Volodomir Zelenski, presidente de Ucrania, afirmaba este fin de semana: "El pánico hace peligrar la economía tanto como las invasiones". No solo la economía, habría que matizar. También hace peligrar el espíritu de resistencia y puede volver loca a una población angustiada y ansiosa. Se refería Zelenski a la serie de amenazas falsas de bomba que se están recibiendo por todo el país, lo que se suma a los recientes ciberataques de hackers rusos, supuestamente con la ayuda del gobierno de Vladimir Putin. El miedo es el primer paso para vencer voluntades, teme Zelenski, y no le falta razón. El miedo puede ayudar a una posible invasión rusa o puede, directamente, hacerla innecesaria.
Si tenemos en cuenta que el objetivo de Putin no es tanto ocupar un extenso territorio que en buena parte le sería hostil, sino determinar su política exterior y, de paso, recuperar algún enclave histórico como la cuenca del Donetsk o la mítica ciudad de Odesa, en el Mar Negro, es lógico que prefiera que Ucrania se cueza en su propio jugo antes de malgastar ni un solo misil en la tarea. En ese sentido, la amenaza puede ser energética -buena parte de Ucrania depende aún de la tecnología rusa -o puede ser económica - ¿quién va a invertir en un país rodeado de tropas ajenas? -, pero en cualquier caso depende de una intimidación previa que solo puede ser militar.
Aunque la administración Putin siga calificando de "mentiras para confundir a la comunidad internacional" las acusaciones de Estados Unidos y la OTAN de que hay una invasión en ciernes, lo cierto es que Rusia ya tiene Ucrania rodeada casi por completo. Desde Brest, en Bielorrusia, hasta Transnistria, el territorio independiente disociado de Moldavia donde Putin hace y deshace a su gusto, Rusia ha colocado tropas en prácticamente toda la frontera con su supuesto enemigo, lo que hace que el ataque pueda venir desde cualquier lado y tener, a su vez, distintos objetivos.
Las posibilidades de defensa de Ucrania dependerán de su propio ejército. La OTAN ya ha afirmado que no va a defender el territorio de un país no asociado, lo que da a entender que las tropas movilizadas en países cercanos podrían tener una misión más humanitaria que puramente militar. Como principio, es extraño: la OTAN ha entrado varias veces en operaciones en territorios de países no asociados cuando la situación geopolítica así lo ha requerido. Se entiende que, en realidad, lo que no quiere la Alianza ni quiere Joe Biden es enfrentarse directamente a Rusia, pues eso desencadenaría una escalada bélica de consecuencias imprevisibles.
Aunque la anexión de Crimea en 2014 se saldó, sorprendentemente, con solo seis víctimas y sin un solo enfrentamiento entre fuerzas armadas, lo cierto es que la guerra del Donbass, en el este del país, provocó ese mismo año 6.116 fallecidos. Rusia tiene el ejército más grande de Europa y un armamento de primer nivel. Ahora bien, Ucrania tiene el tercer ejército más grande de Europa y un arsenal de armas recién compradas a Occidente. Lo que no tiene, y aquí volvemos a la estrategia del miedo, son armas nucleares: aunque sí hay bases en territorio ucraniano, su operatividad depende de Moscú.
El ataque a Kiev desde Bielorrusia, una opción arriesgada
Aunque se desconoce cuántas tropas ha desplegado exactamente Putin en las distintas fronteras de Rusia, se calcula que, solo en el oeste, están esperando órdenes unos 130.000 soldados. El número, obviamente, es revisable y ampliable en cualquier momento. Ucrania tiene unos 50.000 guardias fronterizos y un ejército de unos 200.000 soldados, la gran mayoría ya desplegados precisamente en el Donbass.
Ahora bien, como decíamos antes, parte de la estrategia de Putin es rodear Ucrania y no establecer un solo foco. Eso obligaría al ejército ucraniano a controlar demasiados kilómetros de frontera. Si echamos un vistazo al gráfico que acompaña este artículo, se puede ver cómo hay unidades preparadas formando prácticamente un círculo que estrangula al vecino. Durante las últimas semanas, Rusia ha ido desplazando tropas, artillería, tanques y defensas antiaéreas a la frontera de Bielorrusia con Ucrania. Aunque el ministro de asuntos exteriores manifestó recientemente que esas tropas solo están ahí para ejercicios militares rutinarios, nadie se lo acaba de creer.
