La firma de Priti Patel está estampada en la orden de extradición a Estados Unidos de Julian Assange, fundador de WikiLeaks. También en el documento que sella el pacto entre Reino Unido y Ruanda para deportar a solicitantes de asilo que cruzan el canal de la Mancha al país africano a cambio de 144 millones de libras.
Es la ministra de Interior del Gobierno de Boris Johnson y está empeñada en renovar el sistema de inmigración británico, aunque eso vaya en contra de sus propios orígenes.
Nacida en Londres hace 50 años, sus padres eran inmigrantes originarios de India que se habían mudado a Uganda y que en 1960 huyeron a Reino Unido poco antes de que el dictador ugandés Idi Amin —conocido como el "carnicero de Uganda"— expulsase del país a todos los asiáticos.
Ya en la isla, establecieron una cadena de quioscos. Pero, probablemente, ni siquiera el relativo éxito empresarial de su familia hubiese permitido a los progenitores de Pratel permanecer en el país con el actual sistema de inmigración por puntos ideado por su hija.
Así lo reconoció ella misma, con la boca pequeña y tras dar muchas vueltas, durante una entrevista en la cadena de radio LBC en 2020. "Bajo sus reglas usted no estaría aquí como ministra, ¿verdad?", le preguntó entonces el periodista Nick Ferrari. "Sí, pero… no es lo mismo", respondió Patel, fiel defensora del eslogan del brexit Take back control of our borders (Recuperemos el control de nuestras fronteras).
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Licenciada en Económicas y Políticas por la Universidad de Essex, es diputada del parlamento británico desde 2010. Blindada en el ala más dura de los tories, Patel es admiradora declarada de Margaret Thatcher y uno de los miembros más polémicos del gabinete de Johnson. Antes de eso, ejerció como secretaria para el Empleo bajo el mandato del ex primer ministro David Cameron, que la reclutó para sus filas en 2015.
De escándalo en escándalo
Cuando los resultados del referéndum del brexit llevaron a Cameron a dimitir, Patel apoyó a la entonces candidata Theresa May, que le concedió el mando de la Secretaría de Estado para el Desarrollo Internacional (DFID), donde permaneció hasta 2017. En ambos puestos Patel fue una figura incómoda.
Primero porque sus empleados la denunciaron por acoso laboral, lo que derivó en una investigación judicial que concluyó que Patel había intimidado (gritos e insultos mediante) a funcionarios públicos de diversos departamentos.
Segundo, porque cuando fue responsable del DFID se reunió de manera extraoficial con altos cargos del Gobierno de Israel, entonces encabezado por Benjamin Netanyahu, sin avisar a nadie del Gobierno de Reino Unido, como indica el protocolo. Esas incursiones —o vacaciones, como alegó— llevaron a que incluso los servicios secretos de su país (el MI5) llegaran a desconfiar de ella, según desveló The Times.
En 2011, Patel apoyó públicamente la reintroducción de la pena de muerte en Reino Unido
De aquí que este último escándalo pareciera su ruina política. De hecho, se vio obligada a renunciar a su cargo. Pero lejos de hundirse, la carrera de Patel despegó cuando Johnson la escogió para su equipo en 2019. Desde entonces, ha promovido el polémico sistema migratorio por puntos para "terminar con la mano de obra barata y poco cualificada de la inmigración", el pacto migratorio entre Ruanda y Reino Unido, y la extradición de Julian Assange.
Todos ellos puntos polémicos, pero no tanto como su opinión sobre la pena de muerte. En 2011, durante un debate del programa televisivo Question Time, Patel apoyó públicamente la reintroducción de la pena de muerte en el país.
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