isla de los Museos de Berlín, que ha sido reconocido como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, la metrópolis germana dispone de otros centros de exposiciones que aunque no son tan significativos para la cultura en mayúscula resultan ciertamente populares.
En esta línea, el último museo que ha abierto sus puertas es el Museo de Bud Spencer. Así se llama la exposición ubicada en Unter der Linden, bulevar en pleno corazón de la capital, muy cerca de la Puerta de Brandeburgo y la Isla de los Museos. La muestra está dedicada al genio y figura de Carlo Pedersoli, conocido en el mundo entero como Bud Spencer. Ese nombre fue el que llevó durante sus casi seis décadas dedicadas al cine y la televisión.
Los célebres spaghetti western 'Le llamaban Trinidad' y 'Le seguían llamando Trinidad', filmadas en los setenta junto a Terence Hill, o películas en las que él era la estrella en solitario como 'Banana Joe' o 'Aladino', en los ochenta, son sólo algunos títulos que sirvieron para forjar una leyenda que dejó una ingente cantidad de fans. Sus seguidores se quedaron huérfanos el 27 de junio de 2016, día de su fallecimiento.
En Alemania, por lo visto, esa cantidad de admiradores puede que sea incluso mayor que la que Bud Spencer dejó en Italia. De ahí que la muestra del Museo de Bud Spencer, un éxito en 2019 cuando fue abierta en Palermo, ahora se haya trasladado a Berlín, donde está previsto permanezca durante un año.
Matteo Mancini, responsable de la exposición atribuye al típico gusto por la organización alemana el hecho de que Berlín acoja ahora el Museo de Bud Spencer. "Como siempre, los alemanes son muy organizados y desde hace 20 años organizamos un festival dedicado a Bud Spencer y Terence Hill. Tenemos una base de amantes de estas películas muy amplia y muy organizada", explica Mancini a EL ESPAÑOL.
A su entender, el éxito en Alemania de las películas de estos dos italianos con nombres artísticos anglosajones se debe a que "el doblaje al alemán de sus películas era muy bueno".
Bien traducidas o no, en las películas de Bud Spencer lo que abundaban eran los sopapos. Algunas de las escenas más míticas de Spencer repartiendo leña a diestro y siniestro junto a Mario Girotti – nombre real de Terence Hill – pueden verse proyectadas en el Museo de Bud Spencer. Varias de sus películas del oeste se rodaron en Fuerte Bravo, en el desierto de Almería.
En Berlín, la muestra de Bud Spencer, organizada con la colaboración de la familia de Pedersoli, exhibe no pocos objetos personales del actor. A través de unas 300 piezas, el Museo de Bud Spencer reivindica su objetivo de descubrir "al hombre" que fue Bud Spencer.
Obrero y productor musical
Lo cierto es que no sólo fue un actor italiano de fama internacional. Hijo de familia rica, de padre italiano y madre alemana, el joven Carlo Pedersoli dejó el cómodo nido familiar para irse a vivir a Latinoamérica. "Siendo joven trabajó en una fábrica de Fiat y también como obrero en la autopista panamericana en Venezuela", resume Mancini. Mientras muestra orgulloso la galería multimedia montada en Berlín de la que el visitante sale con una visión poliédrica de Bud Spencer. "Fue un montón de cosas", asegura el comisario de la exposición.
Además de obrero de cadena de montaje en la industria del automóvil y de la construcción en Latinoamérica, Carlo Pedersoli también fue campeón italiano de natación, en estilo libre y mixto. Participó en los Juegos Olímpicos de Helsinki de 1952 y en los de Melbourne de 1956. Sin embargo, abandonó el deporte para dedicarse a la producción de música para anuncios de televisión. Y sólo pudo dar el salto a la gran pantalla tras endeudarse con dos millones de liras en 1967.
"Se endeudó para mantener a su mujer e hijos, porque no quería pedir dinero a su familia. Y fue a través de esa deuda con la que se lanzó a hacer cine", recuerda Mancini, mientras enseña las vitrinas con los documentos originales que dan cuenta de aquél pasivo.
Triunfar en el cine no fue lo único a lo que se dedicó. Hizo mucha televisión y publicidad. Sus 1,92 metros de altura y 125 kilos le hacían inconfundible ante las cámaras.
Pero Bud Spencer también fue un piloto de avión con tiempo suficiente para levantar una empresa de aviación civil. Fundó Mistral Air en 1981. Su nombre ahora es Poste Air Cargo. En su momento, sus aviones volaban entre Sicilia y las islas de alrededor.
"Al final de su vida también escribió libros, traducidos al alemán y al húngaro", destaca Mancini, señalando a los volúmenes expuestos de las biografías del actor. Un ejemplar en alemán lleva la etiqueta de best seller del prestigioso semanario germano Der Spiegel.
Éxito en los países comunistas
En su momento, la Hungría comunista y la extinta República Democrática de Alemania (RDA) eran países en los que Bud Spencer adquirió el estatus de "megaestrella". Ese éxito se produjo en otras muchas naciones de Europa del este comunista, porque sus productos culturales eran "los productos del Occidente permitido", según Mancini.
"Eran productos como los que venían de Estados Unidos, pero no eran de Estados Unidos", añade el responsable del Museo de Bud Spencer. "Eran películas que gustaban por los valores que transmitían de forma simple y divertida. A saber, la amistad, la justicia y el defender a los más débiles", explica Mancini.
Con un par de vitrinas con premios a su carrera de actor, entre los que figuran la Orden al Mérito de la República Italiana (la mayor distinción que otorga el jefe de Estado italiano), termina el espacio de una muestra que empieza y acaba con una tienda de souvernirs y cafetería. Se evidencia ahí que el Museo de Bud Spencer es, ante todo, "una operación comercial hecha con mucho cariño y amor", según los términos utilizados por su responsable.
Para los muy cafeteros de Bud Spencer y Terence Hill hay, por tanto, en ese espacio comercial, café de la marca Terence Hill Coffee, tazas y ropa con la cara impresa de Bud Spencer y hasta relojes oficiales del hombre que dio, además de muchos golpes a los enemigos de sus películas, horas de un entretenimiento que algunos aún hoy celebran.