El ultraderechista Anders Behring Breivik es igual de peligroso que cuando cometió los atentados en los que murieron 77 personas en Noruega en 2011. La conclusión es de un psiquiatra que está analizando su caso mientras se celebra la vista para su libertad vigilada.
"Considero que Breivik tiene el mismo diagnóstico que ha tenido todo el tiempo. No ha cambiado el riesgo de que pueda cometer actos violentos en el futuro, igual que en 2012 y 2013, cuando escribí los primeros análisis", afirmó la psiquiatra Randi Rosenqvist.
Breivik había asegurado ayer que los atentados fueron resultado del lavado de cerebro sufrido a manos de una red extremista y que aunque se sigue considerando nacionalsocialista ya no es militante ni es una persona violenta, pero Rosenqvist no lo considera creíble. "No se puede confiar en él, hay que estar preparados, puede tener otros motivos. Cuando dice algo, se lo cree, pero luego dice otra cosa distinta", explicó.
Rosenqvist ha realizado siete diagnósticos oficiales del ultra desde 2011, y aunque su última entrevista cara a cara fue en 2017, ha mantenido contacto postal con él y con el personal de la cárcel, además de recibir los informas bianuales que se le hacen allí. Breivik tiene rasgos autistas y del síndrome de Asperger, pero no es esquizofrénico, sino una persona disocial y narcisista, sostuvo la psiquiatra.
El ultra noruego, de 42 años, se había mostrado ayer más moderado que en anteriores ocasiones, aunque eso no evitó que repitiera el saludo nazi al inicio de la vista y que enseñase un cartel con el mensaje "Detengan el genocidio contra las naciones blancas".
Breivik se mostró dispuesto incluso a abandonar cualquier tipo de actividad política si el tribunal lo considera necesario e irse a vivir a alguna zona aislada del Ártico noruego. "Uno que es condenado por un acto criminal nunca puede garantizar que no vaya a hacerlo de nuevo, porque depende de si la sociedad le da una oportunidad o no", dijo hoy en cambio a preguntas del juez Breivik, que ha dado su palabra de honor de no volver a cometer atentados en caso de que salga de prisión.
Breivik solicitó hace meses la libertad vigilada, a la que se ha opuesto la Fiscalía, una vez cumplido el tiempo mínimo de la condena fijada contra él, una especie de prisión indefinida para presos peligrosos, aunque las perspectivas de que sea liberado son nulas.
El ultra fue condenado a 21 años de custodia, castigo máximo fijado entonces por las leyes noruegas y figura que puede equivaler a una cadena perpetua ya que se puede prorrogar de forma ilimitada, aunque el reo tiene derecho a que sea revisada de forma periódica.
Breivik colocó una furgoneta-bomba en el complejo gubernamental de Oslo el 22 de julio de 2011, que mató a ocho personas. A continuación se desplazó a la isla de Utøya, escenario del campamento anual de las Juventudes Laboristas, donde ejecutó durante algo más de una hora a decenas de personas que consideraba defensores del multiculturalismo y una amenaza para Noruega.