Pese a los reiterados avisos por parte de Estados Unidos de que la invasión de Ucrania por parte de Rusia podría comenzar esta misma semana, la Unión Europea sigue apostando por una solución negociada para reducir la tensión en la zona y evitar la guerra abierta. "Esta es la gran prioridad, todos nuestros esfuerzos se centran en eso", asegura la portavoz de la Comisión. El nuevo canciller Olaf Scholz, cuya ambigüedad en las últimas semanas le ha costado un alud de críticas, protagoniza este martes el último intento de desescalada con una reunión en Moscú con el presidente ruso, Vladimir Putin.
En paralelo, los europeos aceleran los preparativos en todos los frentes por si las gestiones diplomáticas fracasan. La principal vertiente de trabajo es la elaboración de un paquete de sanciones sin precedentes, en colaboración con Estados Unidos, cuyo objetivo es dejar a Moscú completamente aislado en la escena internacional. Las medidas de represalia golpearán no sólo a los oligarcas que rodean a Putin, sino también al sector financiero y de la energía, así como a las exportaciones de productos de alta tecnología, según dijo el viernes la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.
Además, el Ejecutivo comunitario busca a toda prisa contratos alternativos para el aprovisionamiento de gas natural licuado (LNG), con el fin de garantizar la seguridad de suministro en caso de que el Kremlin decida cortar el suministro de gas a la UE. El 40% del gas que consumen ahora los europeos viene de Rusia. Bruselas negocia ya con Catar, Azerbaiyán y Egipto. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cuyo país es el principal proveedor de LNG para la UE, está ejerciendo de intermediario.
La tercera área de trabajo tiene que ver con la presión migratoria. Bruselas teme que una nueva guerra en Ucrania desencadene una avalancha de refugiados con potencial para desestabilizar la Unión. Sobre todo porque la política de migración sigue siendo el expediente que genera más divisiones y enfrentamientos entre los Estados miembros, como ya puso de relieve el reciente ataque migratorio por parte de Bielorrusia. Los Veintisiete siguen sin ponerse de acuerdo sobre un sistema de reparto de migrantes. De hecho, algunos de los países más afectados por la crisis de Ucrania son los que más se oponen a las cuotas obligatorias: Polonia y Hungría.
Preparativos para una avalancha
"La cuestión de la migración y los refugiados es una de las áreas que están cubiertas por nuestros esfuerzos de preparación, pero no hay nada concreto y detallado que podamos hacer público de antemano. Sólo que estaremos preparados para cualquier cosa que ocurra en esta área, y que trabajaremos muy de cerca con nuestros Estados miembros para prestarles el apoyo operativo que sea necesario en cualquier momento", ha explicado este lunes Dana Spinant, la portavoz de Von der Leyen.
Ucrania comparte fronteras con cuatro países de la UE: Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumanía. Desde 2017, los ciudadanos ucrananios no necesitan visado para entrar en territorio comunitario para estancias cortas. "Es aterrador imaginar la escala que podría alcanzar la crisis de refugiados en caso de una escalada de hostilidades en Ucrania. Será un desastre humanitario en todo el continente con millones de refugiados que buscan protección en los países europeos vecinos", ha alertado Amnistía Internacional.
"Es obvio que, debido a la situación en Ucrania, nos estamos preparando para varios escenarios. Uno de ellos es la preparación de las regiones por la posible afluencia de refugiados desde Ucrania que, debido a un posible conflicto, podrían buscar cobijo en nuestro país", ha escrito este domingo en Twitter el ministro del Interior de Polonia, Mariusz Kaminski. Las autoridades polacas calculan que en el peor de los escenarios podrían llegar hasta un millón de ucranianos.
"Se nos ha pedido que indiquemos la lista de instalaciones de alojamiento para refugiados, el número de personas que pueden acoger, los costes asociados y el tiempo de adaptación de los edificios", ha explicado Krzysztof Kosinski, el alcalde de la ciudad de Ciechanowa, al este del país.
Por su parte, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, avisó el sábado durante su discurso sobre el estado de la nación que un conflicto en Ucrania provocaría la llegada a Hungría de centenares de miles, o incluso millones, de refugiados. Orbán asegura que su Gobierno de derecha radical dispone de un plan de acción para hacer frente a este escenario, pero defiende que la prioridad debe ser encontrar una solución negociada. El primer ministro húngaro es el aliado más estrecho con el que cuenta Putin dentro de la UE. De hecho, le visitó en Moscú a finales de enero, en un momento de máxima tensión.
También el Gobierno de Rumanía está preparando planes de contingencia para gestionar una posible avalancha de refugiados ucranianos. "Hemos discutido la posibilidad de una crisis de refugiados como resultado de una acción militar de Rusia", explicó Derek Chollet, consejero del Departamento de Estado de EEUU, durante una visita a Bucarest la semana pasada. "Salgo de esta visita satisfecho porque están pensando en esta contingencia -como también lo estamos haciendo en Estados Unidos y en otros países europeos-, que podría ser de bastante gran escala", avisó.
"Según los estudios y análisis existentes, puedo decir que incluso un ataque militar ruso limitado en territorio ucraniano significaría que decenas de miles de refugiados cruzarían nuestra frontera”, ha admitido el ministro de Defensa eslovaco, Jaroslav Nad. "Desde la perspectiva del continente europeo, la situación actual es la más peligrosa desde la Segunda Guerra Mundial”, sostiene Nad en declaraciones recogidas por la agencia AP.
¿Señales de distensión?
Este lunes, Rusia ha emitido las primeras señales de distensión de las últimas semanas. Durante una reunión con Putin transmitida en directo, su ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, ha asegurado que las posibilidades de una solución diplomática están "lejos de haberse agotado" y ha recomendado al presidente ruso que apueste por mantener el diálogo. Al mismo tiempo, Lavrov ha reiterado que las respuestas Estados Unidos y la OTAN a las garantías de seguridad que reclama Moscú no son satisfactorias.
Por su parte, Olaf Scholz se ha reunido en Kiev con el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky. El canciller ha destacado que en este momento no hay planes inmediatos para que Ucrania entre en la OTAN a corto plazo. "Por eso es un tanto peculiar observar que el Gobierno ruso está haciendo de algo que prácticamente no está en la agenda el centro de grandes problemas políticos", ha apuntado. Por su parte, Zelensky ha subrayado que su país no renuncia a adherirse a la Alianza Atlántica en el futuro. La principal exigencia que Moscú ha planteado a los aliados es obtener garantías por escrito de que esto no sucederá nunca.
"La OTAN sigue estando dispuesta a emprender un diálogo significativo con Rusia. Y la mejor manera para Rusia de demostrar su disposición a encontrar una solución pacífica es desescalar y retirar las fuerzas que están ahora amenazando a Ucrania y escoger la vía de la diplomacia", ha afirmado este lunes el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, que también ha rebajado el tono.
La proliferación de iniciativas diplomáticas para evitar una guerra en Ucrania continuará en los próximos días. Además de la visita de Scholz a Moscú, los ministros de Defensa de la OTAN se reúnen en Bruselas el 16 y 17 de febrero. Y los jefes de Estado y de Gobierno de la UE celebran una cumbre el jueves y el viernes. Un encuentro que en principio estaba programado para estrechar las relaciones con la Unión Africana, pero que a buen seguro se verá ensombrecido por la crisis ucraniana.
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