La participación a las 17 horas en la segunda vuelta de las elecciones francesas se ha situado en el 62,23%, dos puntos menos respecto a 2017. A dos horas de que cierren los primeros colegios, este dato supone casi dos puntos menos que en la primera vuelta de hace quince días y el más bajo a esa hora desde 1969.
En la segunda vuelta de los comicios de hace cinco años, cuando se repitió el duelo actual entre el liberal Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen, la participación fue del 65,30% a esa misma hora. Además, es una participación más baja que la registrada en 2002, cuando por la tarde había votado un 67,62% en unos comicios.
Con estos datos, los institutos de sondeo prevén una abstención que ronde, al final de la jornada, el 28%, lo que sería la más alta en la historia en una segunda vuelta en unas elecciones francesas.
49 millones llamados a votar
Unas 70.000 mesas electorales han abierto este domingo en Francia para la segunda vuelta de las presidenciales con el duelo entre el candidato a la reelección, Emmanuel Macron, y la ultraderechista Marine Le Pen.
Casi 49 millones de franceses están llamados a designar quien será el inquilino del Elíseo desde las 8.00 hora local (6.00 GMT) y hasta las 20.00 (18.00 GMT), cuando cierran los últimos colegios, los de las grandes ciudades, una hora después de que lo hagan el resto.
A esa hora los institutos demoscópicos divulgarán estimaciones a partir del recuento de voto real que habrá comenzado en una serie de mesas consideradas en conjunto representativas de todo el país. De forma que, a menos que el resultado sea muy ajustado, esas estimaciones permitirán desde entonces conocer al ganador.
La ultraderechista Marine Le Pen ha votado poco después de las 11.10 de la mañana (9.10 GMT) en su feudo electoral de Hénin Beaumont, una pequeña ciudad próxima a la frontera belga al norte del país.
Macron ha votado después de las 13.10 locales (11.10 GMT) en la localidad de Le Touquet, acompañado de su esposa Brigitte.
Los sondeos apoyan a Macron
Quince días después de la primera vuelta, que acabó con Macron en primera posición con un 27,8% de los votos, cuatro puntos porcentuales más que Le Pen, los electores solo tienen la opción de las papeletas de los dos finalistas, que repiten el duelo de hace cinco años.
Todos los sondeos auguran un triunfo del actual mandatario, aunque con una diferencia muy inferior a la que consiguió en 2017, cuando dobló en sufragios a su rival (66,1% frente al 33,90%).
Ahora, las últimas encuestas publicadas el viernes lo daban ganador con una horquilla de entre el 53,5 y el 57,5% de los votos, aunque el número de indecisos es elevado. Además, se prevé una alta tasa de abstención, que podría ser incluso superior a la de la primera vuelta, cuando uno de cada cuatro inscritos en el censo no acudió a las urnas.
A diferencia de lo que hizo al principio de la campaña, Macron para esta segunda vuelta se ha implicado de lleno y ha conseguido ampliar el colchón con respecto a Le Pen, de acuerdo con esos sondeos.
El presidente, que aspira a ser el primero en revalidar su mandato sin haber tenido una cohabitación (un gobierno de un color político diferente al suyo), ha advertido en los últimos días del riesgo de exceso de confianza, que puede desembocar en una sorpresa que él ha comparado con la del referéndum del Brexit en 2015 en el Reino Unido o con la elección de Donald Trump en Estados Unidos al año siguiente.
En los últimos quince días, se ha esforzado en subrayar los riesgos que comportaría la elección de Le Pen, que a su juicio fracturaría la sociedad francesa con sus ataques a los inmigrantes o con su proyecto de prohibir el velo islámico en las calles, y que supondría la salida de Francia de la Unión Europea, porque haría primar el derecho nacional sobre el comunitario y recortaría la contribución gala al presupuesto.
La candidata ultraderechista también ha jugado al ataque, con duras acusaciones al plan de Macron de retrasar hasta los 65 años la edad de jubilación y con críticas a su actitud "arrogante" y "altanera".
Ella misma se ha presentado como la portavoz del pueblo, ha defendido sus rebajas de impuestos a los carburantes y a un centenar de productos básicos para contrarrestar la inflación y ha prometido proteger a los franceses frente a la globalización, al contrario que su rival, a quien acusa de ser "el candidato de las élites".
Una estrategia que le ha situado más cerca que nunca de la victoria, pero a tenor de los sondeos todavía por debajo del 50% de los votos.