Que Angela Merkel no iba a ser candidata a su propia sucesión lo sabían los alemanes desde que la propia canciller lo anunciara hace dos años. La identidad de sus sucesor, sin embargo, es una incógnita que ha durado desde entonces pero sólo este domingo puede quedar resuelta en las elecciones generales germanas. Esta cita con las urnas cierra la era de Merkel en el poder, que ha durado algo más de tres lustros.
Doce de los dieciséis años que ha gobernado Merkel con su Unión Cristiano Demócrata (CDU) lo ha hecho en coalición con el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD). Hasta tres grandes coaliciones formadas por conservadores y socialdemócratas ha liderado la canciller. Fueron tiempos en los que CDU y SPD controlaban ampliamente el Bundestag.
Pero el domingo, los alemanes no sólo pasan la página de Angela Merkel en el poder. También pasarán la página de la época en la que cristianodemócratas y socialdemócratas dominaban el panorama político. Según las últimas encuestas de intención de voto, juntos, CDU y SPD no sumarán ni el 50% de los votos de los 60,4 millones de alemanes llamados a las urnas.
Indican esos sondeos que al SPD lo votarán uno de cada cuatro personas. A la CDU se le atribuye algo menos, un 22%, según una de las últimas encuestas publicada esta semana. Pero ni ese ni ningún otro sondeo permite predecir resultados del domingo.
Claro está que Olaf Scholz, el candidato a canciller del SPD, además de vicecanciller y ministro de Hacienda es, por poco, el favorito. Armin Laschet, el candidato a canciller de la CDU y por eso a priori heredero de Merkel, ha visto cómo este verano Scholz le arrebataba en las encuestas la condición de favorito. Scholz ha mantenido ese estatus incluso después de tres debates televisados en los que Laschet trató en vano de atacar al socialdemócrata.
Laschet, presidente de la CDU desde principios de año y presidente del Land Renania del Norte-Westfalia, tampoco ha tenido éxito a la hora de deshacerse de la mala impresión que dejó al aparecer, aunque brevemente, riendo ante las cámaras de televisión mientras hablaba el presidente de la República, Frank-Walter Steinmeier, en una visita oficial a las zonas de su estado federado que quedaron desoladas tras las inundaciones del pasado mes de julio.
Que su campaña electoral haya estado muy marcada por esas imágenes explica en parte por qué la CDU está tan mal en las encuestas antes de la cita con las urnas de este domingo. En las últimas elecciones generales, celebradas en 2017, la CDU con Merkel al frente se impuso con un 32,9% de los votos. El segundo partido más votado fue el SPD, que se hizo con un 20,5%, el peor resultado de su historia.
En cuatro años, eso sí, el SPD ha podido rehabilitarse. A finales de 2019 eligió una dupla de presidentes, Saskia Esken y Norbert Walter-Borjans, dos izquierdistas que el pasado verano presentaron a Scholz como el aspirante a canciller del SPD. Los socialdemócratas parecen haberse preparado muy a conciencia el asalto al que ha sido el despacho de Merkel durante los últimos 16 años.
El resultado de esa preparación es un buen candidato que, a diferencia de Laschet, no comete errores, se muestra frío, sereno y, según convienen en apuntar no pocos observadores, se parece mucho a Merkel. Además, el SPD hace piña con su aspirante.
No se puede decir lo mismo de la CDU, donde están muy recientes los enfrentamientos internos en los que Laschet salió vencedor. Para ser candidato a canciller, Laschet se impuso en abril a Markus Söder, presidente de Baviera y líder de la Unión Social Cristiana (CSU), partido hermanado a la CDU. A principios de año, Laschet doblegó a Friedrich Merz y Norbert Röttgen en la lucha por la presidencia de la CDU. Laschet, “de las filas de su partido, no sólo recibe apoyo”, constatan en el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Coaliciones inéditas
Pero incluso si el SPD tiene éxito colocando a Scholz en la Cancillería Federal o es Laschet finalmente el que sorprende y se lleva la victoria, el panorama político alemán obligará al vencedor a realizar, en política, la cuadratura del círculo. Porque ni el partido de Scholz ni el de Laschet tendrán suficientes votos para gobernar con sólo uno de los pequeños partidos.
Así, por ejemplo, la suma de SPD y Los Verdes, que gobernó en tiempos del canciller Gerhard Schröder (1998-2005), no da para formar una mayoría en el Bundestag, según los sondeos. No importa que a Los Verdes se les venga anticipando de cara al domingo el mejor resultado de su historia en unas elecciones generales. Hasta un 17% se le atribuye a los ecologistas. La suma de los votos que conceden los sondeos a la CDU y al partido de los liberales, el FDP, tampoco es suficiente. Con una coalición así gobernó, por ejemplo, la propia Merkel entre 2013 y 2017.
De esta forma, tras la era de Merkel en el poder, marcada por la estabilidad y la fiabilidad que transmitía la canciller conservadora, se atisban tiempos más inestables. Porque la política germana pasa a depender de coaliciones de tres partidos nunca vistas en el Bundestag.
La última vez que tres partidos buscaron formar una mayoría de Gobierno, tras las elecciones de 2017, dicha tentativa no funcionó. La coalición llamada aquí “Jamaica” entre CDU, Los Verdes y el FDP no pudo ver la luz por falta de entendimiento. Los liberales abandonaron la negociación porque “es mejor no gobernar, que gobernar mal”, según explicaría Christian Lindner, líder del FDP.
En 2021, sin embargo, en el FDP se están haciendo a la idea de gobernar. En esta pequeña formación a la que los sondeos atribuyen del orden el 11% de la intención de voto podría estar la clave de la difícil gobernabilidad que dejan los años de Merkel en el poder.
¿Coalición de izquierdas?
En la CDU, Laschet y la propia Merkel han querido meter miedo estos días de campaña ante la posibilidad de que tras las elecciones socialdemócratas y ecologistas se alíen con la formación izquierdista Die Linke, el equivalente a Podemos en España. Sin embargo, antes de que sea pensable esa opción de gobierno, Die Linke tiene que asegurarse su presencia en el Parlamento.
Las encuestas atribuyen a este partido poco más del 5% de los votos. Esa es la barrera que hay que superar para lograr representación en el Bundestag.Dicha barrera sí la superará con creces la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que volverá a estar por encima del 10% de los votos, según las encuestas. En 2017, dicha formación entró por primera vez en el Bundestag gracias a un 12,9% de los votos.
Fue la tercera fuerza más votada y, dado que gobernaba una gran coalición, se convirtió en el primer partido de la oposición en el Parlamento. Allí, AfD no se puede decir que haya aprovechado el tiempo en forjar relaciones fructuosas con otros partidos. Ninguna de las otras formaciones contempla formar mayorías con la ultraderecha. Merkel dejará la Cancillería Federal, pero el cordón sanitario contra la ultraderecha se mantiene.
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