El 8 de abril de 2022, Rusia ponía a Kramatorsk en el mapa mediático internacional con un ataque salvaje a su estación de tren justo cuando cientos de refugiados esperaban el siguiente convoy para huir al oeste. Los dos misiles que cayeron sobre el edificio lo destruyeron por completo y causaron la muerte de 59 personas, incluidos varios niños. Las imágenes fueron tan reprobables que Rusia quiso de inmediato culpar a Ucrania de un “autoataque”, sin llegar a explicar en ningún momento por qué Ucrania habría decidido atacar el punto neurálgico de su organización militar en el Donbás.
Porque exactamente eso es Kramatorsk. El centro de la defensa ucraniana en el frente este durante estos cuatro meses y medio. El lugar al que llegan las tropas y las armas del oeste y del que salen aquellos soldados que necesitan ser remplazados o aquellas familias que no aguantan más los continuos bombardeos a los que Rusia lleva semanas sometiendo a la ciudad y a su vecina Sloviansk. Kramatorsk es la pieza más codiciada ahora mismo por Putin y su ejército, pero es aún una pieza lejana. Incluso Sloviansk queda más cerca para los que bajan desde Izium por la E40.
La batalla por Kramatorsk promete ser cruenta y clave en el devenir de esta guerra. Una batalla que puede confirmar la tendencia positiva para Rusia o puede darle la vuelta y equilibrar de nuevo las fuerzas. De momento, parece que lo que está intentando el ejército invasor es atacar desde dos flancos, pero lo está haciendo a fuego lento, como todo desde el inicio de la “segunda fase” de la “operación militar especial”. Después de haberse hecho con la práctica totalidad de la región de Lugansk, parte del ejército ocupante descansa en Lisichansk mientras el resto avanza hacia el eje Siversk-Artemivsk (antigua Bakhmut).
En torno a ese eje le esperan las tropas ucranianas que consiguieron librar el cerco de Sievierodonetsk. Una posibilidad sería intentar evitar el enfrentamiento directo atacando directamente Artemivsk para poder marchar hacia Kramatorsk desde el sur. La otra es ir a por Siversk, más al norte, y hacerse con el control de la carretera T0513. En rigor, Siversk no es un objetivo militar destacado, no es una gran ciudad y está protegida… pero esa carretera da acceso directo a Sloviansk por el este… y a la propia Artemivsk por el norte.
La piedra de toque al estado actual de la defensa ucraniana
Rusia sigue queriendo aplicar la táctica del rodillo: avanzar muy lentamente, abrir camino con la artillería y luego enviar a sus escasas tropas a la conquista de terrenos generalmente convertidos en tierra quemada. Ciudades destruidas que se toman para no salirse del plan y para no alargar demasiado las líneas de comunicación. Esta parsimonia evita riesgos y errores groseros como los del inicio de la guerra, pero da tiempo también a Ucrania a mover sus tropas de la manera que mejor le conviene, estancando la guerra y prolongándola.
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Lo que necesitamos saber ahora mismo para poder hacer una evaluación lo más adecuada posible de las capacidades de cada ejército es cómo va a funcionar esta táctica en la región de Donetsk. En Lugansk ha funcionado bien, pero hablamos de muy pocos kilómetros de avance en bastante tiempo. ¿Podrá tomar Rusia en los próximos días el eje Siversk-Artemivsk? ¿Será producto de su superioridad militar en exclusiva o habrá también movimientos tácticos de retirada por parte de Ucrania?
Hay dudas razonables en torno a la situación del ejército ucraniano que se pueden disipar de inmediato. No sabemos cómo han salido de esas retiradas forzosas, cuántas tropas se han perdido por el camino ni, sobre todo, cuánto equipamiento. No sabemos si se enfrentarán a los rusos en una posición soñada o a contrapié. ¿Realmente se han hecho fuertes en ese eje o simplemente no les ha quedado más remedio que distribuirse a lo largo de esa carretera al verse obligados a recular?
