Este miércoles se cumplió exactamente un mes desde el comienzo de la segunda ofensiva rusa, siempre dentro de la 'Operación militar especial' iniciada el 24 de febrero. Tras renunciar a la toma de Kiev, el Kremlin anunciaba su intención de centrarse en el Donbás -entendido como la suma de las regiones de Donetsk y Lugansk-, objetivo que luego se ampliaría a la consecución de un corredor que uniera dichas regiones con Transnistria en el extremo sudoeste de Ucrania.
Hablamos de un ejército de más de 150.000 hombres preparado para tomar todo un país y que decide centrarse en unos cuantos kilómetros de dos provincias. Cualquiera pensaría que aquello sería cuestión de días, semanas como mucho. Sin embargo, un mes después, las posiciones siguen prácticamente inalteradas. Rusia ha avanzado, sí, solo faltaba, pero por cada kilómetro ganado en Donetsk o Lugansk ha renunciado a dos en el norte de Járkov, probablemente la provincia rusófona más importante del país.
Para completar la conquista del Donbás, Rusia necesita conquistar aproximadamente el 10% de territorio aún en manos ucranianas en Lugansk... y avanzar bastante más de lo que lo está haciendo en Donetsk, donde buena parte del noroeste de la región sigue bajo el control de la administración de Volodimir Zelenski, incluyendo las ciudades de Kramatorsk y Sloviansk, verdaderos puntos neurálgicos de la resistencia local.
Completar ese 10% de Lugansk requiere de la toma de Sievierodonetsk y de la ciudad vecina de Lisichansk. A su vez, tomar Kramatorsk y Sloviansk requiere de una serie de conquistas intermedias desde las que poder avanzar sobre estos importantes núcleos de población. Para ello, Rusia lleva desde principios de abril intentando abrir rutas desde Izium, ahora mismo su enclave más importante en la zona -pese a pertenecer a la provincia de Járkov- sin demasiado éxito.
Llevan tres semanas intentando tomar Limán y sí, se acercan, pero no lo suficiente. A la vez, se han lanzado sobre Dovhenke, al oeste de Sloviansk y a medio camino de Barvinkove, desde donde pueden controlar la autopista que les lleva directamente a la capital ucraniana del Donbás. Resistir todo lo posible en estos tres frentes es ahora mismo la clave para que Ucrania mantenga al menos una mínima parte del Donbás bajo su control.
Evitar la caída de Lugansk
Empecemos por Severodonetsk y Lisichansk. Ambas ciudades suman unos 200.000 habitantes entre las dos. No son ciudades monstruosas, pero son ciudades... y Rusia tiene un serio problema con la lucha urbana, como se ha demostrado allá donde ha tenido que utilizar la infantería. La idea es rodear ambas ciudades por todos lados y convertirlas en un nuevo Mariúpol, un nuevo Grozni, un nuevo Alepo... la verdad es que el ejército ruso no destaca por su variedad táctica. Aislar, bombardear y confiar en que, tarde o temprano, el enemigo se rinda.
Las últimas horas han visto avances claros de las tropas de Putin desde la ciudad de Popasna, unos 40 kilómetros al sur de Lisichansk. Es el único frente en el que Rusia, ayudada por los mercenarios del Grupo Wagner y por las unidades de apoyo desplazadas desde Chechenia, está progresando con cierta celeridad. Según Julian Röpcke, del diario Bild, las tropas invasoras estarían avanzando hacia el sur y el oeste, amenazando las posiciones ucranianas en la frontera entre Donetsk y Lugansk y conquistando por el camino la ciudad de Druzhba.
Si estas tropas consiguen envolver a los cuerpos de élite que defienden la ciudad de Zolote, el acceso a Sievierodonetsk estará más claro, al poder utilizar la carretera que dirige a Lisichansk. De completar el eje Popasna-Zolote-Kraminna, Rusia conseguiría aislar por fin las dos ciudades, aislando de esta manera cualquier vía de suministro y acabando con la posibilidad de desplazar soldados y armamento entre los dos frentes del Donbás. En este caso, estaríamos como en el de Mariúpol en marzo y abril: la clave no estaría solo en resistir sino en hacerlo el mayor tiempo posible aun sabiendo que el final probablemente sea aciago. Cada semana que roben a los rusos será bienvenido en Donetsk.
Kramatorsk y Sloviansk
Hablar de Donetsk, como decíamos antes, es, paradójicamente, hablar de Izium, la ciudad de Járkov desde la que Rusia controla toda la provincia vecina y donde el Kremlin ha desplegado sus puestos de control y reabastecimiento. La situación en Izium es curiosa: la contraofensiva ucraniana al norte de la ciudad puede hacer peligrar una importante línea de suministro desde Belgorod... pero a su vez esa contraofensiva parece un recurso algo desesperado para distraer a las tropas rusas que avanzan hacia el sur y el oeste, es decir, hacia Limán y Dovhenke.
El cerco a Limán dura ya tres semanas, pero Rusia sigue sin poder envolver la ciudad de 20.000 habitantes. Aquí, nos encontramos con el problema que hemos visto en tantos lugares: hacen falta más soldados para una ofensiva terrestre que acabe con la captura de la ciudad. A partir de determinada extensión, o la ciudad se rinde o Rusia se puede eternizar a las puertas. Eso es lo que parece estar pasando aquí, y por ello el alto mando ruso combina este ataque con su idea original de dar la vuelta hasta Barvinkove, bastante al oeste, para atacar Kramatorsk y Sloviansk desde ese flanco.
En un mundo ideal para los intereses de Vladimir Putin, Rusia conseguiría aislar estas dos ciudades por los cuatro frentes: desde una Lugansk totalmente conquistada al este, desde Mariúpol al sur, desde Izium y Limán al norte... y desde Barvinkove y Dovhenke al oeste. Ahora bien, todo esto es mucho más fácil de decir que de hacer.
Aunque los canales de Telegram prorrusos llevan afirmando desde el fin de semana que Dovhenke ya está en manos del Ejército Popular del Donetsk, no es fácil encontrar una fuente independiente que lo confirme. En cualquier caso, si su conquista no se ha producido ya, parece cuestión de horas.
Sievierodonetsk, Limán y el eje Dovhenke-Barvinkove son ahora mismo los tres puntos calientes de la guerra. Allí donde Ucrania se juega su integridad territorial. La resistencia de uno de estos tres puntos puede redundar en la defensa de los otros dos. Es muy importante evitar debacles y parece que Ucrania está sabiendo jugar con el tiempo y el terreno, obligando a los tanques rusos a avanzar justo por donde las defensas los esperan a base de minar carreteras, explotar puentes e inundar terrenos. Hablamos de distancias de decenas de kilómetros, pero aquí cada metro es un mundo. De ahí que se festeje cada avance y se tiemble ante cada retroceso. La guerra, en definitiva.
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