Un ataque desde Bielorrusia iría encaminado a tomar cuanto antes la capital, Kiev, o al menos a obligar al ejército enemigo a protegerla con un elevado uso de recursos. En el fondo, es el camino más rápido: entre Kiev y la frontera bielorrusa hay apenas ciento cincuenta y ocho kilómetros. El problema es que también sería la opción más violenta, la que mayor número de víctimas causaría y la que mayor rastro mediático dejaría a su paso. A Rusia no le interesa algo así, en principio, así que entendemos que esas tropas pueden suponer más bien un elemento disuasorio… o que se reservarían para cuando otras posibles operaciones hubieran terminado con éxito.
La opción de dividir Ucrania en dos para aislar el Donbass
El grueso de las tropas rusas está colocado en territorio propio, en la frontera nordeste de Ucrania. Ese podría ser un segundo punto de acceso, con la idea de cruzar hasta Crimea y partir Ucrania en dos. Si Rusia consigue ese pasillo militar por territorios de escasa población y en ocasiones, con mayoría pro-rusa, obligaría a Kiev a negociar una rendición o a asumir que ha perdido un tercio de su territorio. Lo que Zelenski prefiera. Esta opción, además, garantizaría en parte el famoso "espacio vital" al que apelan los rusos constantemente ante la supuesta amenaza occidental.
Partir en dos Ucrania y aislar la región del Donbass permitiría a Rusia centrarse en los territorios por los que lleva ocho años luchando: los de la cuenca del Donetsk. Además, dejaría a las tropas ucranianas ahí desplegadas sin posibilidad de ayuda, lo que obligaría a una rendición más bien rápida, al estilo de Crimea 2014. Dependiendo de la velocidad con la que se culminara la operación y la reacción del gobierno de Kiev, luego Putin podría plantearse dirigirse o no a la capital, algo que, probablemente, no sea necesario. Entrar con los tanques en Kiev es una imagen demasiado poderosa para un país que sigue pretendiendo hacerse la víctima en todo este conflicto.
El tercer punto de acceso, obviamente, sería el propio Donbass. Ahí hay unas treinta mil tropas desplegadas… más las distintas milicias prorrusas que hace años que operan desde dentro y que son imposibles de cuantificar. Ahí tendría Rusia, además, el apoyo de buena parte de la población, lo que facilitaría muchísimo las cosas en caso de invasión terrestre. Obviamente, estos dos puntos de entrada se combinarían: primero, aislar la zona desde el norte. A continuación, tomar el Donbass desde el este.
De Crimea a Tiraspol: el control del Mar Negro
El cuarto punto de entrada a Ucrania, también compatible con los tres anteriores, sería la propia Crimea, donde la presencia militar rusa es constante y numerosa. El gobierno ucraniano lleva años denunciando la instalación de armas nucleares en la península, aunque, por supuesto, los rusos lo niegan. Las tropas de Crimea y las de otras ciudades de la costa del Mar Negro podrían ser clave a la hora de completar la pinza. Pueden subir hacia el norte y juntarse con un posible contingente venido de Kursk o de Voronezh. Pueden ir al este y ayudar a las milicias de Donetsk… incluso pueden ir al oeste, rodear la costa ucraniana del Mar Negro y llegar hasta Odesa.
Como se ve, Crimea es un enorme comodín, rodeada como está de pueblos prorrusos que apenas pondrían resistencia. El camino hacia Odesa podría, además, verse allanado con la entrada en juego de más tropas rusas por un quinto punto de entrada a Ucrania: la región de Transnistria, un pequeño territorio disociado de Moldavia que cubre justo la frontera con el país de Zelenski y que los aficionados al fútbol conocerán por su equipo, el Sheriff de Tiraspol, que tan famoso se ha hecho este año. Aunque no está reconocido como país, Transnistria es uno de los satélites de Putin en la zona, uno que le puede resultar especialmente útil.
Si consigue llevar tropas hasta allí a través del Mar Negro, estas podrían participar en la toma de Odesa o al menos podrían suponer una nueva amenaza. Sea cual sea el máximo que tiene pensado Putin para esta operación, parece claro que el mínimo es anexionarse las zonas de mayoría prorrusa: el Donbass y la costa del Mar Negro, desde Sebastopol hasta Odesa. Si los ucranianos deciden defender esas zonas con uñas y dientes, sería cuando las amenazas directas sobre Kiev desde Bielorrusia entrarían en juego.
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