Lo segundo sería una pésima noticia para Ucrania y para Occidente. Si la defensa de Artemivsk y Siversk no responde a las expectativas y estas ciudades acaban cayendo con facilidad, el camino hacia Kramatorsk y Sloviansk quedaría expedito. Su conquista en algún momento del verano dejaría a los rusos demasiado cerca del río Dniéper, tanto de la ciudad de Dnipropetrovsk, verdadero centro industrial del país, como de la de Zaporiyia, uno de los objetivos principales al principio de esta guerra.
La impaciencia europea por una guerra ya ganada
No solo eso. Si Ucrania no consigue defender sus piedras angulares del este, donde se supone que están luchando sus mejores hombres, y si no consigue avanzar hacia la ciudad de Jersón ni los HIMARS causan más daño a las infraestructuras rusas, la presión que va a recibir al menos desde Francia y Alemania va a ser terrible. La situación de Boris Johnson, su principal aliado, en Reino Unido, tampoco le beneficiará si finalmente el Partido Conservador fuerza su marcha.
Europa no va a querer pasar frío en otoño ni en invierno. Podría sacrificarse a cambio de resultados, pero esos resultados tienen que llegar y, en ese sentido, Putin sabe que el tiempo corre a su favor, más aún con los puertos ucranianos bloqueados y decenas de países esperando un grano que no va a llegar, provocando una más que probable hambruna según los avisos de la ONU. Ucrania necesita demostrar a Europa que su guerra tiene sentido y que esos sacrificios redundarán en una paz más justa y equilibrada.
Al fin y al cabo, Occidente ya ha ganado esta guerra. Solo tiene que preocuparse por un posible colapso ucraniano, pero este parece improbable. Desde febrero, tanto la OTAN como la UE han aumentado su espacio vital, han arrinconado aún más a Rusia, y esta se ha inmolado en una guerra que, solo en la toma de Lugansk y los puertos del sur, ya ha costado unas 35.000 vidas, más de 100.000 heridos y prisioneros, y un gasto militar que recuerda inevitablemente al que asumió la Unión Soviética en Afganistán durante años hasta que tuvo que salir por piernas en 1989. Dos años después, el país se vino abajo y desapareció como tal.
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¿Qué quiere Rusia exactamente?
Aquí entramos, pues, en un círculo vicioso: Ucrania está resistiendo, en buena parte, y aparte del enorme coraje de sus soldados, por las ayudas occidentales. Ahora bien, esas ayudas occidentales dependen de lo mucho que resista. Si es capaz de mantener a los rusos lejos de Kramatorsk o abre un camino de entrada en Jersón, ganará tiempo. Si, por el contrario, siguen las retiradas o, directamente, cae la región de Donetsk, es muy probable que sus socios le urjan a un alto el fuego que no sea demasiado punitivo para sus intereses.
El problema aquí no es solo que Zelenski sea contrario a cualquier acuerdo de paz que no incluya la retirada total de las tropas rusas de territorio ucraniano (algo que, obviamente, no va a conseguir sin una victoria militar previa), sino que seguimos saber muy bien qué quiere Rusia. Su delegado en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Nikolai Patrushev, declaró este martes que el objetivo seguía siendo “proteger a los civiles del genocidio ucraniano, desnazificar el país, acabar con su ejército y obligarle a tomar una postura de neutralidad ante la OTAN”.
Todo eso solo se consigue cambiando el gobierno… y si llevamos meses viendo cómo puede hacerse Rusia con Siversk o con Artemivsk, de Kiev es inútil hablar. Es un objetivo, en principio, completamente fuera de la realidad, y que contradice lo que se dijo en abril: toma del Donbás y unión posterior de la región con Transnitria mediante un corredor que atraviese toda la costa del Mar de Azov y del Mar Negro. Aquí, cada alto cargo ruso sale y dice una cosa distinta y parece dar igual. Eso no facilita en absoluto una salida diplomática… y la militar puede tardar años a este ritmo. Salvo que en Kramatorsk veamos algo que se salga de lo común. Para lo bueno o para lo malo, claro.
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