Iba a ser una noche de fiesta más. Zara Owen, una estudiante de 19 años de la Universidad de Nottingham, acababa de llegar a la discoteca con sus amigos. Recuerda bailar, reír, beber —moderadamente— y luego, nada. Cayó desplomada en medio de la pista, incapaz de moverse o hablar. Al día siguiente despertó sin entender qué había pasado y con un fuerte dolor en la pierna. "Era muy extraño. De repente vi que tenía la marca de un pinchazo. Era el epicentro del dolor".
Las palabras de Zara Owen se escucharon en enero de 2022 en el Parlamento británico durante una sesión de investigación del Comité de Asuntos Internos. Su testimonio es el de una víctima de "un ataque con agujas", un extraño fenómeno que sacudió Reino Unido el pasado otoño y que ahora parece haberse extendido por las discotecas y bares nocturnos de otros países.
Durante el segundo semestre de 2021, la Policía Metropolitana de Londres informó de que había recibido más de 1.300 denuncias de personas que afirmaban que habían sido agredidas con jeringuillas o agujas. Un volumen sin precedentes para un fenómeno aparentemente nuevo y, a priori, inexplicable.
Sobre todo porque los informes de las autoridades británicas apuntan a que solo alrededor del 30% de las muestras recogidas habían dado positivo en algún tipo de droga. En el resto (la mayoría) no se habían encontrado indicios de drogas sedantes.
Hoy por hoy, las fuerzas policiales de Reino Unido todavía tratan de averiguar la motivación de los ataques y sus autores. Mientras, los casos comienzan a ascender en Francia.
Las autoridades desconocen la motivación de los atacantes, ya que a veces simplemente clavan agujas
Sólo en mayo, cerca de 200 personas de diversas regiones del país denunciaron que les habían clavado una inyección sin su consentimiento o conocimiento. Una cifra que, según los datos recabados por Associated Press, ascendería hasta los 350 en los últimos tres meses.
Las víctimas, en su mayoría mujeres, suelen mostrar marcas visibles de inyecciones y moratones. Muchas dicen sentirse aturdidas, pierden la memoria o el control de su cuerpo y no se dan cuenta de las heridas hasta horas o días después.
Todo eso lo vivió Eva Keeling una noche de abril. "Salí del bar a tomar el aire y acabé perdiendo el control de mi cuerpo, la habilidad de caminar, de hablar… comencé a vomitar", explicó a The Washington Post. Días más tarde, mientras se vestía, notó el brazo hinchado. Se sintió "petrificada" y decidió ir al hospital, donde le dijeron que le habían pinchado en el brazo con una "aguja sucia", lo que le había causado una infección.
Por el momento, ninguno de los ataques registrados en Francia ha derivado en una agresión sexual y solo uno en robo, según el periódico Le Monde. Además, tampoco se ha encontrado ninguna aguja, lo que hace difícil rastrear a los autores y conocer los motivos, que son todo un misterio.